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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Ciencias marinas en la encrucijada

Más del 50% del Espacio de Investigación Europea está bajo el agua. Comprende las zonas económicas exclusivas y las plataformas continentales, desde el Ártico hasta el Atlántico subtropical, pasando por el Báltico, el Mediterráneo y el mar Negro. Representa un enorme capital que necesita de una gestión inteligente basada en un asesoramiento científico adecuado. Teniendo en cuenta esto y con la intención de revisar los resultados en I+D marinos del V Programa Marco y la marcha del actual, así como la identificación de temas y oportunidades para el próximo, se ha celebrado, hace unas semanas en Galway (Irlanda), la conferencia EUROCEAN 2004. En ella se puso un énfasis particular en la necesidad de aprovechar el conocimiento científico como base del asesoramiento en la gestión de los recursos marinos de todo tipo, protección del medio en las actividades económicas marinas y aplicación a los diferentes aspectos de la ley del mar y la delimitación de la zona económica exclusiva.

De lo allí dicho se vio claramente la tremenda ignorancia que todavía existe sobre los múltiples procesos y fenómenos que en el océano ocurren, su tremendo potencial económico en recursos de cuya magnitud y hábitat muy poco se sabe todavía y su ubicuo e inevitable impacto sobre nuestra vida y bienestar. Por lo que se conoce hoy día, la biodiversidad marina es un grado de magnitud inferior a la terrestre en número de especies, aunque más rica en formas de vida. Sabemos tan poco sobre ella que la probabilidad de encontrar nuevas formas de vida en la mar es muchísimo mayor, con un creciente impacto sobre el sector farmacológico y de nuevos productos. Puede que muchas especies desaparezcan antes de ser descubiertas, ya sea por cambios a largo plazo debidos a cambios climáticos, en los que el océano desempeña un papel protagonista, o por la acción humana (emisiones de contaminantes, destrucciones de hábitat, etcétera.).

Por otro lado, el océano almacena una enorme cantidad de energía a la espera de que nuevas tecnologías de conversión más efectivas la extraigan de las mareas, las diferencias de temperatura, olas y corrientes. Se calcula que sólo de las olas y corrientes se podrían extraer 200 millones de megavatios por hora cada año. Pero todavía la turbulencia, omnipresente en la dinámica de nuestro fluido geofísico, es casi un arcano, difícil de parametrizar y escollo clave en nuestros intentos de modelización de la circulación oceánica, incapaces, no ya de prever, sino de reproducir movimientos de diferentes escalas al unísono.

El estudio de los fondos marinos ha permitido descubrir, en los márgenes marinos, grandes inestabilidades (en las que tienen que ver los hidratos de gas, por otra parte fuentes de energía) que los convierten en regiones origen de riesgos de gran alcance: el 40 % de la población mundial vive en una franja costera de 120 kilómetros de ancho. El estudio geológico y geofísico de los fondos marinos es básico en la delimitación de las zona económica exclusiva: en estos momentos se reclaman 75 millones de kilómetros cuadrados, que equivalen a una significativa proporción de las áreas terrestres ocupadas; todavía no existe una información definitiva sobre la forma y calidad del fondo marino que ayude a establecer claramente las líneas de demarcación.

Podríamos seguir desgranando nuevos conocimientos o perennes ignorancias sobre el océano, o hechos sociopolíticos que redundan en su importancia, muchos ya repetidos en miles de ocasiones, aunque no por eso triviales. Lo realmente preocupante es que a pesar de lo dicho y mientras varios países de nuestro entorno económico y político han establecido una política integral sobre el océano, uno de cuyos principales ingredientes es la investigación, en nuestra Unión Europea -y, miméticamente, en España- no existe tal política, ni, en ausencia de ella, un programa específico de investigación en ciencias marinas. La misma UE que organiza EUROCEAN 2004 eliminó su programa de ciencias marinas, al mismo tiempo que nuestra Administración eliminó el suyo, y las diluyeron en los de medio ambiente, cambio global, recursos naturales, etcétera, haciendo más difícil su financiación, frenándose el proceso de cohesión de los oceanógrafos europeos y el importante progreso de los oceanógrafos españoles, que habíamos alcanzado un importante nivel competitivo.

Seguimos teniendo dificultades para lograr que las ciencias marinas ocupen el lugar que la importancia del océano les confiere. ¿No es nuestra comunidad científica capaz de transmitir tal importancia al ciudadano, y a nuestros políticos nacionales y europeos? ¿No les interesa a estos dos últimos ser convencidos? Las industrias y servicios marinos, directos beneficiarios del conocimiento, ¿no tienen el suficiente peso para influir en los estamentos apropiados, o no lo desean? Las adecuadas respuestas a estas preguntas se han de traducir, necesariamente, en un impulso a la investigación marina, desatendida en nuestro país y en el ámbito europeo en los últimos años.

Gregorio Parrilla Barrera y Carlos M. Duarte Quesada son oceanógrafos

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