El último agarrotado

La muerte de nadie, documental de Joan Dolç, cumple uno de los requisitos del género para que éste sea efectivo: que aporte datos, documentación y declaraciones inéditas sobre un tema de interés. Otra cosa es que ese punto de partida sea luego aprovechado al máximo con una buena realización, montaje, guión... En El enigma Heinz Ches (frase que funciona como subtítulo de la cinta) se descubre que el último agarrotado en España ni era polaco ni era mendigo ni se llamaba realmente así. Se trataba de un alemán del Este, acostumbrado desde joven a la cárcel por motivos políticos y huido años atrás del régimen comunista. Peculiaridades conocidas por el franquismo durante el proceso contra Ches, pero veladas por un Gobierno tocado desde el asesinato de Carrero Blanco, que había apostado por presentar las dos penas de muerte, la de Puig Antich y la de Ches, como el castigo de dos criminales, de dos asesinos de agentes del Estado (un policía y un guardia civil, respectivamente), obviando el carácter político de la primera ejecución.

Dolç reconstruye la historia de Ches desde su juventud hasta su muerte a través de declaraciones de sus familiares más cercanos (hermanos, esposa e hijos), que ni siquiera sabían con certeza el destino que había tenido allá por el año 1974. Además, se aportan testimonios imprescindibles, como los de su primer abogado o los de su intérprete en el juicio, y visiones de evidente interés histórico, político y cultural, como la de Albert Boadella (que creó la obra La torna, basada en este mismo personaje, motivo por el que el dramaturgo catalán fue encarcelado en 1977). En cambio, las palabras de Manuel Campo Vidal, Manuel Vázquez Montalbán o Martín Prieto quedan algo deslavazadas, pues no se sabe en calidad de qué se aportan. Se supone que de especialistas en el personaje, pero en un reportaje de investigación está mal tener que suponer las cosas.