La milla de la pintura

Con la reciente inauguración de la ampliación de la sede madrileña del Museo Thyssen-Bornemisza, que ha duplicado su espacio para acoger el préstamo a 11 años de la colección de la baronesa, ha tenido lugar la primera apertura pública de las grandes reformas de tres de las instituciones artísticas más relevantes de España. En breve le seguirá la del Reina Sofía, que esta misma semana abre las que serán sus nuevas salas de exposiciones temporales, una parte del nuevo conjunto diseñado por el arquitecto Jean Nouvel, y la del Museo del Prado, que contará, por fin, no sólo con la nueva construcción de acceso de los Jerónimos, del arquitecto Rafael Moneo, sino también con la profunda transformación del Casón del Buen Retiro.

Ocupando cada uno de los museos citados una posición próxima en el célebre eje del Salón del Prado,

la vecindad física de tan importantes y complementarias colecciones artísticas, cuyo conjunto ya ha merecido ser calificado como "la milla de oro artística de Madrid", a partir de ahora, con sus respectivas ampliaciones, alcanzará un mayor relumbre.

Si los cambios producidos en nuestro país durante el cuarto de siglo de la presente era democrática han tenido una decisiva incidencia en todos los aspectos, no hay duda de que su reflejo en el mundo artístico ha sido de lo más espectacular, como lo refrenda el hecho de que el 50% de los museos existentes hoy en España sobre cualquier materia han sido abiertos en estos últimos 25 años. Este increíblemente rápido esfuerzo en la dotación de nuevas infraestructuras llena un insoportable vacío cultural previo, pero, además de ello, acrecienta su valor estratégico por haber colmado, sobre todo, el hueco de la tradicionalmente desatendida creación contemporánea, y por su voluntad descentralizadora, ya que, junto a los casos ahora mencionados de los museos con sede en Madrid, también se han multiplicado las instituciones de nuevo cuño por todos los lugares del Estado.

Desde este punto de vista, el diagnóstico político sobre lo realizado no puede ser más positivo. Hay una buena estructura descentralizada y una capital que se halla en lo más alto internacionalmente desde el punto de vista pictórico. Ahora nuestro país se enfrenta con el imprescindible reto de dotar con una organización más eficaz y unos mejores servicios públicos esta nueva red de museos para que ésta no se limite a ser sólo una sucesión de rutilantes fachadas.