Una extraña biografía
Poco le dirá al lector hispano el nombre de Charles Chuck Barris. Pero sepa que, desde que en 1965 logró vender a una gran cadena televisiva su primer programa-basura, The dating game, pionero de los programas de encuentros de parejas, nada ha vuelto a ser como antes. O dicho de otro modo, que nuestro hombre fue un productor visionario por más que lo que visionó no deje de ser lo más abyecto que se esconde en el fondo de todo ser humano. Controvertido hasta el insulto, pero poseedor de un olfato infalible para avistar los cambiantes aires de la platea, Barris ideó, hasta los años 80, numerosos programas que gozaron de amplio respaldo popular: no cabe duda alguna de que puede aspirar, con todo honor, a ingresar en la galería de seres abominables que recreó Borges en su Historia universal de la infamia.
CONFESIONES DE UNA MENTE PELIGROSA
Dirección: George Clooney. Intérpretes: Sam Rockwell, Drew Barrymore, George Clooney, Julia Roberts, Michelle Sweeney, Rutger Hauer, Maggie Gyllenhaal. Género: comedia dramática, EE UU, 2003. Duración: 115 minutos.
Autor de una autobiografía en la que se mezcla la ironía con el impudor, lo onírico con lo simplemente cotidiano, Barris suministró la materia prima para que un actor con antecedentes familiares en el medio televisivo, George Clooney, hiciera con ella su debú como director. Para hacerlo, el galán, que se reserva un papel considerablemente repugnante en la ficción, echó mano de uno de los guionistas de moda en Hollywood, el Charlie Kaufman de Cómo ser John Malkovich o El ladrón de orquídeas. Y el resultado es un cóctel que siempre promete indigestión, pero que al tiempo mantiene un casi milagroso equilibrio entre comedia y drama, entre mirada behavorista del medio televisivo y un humor soterrado y, en ocasiones, casi absurdo... al menos, tanto como el personaje al que aquí más que homenajear, se le piden cuentas.
Película incómoda, en ella luce el esquinado talento de Charlie Kaufman, que convierte un dato de la biografía de Chuck Barris (al parecer, realizó algún que otro trabajillo para la CIA) en algo así como un desdoblamiento criminal del personaje, en la línea de películas que flirtean entre la realidad y el onirismo, un cruce entre El club de la lucha y Mullholand drive, con unas gotas de American psycho. De esta forma, jamás se nos dirá con claridad si estamos ante el delirio de un escritor excesivamente dado al exceso o simplemente ante la realidad pura y dura, ante un monstruo entre tierno y simpático, a quien, por cierto, brinda toda su fuerza un Sam Rockwell sencillamente insuperable. Es dura, por momentos cruel, pero abre un crédito considerable hacia el inusual oficio de George Clooney, muy cómodo en un registro en el que podrían haber naufragado cineastas mucho más curtidos y enjundiosos.
Babelia
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