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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Fondo, en Madrid

Han pasado 60 años desde la conferencia de Bretton Woods, en la que se suscribieron los acuerdos que han venido sustentando la arquitectura institucional y la disciplina cambiaria de las relaciones internacionales de posguerra. Las instituciones siguen, pero sus funciones han cambiado sustancialmente. Doce países europeos han llevado a cabo un experimento inconcebible entonces: la sustitución de sus monedas por una común. Curiosamente, la desaparición de la disciplina a supervisar no ha impedido la multiplicación del número de Estados miembros de la principal institución nacida en Bretton Woods. El Fondo Monetario Internacional (FMI) se aproxima a esa configuración ecuménica que reclamara J. M. Keynes en la sesión inaugural de aquella conferencia.

El contrapunto de la universalización de esas instituciones es su escasa adaptación a la nueva realidad. Estados Unidos sigue disponiendo de la mayor capacidad de decisión financiera mundial. Garantizar la reducción de esa asimetría es una de las tareas del nuevo director gerente, Rodrigo Rato. Las otras tienen que ver con la necesidad de preservar al mundo de esos demasiado frecuentes episodios de inestabilidad con que nos sorprende el proceso creciente de integración financiera internacional. No son tareas fáciles, pero sí han sido repetidamente convenidas por casi todos los gobiernos.

De hacer más habitable la escena financiera internacional se ha hablado en el Banco de España, organizador de una conferencia conmemorativa a la que han acudido algunos de los académicos y autoridades financieras más destacadas. Que haya sido en Madrid, como ocurrió en el 50º aniversario de Bretton Woods, dice mucho de las instituciones españolas. Tanto más cuanto que nuestro país tuvo que esperar 14 años antes de incorporarse a esas instituciones. Lo que hace falta ahora es que esa voluntad de regeneración no se quede sólo entre los muros del palacete de Cibeles. Es necesario, como entonces, un acuerdo global, un código para la circulación financiera internacional.

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