Tiempo al tiempo
Han sido 23 años de ir poniendo constantes parches para evitar que los profesionales del sector cultural acabaran perdiendo del todo la paciencia; de provocar un sonado encierro de los cantantes en el Departamento de Cultura para protestar por el trato dispensado tanto por el mismo departamento como por TV-3 y Catalunya Ràdio; del amotinamiento de los actores en el Poliorama y de la queja unánime, todavía reciente, del sector musical, acertadamente liderada por Lluís Cabrera, del Taller de Músics, reivindicando una más justa distribución de las ayudas públicas; de la creación de una estructura endogámica que ha dado cobertura laboral hasta a cuatro ex consejeros; del chollo para un buen número de prohombres y satélites convergentes, y de una falta total de ideas y transparencia.
Tras 23 años de inmovilismo en el sector cultural, hay que conceder tiempo a la actual consejera de la Generalitat
Bien lo sabía el que iba a ser consejero de Cultura de la Generalitat, Josep Maria Carbonell, quien merece el más profundo reconocimiento por ser el primer político aspirante a la Generalitat que ha trabajado verdaderamente por y para la cultura de manera rigurosa, incansable y sumamente eficaz durante los últimos cuatro años. Tras analizar el sector e impulsar su cohesión, Carbonell completó un valioso proyecto al que contribuimos muchos de nosotros y que nos satisfizo plenamente. La incomprensible -en casos como éste- aplicación de "la paridad de género", prometida por el PSC, no ha permitido a Carbonell encabezar el departamento. Después de dejarle injustamente de lado, y con él su peso en el mundo cultural, desde las filas del Grupo Socialista se nombró a Caterina Mieras, que reunía tantos méritos culturales como el último consejero de Cultura, el publicista Jordi Vilajoana.
La consejera Mieras, antes de poder dar un paso en firme, no lo ha tenido nada fácil. Al enfrentarse al ingrato, laborioso y a la vez -como se ha demostrado- peligroso asunto de destejer la compleja trama y las consecuentes subtramas arraigadas en el Departamento de Cultura, ha topado con un muro difícil de franquear.
A mi entender, intolerancia, precipitación, ingenuidad y también mala fe se observan en ciertas manifestaciones públicas contra el nuevo equipo de Cultura, cuando éste se ha encontrado con enormes obstáculos para poder iniciar su trabajo en positivo. No es legítimo menospreciar el complicado reto que supone intentar depurar 23 años viciados y optar por presionar a quienes trabajan para intentar presentarnos un modelo más transparente y justo para el sector cultural.
¡Ay, los tronos, cómo se echan de menos! CiU invita ahora al ilógico linchamiento de la consejera Mieras porque, entre otras cosas, se estaría ante un claro ejemplo de "derribo nacional". Al inmovilismo y desacierto cultural de los últimos 20 años, ¿cómo habría que llamarlo?
En cuanto a la última polémica, confieso no reconocer, hasta ahora, ni el papel del KRTU como el eje que sustenta la modernidad cultural catalana, ni de lejos el del Ramon Llull como vertebrador de ninguna unidad lingüística.
Tan decisiva y trascendental es la concepción cultural que se elabora e impulsa desde un Gobierno como sus líneas de actuación. Sería erróneo aplicarlas sin haber hecho antes la limpieza necesaria y comenzar a trabajar a partir de ahí de una manera segura.
Si es difícil construir, aún lo es más reconstruir. Sería acertado dar tiempo al tiempo y confiar en el desarrollo de este nuevo proyecto cultural. Aunque no esté encabezado por Josep Maria Carbonell, debemos darle una oportunidad y el margen de acción necesario para su aplicación. Ya habrá tiempo para subrayar lo que no parezca adecuado. Hoy por hoy, damos nuestro apoyo al nuevo Ejecutivo cultural de la Generalitat, extendiéndole la mano y deseándole pleno acierto y fortuna en esta nueva etapa.
Lluís Marrasé es presidente de la Asociación de Cantantes e Intérpretes Profesionales en Lengua Catalana (ACIC).
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