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Columna
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La jaula

Desconocemos el mecanismo de simultaneidad del tiempo, pero funciona. Más allá del pacto, descreemos por completo de su naturaleza sucesiva, la del tiempo. Porque nos pasan cosas difíciles de explicar desde la convención de su sistema, pero comprensibles desde el pensamiento asistémico, el libérrimo. Más aún desde lo que sale del corazón, como decía la Zambrano, otra vez la Zambrano: el pensamiento que sale rítmico, acompasado. Ese orden, que no quiere decir sucesión. Ese tiempo. Algo así ha debido de pasar con Fábulas, el libro de Luis Goytisolo que acaba de reeditar Alfaguara. Porque, formado por tres partes, Ojos, círculos, búhos; Devoraciones, y Una sonrisa a través de una lágrima, escritas, ¿sucesivamente?, en 1968, 1973 y 1978, se diría que fue concebido ayer. Hay que leerlo para creerlo (y lo leía la Zambrano, dijo Goytisolo, otra vez la Zambrano, y Valente: los grandes). En el prólogo a esta edición, lo explica de forma insuperable el crítico literario Ignacio Echevarría ("cuenta la jaula, no el pájaro"), y lo recordó en la presentación que se celebró esta semana en La Casa Encendida: "¿Será posible que ya entonces todo, absolutamente todo, estuviera allí, expuesto a la mirada concéntrica, insomne, de quien tenía ojos para verlo?". Pues lo es. Así que es más que posible (y este libro hasta lo hace probable) que todavía estemos allí, o que ya estuviéramos aquí entonces, o, como aventuró Andrés Rábago (El Roto), que también presentó este libro visionario, glosando otras palabras del escritor que se referían a la pérdida de rotación de los planetas, quizá el planeta nuestro se paró hace tiempo y somos nosotros los que seguimos dando vueltas y más vueltas. Presumiblemente absurdas y abismales.

Porque todo lo que aparece en Fábulas es, con exactitud, lo que está sucediendo hoy, la (más rabiosa) actualidad. Hasta Donald Fauntleroy, por todos conocido como Pato Donald y cuyo 70º cumpleaños ocupó anteayer su buen espacio en la prensa mundial, aparece en sus páginas; disfrazado, eso sí, de Bugs Bunny. Y se diría que habla Bush, de quien por aquel entonces papá no hacía carrera, y ahora ya ven. La sociedad de consumo ("sólo hay un consumo reprobable: el consumo de tiempo"), la cultura de masas, la televisión, la publicidad, las modernas técnicas de comunicación, la conspiración, el terrorismo y la cultura del terror ("que cada cual sea su propio policía. A eso aspiramos"), las estructuras del poder, el discurso del poder, la retórica del poder. Treinta años antes, el nuevo orden: punto por punto, "el orden más perfecto de todos los tiempos": "el Estado como empresa de las empresas". Cuando, al menos por estos pagos, ni siquiera había varios canales (había dos) en el televisor, a ese narrador concienzudo, subversivo y satírico que es Luis Goytisolo ya le apestaba su basura, y ahora ya ven; cuando los abusos sexuales en los colegios religiosos formaban parte solapada del plan de estudios, él hablaba del Enculator of Boston, y ahora ya ven; cuando Europa era una quimera (por cierto, ¿qué es Europa?), en los discursos orwellianos de su Comité Ejecutivo del Consejo de Administración Central o de un tal Segismundo "no costaría reconocer", como sigue diciendo Echevarría, "un trasunto de cualquier dirigente de la flamante Unión Europea". Y el domingo a votar. Este domingo, quiero decir. Quien vaya, quiero decir. Ya ven.

Así que de tiempo sucesivo, nada, como se puede comprobar con Fábulas. O el libro es producto de una mente genial, gran literatura. Real como la literatura misma. Desternillante como la misma vida, porque te mueres de risa con su humor sobrecogedor, el de la vida y el del libro: "¿Quién se está riendo de quién, de qué nos estamos riendo, hay motivos para reírse?", dijo de Fábulas Vargas Llosa. El caso es que la simultaneidad del tiempo, o lo que sea, le ha jugado una buena pasada a este libro, trayéndolo del pasado para ponerlo en su sitio, y de paso nos hizo pasar un muy buen rato a los que estuvimos en la presentación de La Casa Encendida. De vez en cuando pasa, hasta en las mejores jaulas. Y, por cierto, ese mismo día, a la misma hora, simultáneamente, cosas de eso que llamamos (y Borges) azar, Richard Clarke, ex jefe de la lucha antiterrorista de los EE UU, autor del libro Contra todos los enemigos (Aguilar), repetía en el Círculo de Bellas Artes que "Sadam no era ninguna amenaza para los EE UU, y menos aún para España". Por cierto. Qué casualidad.

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