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Columna
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Boicoteo

Enrique Gil Calvo

Por fin se ha producido el acuerdo sobre la mal llamada Constitución Europea, que no es una verdadera Constitución, limitadora de los poderes por ella constituidos, sino un Tratado intergubernamental para repartirse el poder de la UE entre Estados soberanos. Y si se la define como una Constitución auténtica es para que sigamos creyendo en la ilusión europeísta, cada vez más frustrante y fallida. Vano intento, pues el electorado europeo ha empezado a desconfiar.

Según han revelado las elecciones del 13-J, los europeos prefieren abstenerse mayoritariamente, boicoteando un proceso de integración de dudosa calidad democrática. Así demuestran el mismo eurodesencanto que yo expresé en mi pasada columna, pues los índices de abstención electoral en los comicios al Parlamento Europeo no hacen más que crecer a cada convocatoria. Y cuando la abstención crece, quienes se imponen por defecto son las candidaturas populistas y xenófobas.

Pero como señala Chantal Mouffe, el auge del abstencionismo y del populismo no hace sino expresar el rechazo ciudadano a una democracia parlamentaria que se desacredita a sí misma, al incurrir en prácticas consociativas de reparto de poder mediante pasteleos y componendas.

Y los pocos que votaron el 13-J no lo hicieron tanto para participar en la construcción europea como para expresar un voto de castigo contra sus respectivos Gobiernos. Así sucedió en toda Europa, y en el fondo aquí ocurrió lo mismo. Es verdad que aquí venció el Gobierno, pero eso fue porque en realidad sus electores estaban votando contra el anterior Gobierno de Aznar. Y desde luego el PP ha interpretado los resultados europeos como un voto de castigo a Zapatero, ya que la ventaja electoral que éste adquirió el 14-M se ha reducido sensiblemente a tres meses vista.

De ahí que la oposición se haya rehecho recuperando su moral de combate, dando así por cerrado el periodo de duelo que se abrió con su dramática pérdida del poder. En efecto, si los resultados electorales del 13-J se leen como una segunda vuelta del 14-M, tal como hace interesadamente el PP, puede parecer que los ciudadanos han perdonado ya los pasados abusos del Gobierno de Aznar que le costaron su salida del poder. Y en tal caso, descontada ya su deuda política, el PP se siente con derecho a pasar al contraataque.

La dulce derrota sufrida por el PP equivale políticamente a una victoria relativa. Y ello se ha interpretado como un triunfo personal de Rajoy, que le permitiría emanciparse de la pesada herencia de Aznar para consolidar su propio liderazgo. Lo cual parece plausible.

Pero luego se añade que, para cortar el cordón umbilical que le liga a quien le designó, Rajoy debería romper con el sombrío legado aznarista y emprender un decidido viaje al centro, para el que parece predestinado por el talante de su carácter. Y es verdad que la flema socarrona de Rajoy dista años luz de la hostilidad emocional de Aznar. Pero de ahí a pensar que Rajoy se volverá pacifista, renunciando al estilo aznarista de sistemática agresión permanente, media un abismo.

El PP intentará boicotear al Gobierno del PSOE por todos los medios, tanto limpios como sucios. Y lo hará porque tiene que evitar a cualquier coste que Zapatero consolide su imagen como Presidente logrado. Éste fue el gran error que cometió el PSOE en 1996, cuando Aznar ganó por los pelos tras la dulce derrota de González. Entonces se pensó que Aznar duraría poco, dada su patente debilidad. Y se le dejó hacer, otorgándole un tiempo precioso que aprovechó para consolidarse en el poder, ganando en 2000 por mayoría absoluta.

Y eso es lo que podría suceder ahora con Zapatero. Si se le dejase libre durante algún tiempo, se consolidaría en el cargo, sacando en el 2008 mayoría absoluta. Y esto el PP no lo puede permitir: de ahí que deba boicotearle desde el primer momento, segando la hierba bajo sus pies. Es lo que ha hecho este mismo fin de semana, al descalificar la más que digna cuota de poder que Zapatero acaba de obtener en Bruselas, para reparar así el pasado boicoteo de Aznar a la Constitución Europea.

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