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Una de cada cinco anoréxicas fallece a causa de los efectos de la desnutrición

Un 30% de las afectadas se convierte en enferma crónica con numerosas hospitalizaciones

La anorexia es una enfermedad femenina. Más del 95% de quienes la padecen (alrededor del 2% de la población, según distintos cálculos) son mujeres menores de 25 años. De ellas, hasta un 20% fallece a causa de sus complicaciones. Otro 30% se convierte en una enferma crónica, que necesita sucesivas hospitalizaciones. No se conoce, de momento, una causa fisiológica para el trastorno. Su tratamiento es psicológico y psiquiátrico, y se basa en modificar la conducta de las afectadas, explica la psiquiatra del hospital Gregorio Marañón de Madrid Mara Parellada.

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Parellada trabaja en la Unidad de Psiquiatría para Adolescentes del hospital madrileño. Esta sección del centro sanitario es una unidad aislada del resto y cerrada, y trata a 20 chicos y chicas de entre 12 y 16 años con problemas psiquiátricos. Entre ellos se encuentra una media de cuatro o cinco anoréxicas.

"Esta unidad está dedicada a hospitalizaciones breves, de hasta 16 días, pero las anoréxicas suben esa media", indica Parellada. Su estancia suele ser superior al mes. Atiende a pacientes jóvenes, pero ello no evita que hasta un 30% de las enfermas (las chicas son más del 90%, afirma la psiquiatra, aunque por el centro han pasado cuatro o cinco chicos) repita.

Ingresan porque tienen una situación de riesgo médico o psiquiátrico. Presentan desnutrición, pérdida de electrolitos, deshidratación o estreñimiento pertinaz, indica la médica. La falta de sales afecta a su ritmo cardiaco, y corren el peligro de una parada, añade. Pero tan importante como estas consecuencias están las psiquiátricas, ya sea por problemas de agresividad o por tendencias o intentos de suicidio, afirma Parellada.

Masa corporal

Su índice de masa corporal (una cifra que se obtiene dividiendo el peso en kilos entre la altura en metros al cuadrado) suele ser inferior a 15. Ello quiere decir que una chica que mida 1,60 pesa menos de 38 kilos, por ejemplo. Lo ideal es que el índice esté entre 21 y 24, según los expertos.

Una vez que ingresan, las pacientes siguen un estricto régimen de horarios y actividades. Parten de una situación de "privilegio cero", explican José Romo, enfermero de la unidad, y Marta Martínez, auxiliar. Ello implica que no pueden recibir llamadas, ni visitas; se les restringe la posibilidad de poder leer, hasta de poder estudiar. "A cada una se le pauta un objetivo", indica Parellada. "Les dices, por ejemplo, que no se van con menos de 44 kilos y que hasta llegar a los 40 no pueden llamar", explica la psiquiatra.

Esos objetivos se negocian con las muchachas, y, además del peso, incluyen aspectos como el tener comportamientos alimentarios o psiquiátricos adecuados. Es una terapia puramente conductiva, añade la médica.

"Cuando llegan, nos ven como enemigos", afirma Martínez. "Hay que ganarse una confianza que no están dispuestas a dar", añade Romo. "Al principio amenazan con que aunque les hagamos comer en cuanto salgan se van a poner a dieta, pero luego se les pasa", añaden los cuidadores.

En la unidad trabajan 17 personas. "Las chicas pasan de tener dos padres a tener 17", explican. "Con una diferencia: nosotros somos mucho más duros", comentan.

Para evitar que las adolescentes "manipulen" o busquen fisuras en el equipo que las atiende (psiquiatras, psicólogos, enfermeros, auxiliares pero también una maestra de primaria y un profesor de instituto para que sigan con sus estudios) se lleva un registro de cada una. Además, en los cambios de turno se da un informe verbal a los que empiezan a trabajar, y el grupo se reúne por la mañana para estudiar la evolución de las enfermas. "Es muy importante que vean que hay unicidad", dice la psiquiatra.

"A diferencia de las anoréxicas adultas, las adolescentes vienen obligadas", dice Parellada. Al principio, el proceso se concentra en que vuelvan a estar bien alimentadas, porque "la propia desnutrición tiene efectos psicológicos y produce cambios cognitivos y depresión, obsesiones y rigidez en las conductas", explica la psiquiatra. Hasta que no se pasa esta primera fase no se puede ver cuál es el estado real de las chicas.

Luego, todo el proceso funciona mediante la negociación con las jóvenes. Cuando se las pesa por la mañana, se les deja ver el resultado. Cuando devuelven las bandejas con la comida (cada una sigue una dieta personalizada), un enfermero comenta con ellas lo que han comido y lo que se han dejado. "Tienen que darse cuenta de lo que han hecho, y de que no nos engañan", explica.

Preparación de las bandejas de comida para las anoréxicas en el hospital Gregorio Marañón.
Preparación de las bandejas de comida para las anoréxicas en el hospital Gregorio Marañón.LUIS MAGÁN

Vigiladas durante las 24 horas

Las ingresadas en la Unidad de Psiquiatría para Adolescentes por anorexia están vigiladas las 24 horas del día. La única excepción es cuando van al baño, pero hasta el tiempo que pasan en él y lo que hacen se controla.

Su jornada empieza a las 8.30. Después de orinar, se las pesa. Luego pasan el día entre terapias, clases, y los cuatro momentos más duros para ellas: desayuno, comida, merienda y cena.

El momento de comer está estrictamente regulado. Comen solas, para evitar que comparen su menú con el de sus compañeras o intercambien alimentos entre ellas, y tienen 20 minutos para desayunar y merendar y media hora para comidas y cenas. Acaben o no, tienen que estar frente a la bandeja ese tiempo.

Luego tienen reposo obligatorio (media hora o una hora). En sus habitaciones individuales hay cámaras, para evitar que utilicen esos momentos o los de la noche para hacer ejercicio o intentar quemar grasas.

Hasta la ropa está controlada. Disponen de tres mudas y de prendas de tallas y colores adecuados y en la cantidad "mínima razonable", explica la psiquiatra Mara Parellada. Todo el sistema es una mezcla de régimen de vigilancia y de normalidad (van a clase y pueden vestir ropa de calle).

También tienen prohibido hablar entre ellas de la enfermedad o tener revistas o libros que hablen de dietas, por ejemplo. Uno de los objetivos de este control es evitar que aprendan trucos para adelgazar o para disimular con sus padres y el personal que las trata, "aunque siempre aprenden y las veteranas son verdaderas expertas", dice la auxiliar Marta Martínez. "Se contaminan rápidamente", afirma el enfermero José Romo.

También se trata de que no tengan sentido de comunidad, de que vean que lo suyo es una enfermedad, no algo socialmente aceptable, dice la psiquiatra. En este sentido, la médico insiste en que hay que tener mucho cuidado con las campañas en los colegios y en los medios de comunicación. "Pueden llegar a pensar que es algo normal", dice.

En la unidad conviven con otros enfermos psiquiátricos y participan con ellos en talleres y terapias. "Es muy importante que tomen conciencia de que son enfermas", comenta Romo. "Ellas dicen: 'Que no estoy loca'. Y le contestas: 'No, pero tienes una enfermedad", ejemplifica él.

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