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Columna
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Forasteros

Si vienes a Madrid ya eres de Madrid, el lema elegido por la Comunidad, el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio para promocionar el turismo madrileño, suena como una amenaza, como un posible argumento disuasorio para el viajero que está de paso por la urbe y tal vez no quiere ser fagocitado por ella a la primera de cambio, casi sin haber sido presentados. Además, el viajero ya es de alguna parte y lo que busca precisamente es sentirse forastero, en Madrid y en A Coruña, digan lo que digan sus autoridades respectivas en sus consignas y campañas a la caza del turista veraniego.

Bajo el sol de agosto, con la mitad de Madrid cerrada por vacaciones y la otra mitad acribillada por las obras, el turista puede que sienta deseos de hacerse sueco, o esquimal, y solo querría ser madrileño para soltarle cuatro frescas en su argot nativo al camarero cuando le presenta la factura del gazpacho, la horchata o la paella, querría serlo pero no le serviría de nada porque el camarero seguramente será ecuatoriano, colombiano, o senegalés.

Sin embargo, Si vienes a Madrid ya eres de Madrid podría ser un magnífico lema para la emigración y aquí el equívoco sería dramático pues generaría nuevas concentraciones de despapelados atraídos por la engañosa oferta. Para clarificar y dar a conocer su campaña, la Comunidad, el Ayuntamiento y la Cámara van a invertir 4,5 millones de euros, dos de los cuales ya han ido a parar al anuncio de televisión que se emitirá este verano en cadenas de ámbito nacional, un anuncio en el que, según uno de sus mentores, se trata de presentar en 40 segundos una imagen sin tópicos de Madrid, ciudad y comunidad. Pero como los tópicos son tópicos precisamente porque son imprescindibles, entre las imágenes del video-clip aparecen la Plaza Mayor, la Cibeles y el Museo del Prado y, en insertos casi subliminales, los churros y el cocido, madrileñísimos pero no demasiado recomendables durante la canícula.

Un pequeño desliz como el que cometió el representante de la Cámara de Comercio en la presentación de la campaña, cuando habló ante los micrófonos del calor de los madrileños, del calor de sus calles y del calor de sus comercios, solo le faltó el calor de los termómetros para redondear la calorífica metáfora. Los turistas que este verano vengan a Madrid podrán abanicarse con las páginas de un tríptico que se repartirá en oficinas de turismo, hoteles y recintos feriales. Estos folletos se difundirán en ciudades europeas como Múnich, París, Londres, Milán, Roma o Zúrich. En la información publicada por este periódico no se menciona Lisboa, pero puede haber sido un lapsus, no una venganza por las ofensas últimamente recibidas, pues no faltará algún fundamentalista dispuesto a quitarle la madrileñidad incluso al mismísimo Figo.

Además de los trípticos podrían repartir diplomas para los nuevos ciudadanos, firmados y rubricados por doña Esperanza, don Alberto y el presidente de la Cámara, y, por qué no, también podrían expedir documentos de identidad con los que se optaría a descuentos comerciales, entradas de espectáculos y visitas a museos y monumentos. Todo para conseguir el fin primordial de la campaña que es, como resumen sin complejos sus responsables, "que cada vez haya más turistas", y que cuanta más pasta se dejen aquí, pues mucho mejor, podría ser el colofón innecesario de la propuesta.

La campaña Si vienes a Madrid ya eres de Madrid pretende también "seducir a visitantes nacionales y extranjeros, ofreciendo su diversidad cultural y comercial y su oferta de ocio". Loable pretensión que choca con la desolación cultural, el cierre de comercios y la degradación del ocio nocturno que cae sobre la capital, por ejemplo en el mes de agosto. Las actividades culturales y artísticas disminuyen irreversiblemente y suelen ser sustituidas por espectáculos, teatrales o musicales, pretendidamente ligeros, triviales y casi siempre baratos, y la vida nocturna se exhibe al aire libre más ruidosa que nunca. Madrid, en agosto, ni duerme ni deja dormir, y por eso los madrileños suelen huir al campo en estas fechas y hay que sustituirlos por turistas como sea. Por supuesto, doña Esperanza y don Alberto están entre los que se van y no se quedan a gozar de los frutos de su gran idea.

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