La moda catalana aporta su concepto de modernidad y lujo a la ropa nupcial
Una exposición recorre un siglo de artesanía sobre el traje de novia
La pasarela de novias de Barcelona, una de las más importantes y de mayor facturación a nivel internacional en su género, se abrió ayer con cinco desfiles que demostraron la pujanza de una industria en la que el diseño de innovación se impone sobre las convenciones. Entre otros, Jesús del Pozo con su estilo, Rosa Clarà con su lujo material, Modesto Lomba en aire retrofuturista y, cerrando jornada, Raimon Bundó.
Rosa Clarà apostó por los escotes nada clericales, y al son de un Prokofiev pasado por la Turmix electrónica, sus modelos mostraron largas colas princesa deconstruidas, contrastes de dos sedas (brillo y mate) en patrones geométricos de despliegue diagonal. Estaba presente la estética de la década de 1950, las nuevas texturas y la impronta de rizados, jirones figurados volátiles, plisado Fortuny y cantos mordidos o salvajes. Era lujo de cierto afrancesamiento, como en la muy conseguida esclavina de organza.
Y en primera fila del desfile de Clarà, la legendaria modelo norteamericana Pat Cleveland, que fue conocida en su día como la modelo del millón de dólares, pues fue la primera que cobró esa suma por un trabajo. Su hija Anne van Ravenstein desfiló ayer con ese aire displicente y distante que también caracterizaba a su progenitora; Pat, que está especialmente ligada a Barcelona (aquí desfiló en un Gaudí en 1987 y en 1992 Manuel Pertegaz la vistió como La Dama del Paraguas para los actos de las Olimpiadas), destacó la calidad de este prêt-à-porter nupcial, altamente competitivo e innovador.
Jesús del Pozo, por su parte, presentó una colección en torno al drapeado. Una novia que luce cinturones que a su vez sirven de cola. Las modelos mostraron cuerpos entallados que desembocan en faldas con grandes volúmenes. Un patronaje muy trabajado que se nutre de organzas de seda, gasas y de sutiles sedas y rasos de lino y algodón. Esta temporada, el diseñador apuesta por los marfiles y el color champaña hasta el blanco roto.
A mediodía, el consejero de Comercio, Turismo y Consumo, Pere Esteve, inauguró la exposición Un siglo de moda nupcial: 1860-1960. Carmina Viñas y su hija Carmina Pairet, de la tienda barcelonesa L'Arca de L'Àvia, han sacado lo mejor del arcón de su colección particular. "Es un recorrido por el vestuario femenino a través de la novia. Un vestido cada 10 años", explicó Viñas, y añadió que la mayoría de estas joyas textiles han pertenecido a familias de la burguesía catalana. Viñas destacó el ejemplar de la década de 1920, elaborado en crepé de seda de marfil con media cola y velo de encaje de plata. La exposición la cierra un vestido de seda de Manuel Pertegaz de 1963.
Modesto Lomba viajó al pasado para imaginarse el futuro. El resultado, perfecto. Una colección innovadora que juega con las geometrías de inspiración futurista remarcadas con vivos. El diseñador, que presentó su primera colección de vestidos de novias en la pasarela Gaudí en 1995, abre el volumen por debajo de la cadera y juega en algunos de sus vestidos con los cristales de Swarovsky. Destacaron una falda y un corpiño con un plisado diminuto elaborado a mano. Lomba se mueve del oro al blanco y juega con los tules de forma sugerente.
Merche Segarra se estrenó en Gaudí como diseñadora de la firma Jesús Peiró. Destacaron las prendas inspiradas en la naturaleza en lino y seda y una pincelada de una nueva propuesta más informal llamada Woda, un cruce entre el wedding y la moda. Cerró la jornada Raimon Bundó con su experimentada factura, uno de los pioneros e introductor del prêt-à-porter nupcial en el mercado español.
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