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Reportaje:

Sarkozy, liberal e intervencionista en una sola pieza

El ministro francés de Economía no se ajusta a las teorías económicas; lo suyo es pragmatismo y "cultura del resultado"

La primera apuesta de Nicolas Sarkozy ha sido el rearme industrial de Francia. La opción no es conservarlo todo o girar en redondo hacia el sector terciario, sino defender la industria en los sectores estratégicos: la aeronáutica, el espacio, las biotecnologías, la energía, las comunicaciones de alta tecnología. Esta concepción explica sus primeras batallas como ministro de Economía y Finanzas, en las que se ha comportado como un auténtico intervencionista, a despecho de la fama de liberal que le precedía.

Cuando tomó posesión, hace tres meses escasos, la ofensiva bursátil de un pequeño grupo farmacéutico (Sanofi) contra otro más grande (Aventis) había sido bloqueada por este último. Sarkozy decidió que Francia necesitaba un "campeón nacional" en cada sector estratégico y esta fusión le venía al pelo para demostrarlo: el ministro forzó un pacto entre los grupos adversarios.

No menos enérgica y nacionalista fue la intervención en Alstom. El constructor de trenes de alta velocidad, barcos de avanzada tecnología y centrales de energía se encontraba al borde de la quiebra, con decenas de miles de empleos en el aire. Su rival tradicional, el alemán Siemens, merodeaba para quedarse con aquél. Sarkozy rechazó a Siemens y apuntaló a Alstom con una inyección de fondos estatales, que convierte a éste en un grupo "seminacionalizado" a plazo fijo con permiso del comisario europeo de la Competencia, Mario Monti.

De la derecha francesa se esperaba un amplio programa de privatizaciones; se asiste, más bien, a salidas a Bolsa a cuentagotas. ¿Habría sido distinto en una coyuntura menos insegura? Sarkozy menciona su primera experiencia de Gobierno, 10 años atrás (fue ministro del Presupuesto en un ejecutivo de centro-derecha), para recordar la recapitalización de Air France, que pasaba por una mala situación financiera; ahora es una de las compañías aéreas que mejor ha resistido la crisis y el Estado ha reducido su participación -sin abandonarla- a cambio de la fusión con KLM.

Se ha escrito hasta la saciedad que la intervención pública en la economía falsea la competencia, impide abaratar los precios y termina en una vergonzante toma de fondos de la caja común para salvar lo que destrozan los gestores públicos; pero todos estos temas "ideológicos" interesan poco al actual ministro de Economía. Lo suyo es pragmatismo y "cultura del resultado". Como el que le ha llevado a atacar el problema del gigante Electricité de France (EdF), un "Estado dentro del Estado", regido por reglas particulares.

En ese terreno, Sarkozy se la juega. Él y el resto del Gobierno han reaccionado muy poco al saboteo de la red eléctrica, cometido por un sindicato de EdF que corta la corriente a quien le parece (por ejemplo, al palacio del presidente de la República) y la restablece al que se la habían quitado por falta de pago. Sarkozy enarbola el argumento de los "sectores estratégicos" para desactivar los rumores de privatización, asegurando que ningún Gobierno entregará las centrales nucleares a intereses privados.

En fin, el liberal Sarkozy ha fijado el soviético objetivo de rebajar un 2% los precios de unos 4.000 o 5.000 productos de gran consumo, desde septiembre, y otro 1% en enero; y ha conseguido el compromiso de la gran distribución (Carrefour, Leclerc) y de conocidos proveedores de productos lácteos, refrescos o cosmética.

Disciplina presupuestaria

Ahora está metido en la batalla de reconducir a Francia a la disciplina presupuestaria europea, un argumento estupendo para reformar un Estado que, según sus cifras, "gasta un 22% más de lo que recauda". Sarkozy tiene en un brete a los 42 colegas del Consejo de Ministros, que ya han escuchado el molesto chasquido que produce el cierre de los cordones de la bolsa: "Todo no puede ser prioritario", les espeta.

Ya ha fijado lo que él cree importante: más que la educación en general, la enseñanza superior y la investigación; más que el empleo, la ayuda a la creación de empleo (Sarkozy es un enemigo declarado de la jornada de 35 horas). Y las grandes prioridades que Jacques Chirac había señalado para el segundo mandato de su presidencia -Defensa, Interior, Justicia- tendrán que arreglárselas con algo menos.

Como ya ha decidido sus prioridades, la batalla política se anuncia terrible con Chirac y el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin. Cuando Sarkozy aparece en medio de un círculo de personas, el que no le conoce se da cuenta inmediata de quién es el jefe. Los gestos, las actitudes, las jornadas de trabajo extenuantes, las visitas calculadas a lugares públicos, siempre tan pendiente de la calle como de la sala de máquinas: la ambición ilimitada de un político de 49 años, el más popular entre las figuras de la derecha en Francia.

Nicolas Sarkozy.
Nicolas Sarkozy.SCIAMMARELLA

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