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Entrevista:J. J. Cale | Músico

"Siempre he sido un trovador gitano"

En Les fiancées de la Saint-Jean (Los novios del día de San Juan), novela del gigante literario sueco Wilhelm Moberg, un viejo lobo toca durante la fiesta del verano. Ha descubierto que los jóvenes ambiciosos del lugar merodean a su alrededor, ojo avizor, aguardando que llegue el momento para ocupar su lugar. Pero no tan rápido, bribones. El veterano sigue llevando la voz cantante.

Aunque a la gente le importa un bledo, todo el mundo lanza sus últimos fuegos (de San Juan) a través suyo. Hay un ligero toque de melancolía en él y en estos jóvenes gallitos, se muestran envidiosos del escenario, tanto que están dispuestos a bajarlo de ahí sin tener ni idea de lo que es el arte de entretener y poner cabeza abajo a los presumidos, hacer reír a los jóvenes enamorados y llorar a los viejos.

"No me obsesiono con la muerte, es una cuestión negativa; más bien con la vida"
"No hacer nada es mi verdadera actividad. Ya no voy casi a pescar, dejo que pase el tiempo"

Sonriendo entre la barba, pavoneándose y soltando la cantinela, bebiendo grandes tragos para fastidiar al personal, este perro viejo decide largarse en el momento álgido, cuando se mostraba, ahora y siempre, galante con las mozas.

Al escuchar Fancy Dancer, brisa de aire hechizante entre tantas muestras de arte como son las canciones que componen Tulsa and Back, zumbido de voces de la América profunda, canciones de gesta de vagabundos y raíles, de camiones y hamacas, soñamos con este indio sabio rejuvenecido que es J. J. Cale. ¿Desde hace cuántos lustros nos hechiza?

Su álter ego, Audie Ashworth, acaba de morir. En plena simbiosis, con él J. J. Cale grababa, charlaba, bebía, vagabundeaba y compartía el blues de lince disecado. Lo que equivale a decir que el sonido de J. J. Cale ha perdido su sombra, su vaho. Pero esto no se escucha en el disco de regreso sedimentario, que resulta favorable para el doble invisible de nuestro hombre de humor cambiante.

Hay que recordar que sin el impalpable J. J. Cale, ese mastodonte de las FM que es Dire Straits seguiría plantando coles en Inglaterra. De Johnny Cash a Christophe pasando por Bryan Ferry, todo el mundo le debe algo a J. J. Cale: Chet Atkins, Captain Beefheart, Deep Purple, Bashung, Lynyrd Skynyrd, los Allman Brothers, Santana, The Band, Starsky & Hutch, Eddy Mitchell...

Surge de la sombra, donde gusta estar con el sombrero puesto aquel que se presentaba como Johnny Cale & The Valentines en los años cincuenta y que más tarde tocó para Leon Russell, Delaney & Bonnie, Derek & The Dominoes, antes de ofrecer, al igual que a Marley, el éxito a Clapton (Cocaine, After Midnight): el errante descuidado vuelve a lo grande, transformado.

Para entrevistarle, le enviamos un correo electrónico. J. J. Cale ha encargado a una bella desconocida hacerle nuestras preguntas. Para responder de viva voz lo que transcribimos a continuación.

Pregunta. Tulsa: ¿nuevo punto de partida o final?

Respuesta. Una especie de conclusión. No había puesto los pies en mi ciudad natal desde hacía 25 años. Mi discográfica quería un disco y tenía un montón de canciones nuevas. Así que volví allí. David Teegarden, que tenía el estudio, se encargó de llamar a todos aquellos con quienes tocábamos siendo adolescentes, bueno, los supervivientes. Una sesión bastante dura, en parte debido al hecho de volver a ver mi casa y al barrio de mi infancia, que me resultaron extraños. Los músicos no habían cambiado. Muy viejos todos, sexagenarios, allí estuvimos juntos durante una semana. El disco sale de ahí, mitad reencuentro, mitad extrañeza.

P. ¿Y Audie Ashworth?

R. El año que murió no grabé nada. Un año antes, preparaba este disco para él, que fue el productor de mis primeros discos de los años setenta, en Nashville. Lo guardé todo, esperé. Luego retomé el concepto de Audie, pero con Teegarden, en Tulsa.

P. ¿Cómo es el sonido de J. J. Cale?

R. Es casero. Soy técnico de sonido. Toco la guitarra y compongo, pero mi oficio de origen es técnico. Todos estos sonidos en mis discos los hice yo manipulando. En líneas generales, ése es el sonido de J. J. Cale. La mayor parte de mi obra se resume en yo mismo enchufando y desenchufando. Además de controlar los botones, compongo las piezas, canto, toco la guitarra, hago los arreglos, las cositas, realizo varias tareas al mismo tiempo...

