Recuperar lo viejo y crear lo nuevo
El auge constructivo de China está afectando a la arquitectura histórica que, en buena parte, ha sido destruida o corre el peligro de desaparecer ante el auge de una construcción nueva y reluciente cuyas señas de identidad no están del todo definidas. Tal vez para curarse en salud ante las críticas, tanto Zhu Jia Guang, arquitecto jefe de planificación urbanística de Pekín, como Zheng Shi Ling, vicepresidente de la Asociación de Arquitectos de China, dedicaron buena parte de sus intervenciones en Barcelona a explicar los nuevos planes de protección del patrimonio que se están desarrollando en Pekín y Shanghai. "En estos momentos en Pekín hay más de 2.000 lugares protegidos y en los últimos años la lista está aumentando", indicó Zhu Jia Guang. "Precisamente, parte de la construcción se ha trasladado a las ciudades satélites para salvaguardar la zona antigua e histórica", añadió. La zona más perjudicada son los "hutong" los tradicionales barrios laberínticos que caen de forma impacable bajo las excavadoras. "En los años sesenta, al construir la segunda línea de metro, se tiraron abajo las viejas murallas y sólo sobrevive una parte junto a la estación. En muchos casos, algunas de las casas tradicionales se apoyaban sobre esta muralla y hemos realizado un plan de limpieza eliminando estas casas y trasladando a sus ocupantes para restaurar la muralla y valorarla", indica.
Cambio de mentalidad
En Shanghai, indicó Zheng Shi Ling, se protegen los edificios históricos construidos a partir de mediados del siglo XIX. "Tenemos 398 edificios y bloques históricos y en conjunto protegemos dos zonas históricas, con un área de 27 kilómetros cuadrados", explicaba mientras mostraba fotografías de algunos de los edificios más emblemáticos del modernismo y el art decó en Shanghai. Esta protección de lo viejo se combina con la búsqueda de lo nuevo. "El modo de vivir en China ha cambiado mucho", comenta. "Ha aumentado el nivel de vida de forma muy rápida y necesitamos más casas, más edificios públicos y más acceso a la cultura para todos. Nosotros intentamos controlar los excesos, pero el problema es que los rascacielos se venden rápido porque hay necesidad de comprar apartamentos pese a que el precio está aumentando". En Shanghai, explica, predomina la clase media y sólo el 10% de las viviendas se dedica a la clase baja.
Para Zheng Shi Ling resulta difícil hablar en este momento de una arquitectura china, porque lo que hay es una suma de influencias y, también, una gran presión de las constructoras. "China es una sociedad muy complicada", indica. "De momento sólo entre el 30% y el 40% del país está urbanizado, pero la mayor parte de la población aún está en el campo. El Gobierno quiere trasladar gran parte de esta gente a las ciudades, pero para ello hay que hacer un programa amplio, educar a la gente, crear trabajo y adaptarlo todo a la mentalidad china. Creo que necesitamos un pensamiento más nacional, más adecuado a nuestras necesidades que estos grandes proyectos, como el de Koolhaas, que son muy extremados, pero que no creo que funcionen para China".
Babelia
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