'O Bahía'
El recuerdo del desastre del Prestige ha influido seguramente en la muy distinta actitud de las autoridades ante la tragedia de O Bahía, el pesquero hundido en aguas de la Costa de la Muerte, en un naufragio en el que perecieron sus 10 tripulantes. Cuatro de ellos siguen desaparecidos, probablemente atrapados en el casco del barco, a unos 70 metros de profundidad. Frente a la lentitud de reflejos de los ministros y otras autoridades de entonces, ahora ha habido una actitud de acercamiento personal -al lugar y a los familiares- y una mayor diligencia en la movilización de medios para el rescate de los pescadores fallecidos.
Pero también se ha evidenciado la habitual precariedad de medios, que se manifiesta sobre todo en la dependencia exterior a la hora de afrontar las consecuencias de los siniestros. Una cierta especialización internacional es lógica, pero llama la atención que en un país con tantos kilómetros de costa y con la mayor flota pesquera del continente, haya que recurrir a buques holandeses o de otra nacionalidad, dotados de los sistemas de descompresión necesarios para inmersiones de buzos a cierta profundidad. La Armada española posee cámaras de saturación que realizan esa función, pero por alguna razón desconocida no ha sido posible ponerlas a disposición de los equipos de rescate.
No es normal que Galicia, y especialmente esta Costa da Morte cuyo nombre es suficientemente expresivo, siga sin contar con la organización y los medios imprescindibles de rescate y prevención. A raíz del hundimiento del Prestige se constató que los medios no estaban a la altura de las necesidades en infraestructuras, buques succionadores, barreras oceánicas, etcétera. Ahora resulta cuando menos chocante que los buzos que han estado trabajando en O Bahía hayan debido acudir desde Alicante y que los medios a su alcance sólo les permitan desempeñar su arriesgada misión durante pocos minutos. Ayer fue avistado otro cadáver en el interior del barco, pero su rescate tuvo que ser aplazado por ese motivo hasta la llegada al lugar del buque holandés contratado al efecto, cuyos buzos pueden hacer inmersiones de hasta seis horas.
La especialización foránea a la que ahora recurrimos es imprescindible en un mundo complejo. Pero ni es una ciencia infusa ni requiere, en el caso que nos ocupa, una tecnología al alcance exclusivo de las superpotencias. Bastarían unas inversiones razonables para conseguir que los mares españoles fueran más seguros y, llegado el caso, menos inextricables.
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