P. Y aparte de la música, ¿qué hace? ¿Moto? ¿Surf? ¿Cocina? ¿O nada?

R. Nada. No está mal. Con 65 años, miro las noticias de la tele, no juego al golf, ya no voy casi a pescar, dejo que pase el tiempo. Hago jardinería, corto el césped, toco la guitarra anotando las canciones, sin que salga nada de todo eso. No hacer nada es mi verdadera actividad. Y a veces, me tengo que poner en marcha: un disco, una gira, una entrevista.

P. Desde They Call Me the Breeze a Fancy Dancer, ¿trata una filosofía de lo pasajero?

R. He tratado de variar y hay dos o tres canciones, o discos míos, que no suenan a J. J. Cale, pero al volverlos a escuchar no funcionan, así que vuelvo a lo de siempre. El nuevo disco podría ser el primero, es cierto. Ya no soy el tipo que era a los 35 años y, al mismo tiempo..., lo sigo siendo. Musicalmente, nada cambia mucho. Soy bastante concreto: cada día trae su afán, mañana será otro día. Como cuando era un chaval.

P. ¿Piensa en la muerte?

R. A mi edad, forzosamente [risas]... La muerte es una cuestión negativa. Hay gente que puede encontrarle algo positivo, yo no. Cuando la muerte esté aquí, nosotros ya no estaremos. No me obsesiono con la muerte, más bien con la vida.

P. Mito y realidad: el hechizante solitario lacónico, guitarrista zen en un carromato...

R. Sí, soy bastante así. Siempre he sido nómada. La mayoría de los músicos deben viajar. He vagabundeado durante toda mi vida, tocando aquí y allá, grabando más lejos. Es realmente lo que hace que parezca como soy.

P. ¿Sus orígenes familiares?

R. Sangre india, creo, por parte de mi padre. Mis padres han muerto y nunca les pregunté por el tema. Digamos que los grandes movimientos migratorios europeos con, repito, sangre india. Hay bastantes reservas indias en Oklahoma.

P. ¿Cómo nació Blues For Mama?

R. Blues For Mama es un poco obsesiva, dolorosa: trata de la muerte de la madre de alguien. Me veo otra vez hablando de esta prueba ineludible del luto por mi madre. Me senté para escribir las notas. No soy en absoluto un poeta, no escribo palabras a las que luego pongo música; encuentro una música y luego unas palabras que encajan.

P. ¿Y Fancy Dancer?

R. Es un ritmo. Mis grabaciones se basan en el ritmo. Para sacar canciones de esos retazos de ritmos que salen de cada rincón del estudio, busco palabras para que no sean instrumentales sino canciones. Compongo antes de grabar. Sólo yo y la guitarra, en pequeñas maquetas y con un poco de electrónica. Así sale Fancy Dancer: un tema jive, el ritmo, el solo de guitarra... Un poco más que lo habitual para un disco.

P. ¿Desde dónde nos habla?

R. ¿Ahora mismo? Desde un Holiday Inn Express en Escondido, California. Una habitación de un hotel estadounidense corriente. Un televisor, una cama, un pequeño sofá, paredes blancas y moqueta de color oscuro. Respondo a tus preguntas con la tele apagada [risas]. Nada muy romántico.

P. De niño, ¿se imaginaba cómo sería su vida?

R. No, tocaba la guitarra con los chavales del barrio por diversión. Luego tuve que ganarme la vida... Afortunadamente, nunca imaginé que me ganaría la vida tocando; todavía no llego a creérmelo.

P. ¿Cómo encontró esa marca de fábrica laid back, relajada?

R. No fue aposta. Mi voz, es mi forma de hablar, llena de humo, murmurada. Como compongo canciones y tienen que tener letras, debo cantar. Por lo tanto, compongo unas partes vocales con una tesitura limitada, porque no tengo voz: más bien un fraseo, una forma de hablar propia del blues; no podía componer temas melódicos porque no era capaz de cantarlos. Además, empezaron a pedirme ese tipo de ritmo lento. Tengo mi propia teoría al respecto: lo que me diferencia es precisamente el hecho de no cantar bien, porque los demás cantan bien.

P. Si pudiera vivir otra vida, ¿cuál sería? ¿Trovador? ¿Marciano? ¿Django Reinhardt? ¿Napoleón?

R. Me encanta Django -guitarrista de elite- pero ignoro su vida. Siempre he sido un trovador gitano. ¿Napoleón? Dirigir ejércitos, batallas... No es para mí.

P. ¿Dios?

R. Sí, creo en él. Pero es algo muy íntimo. No del tipo místico sectario. Musulmanes, católicos, judíos, protestantes o budistas: no pertenezco a ninguna de estas sectas. Pero concibo la existencia de un ser supremo.

© Libération

El músico estadounidense J. J. Cale.
El músico estadounidense J. J. Cale.
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