¿De qué cifras hablamos?
La carta del señor Albizu Cifras reales, publicada el pasado 13 de junio, que pretende "desmitificar" la dimensión concedida al fenómeno homosexual (por extraordinario, quizás) y lo reduce al 1,4% de la población, me ha parecido un fenómeno (una manifestación) de la ignorancia popular y la falta de compromiso ético con la verdad.
¿Por qué no aplicar su método de análisis estadístico al fenómeno del ateísmo? Dejemos a un lado 500 años de persecuciones, Inquisición, expulsiones, etc. Ignoremos el hecho de que durante el franquismo, por ejemplo, los ciudadanos no tuvieron derecho a no bautizar a sus hijos, o que confesarse ateo era reconocer que, al no tener alma, no se poseían atributos humanos como el sentido de la solidaridad, de la justicia, del amor y del respeto por los demás, y que de ser así, esto era excepcional, fuera de lo común, ya que ¿cómo puede ser alguien decente si no tiene temor de Dios? Así, resulta que el ateísmo es un fenómeno, que el número de ateos es ridículo y que, por tanto, no hay que prestar atención a sus derecho o a su modo de ver la vida.
Pero la verdadera valentía consiste en el compromiso personal con la verdad y la justicia (y con la humanidad) sea mayor que con los propios prejuicios y fobias. Porque no sé en qué estadística aparecería el pederasta felizmente casado y con hijos, oficialmente heterosexual, si se extiende la idea de que un homosexual, por serlo, tiene tendencia natural al acoso sexual aunque sea a niños. El castigo para esta doble injusticia es evidente: nuestros hijos estarán desprotegidos porque nos dedicaremos a señalar a alguien de forma gratuita, sin advertir que tenemos al lobo en casa, protegido por las estadística reales.
Que la ciencia haya establecido ya que la sexualidad es un continuum difícilmente parcelable (porque varía casi con cada individuo) parece no poder competir con esa certeza absoluta que tienen algunos de que conocen realmente qué es natural y qué no lo es, esos privilegiados que oyen los mensajes desesperados de la diosa naturaleza, nombrados por ella comisionados en defensa de la humanidad frente a las prácticas contra natura.
¿No es mejor sembrar en nuestra sociedad la honestidad con uno mismo y con los demás y el respeto por las preferencias de cada uno? Entonces no utilicemos estadísticas de judíos 48 horas después del Holocausto, porque sería una inmoralidad monstruosa: esto es, el polo opuesto a una historia de amor entre bisexuales u homosexuales, si es de lo mejor del ser humano de lo que estamos hablando.
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