El cuento de una actriz maorí en Hollywood
Keisha Castle-Hughes, que optó a un Oscar por 'Whale rider', difunde la cultura de su pueblo
Tuvo buen ojo el director de reparto que la eligió entre 10.000 aspirantes, el mismo que descubrió hace años a Anna Paquin, la niña de El piano. ¡Menuda labia la de Keisha Castle-Hughes! ¡Y qué mirada! Escuchándola nadie diría que acaba de cumplir sólo 14 años. Sus reflexiones son maduras y razonadas. Su físico, en cambio, sí revela la edad: es menuda -mide a penas 1,50 metros- y, aunque esconde incipientes redondeces inexistentes cuando filmó, hace dos años, su primera película, Whale rider, sigue poseyendo un cuerpo infantil. Pues bien, a esta adolescente australiana, medio maorí -su madre lo es- y de origen humilde, que vive en un suburbio de Auckland, en Nueva Zelanda, le corresponde el mérito de ser la intérprete más joven designada candidata a un Oscar como mejor actriz en toda la historia de los premios.
Fue candidata en la última edición por su papel de Pai Apirana, una pequeña maorí émula de su ancestro Paikea, el jinete de la ballena, empecinada en convertirse en líder de su pueblo. Al final, la estatuilla se la llevó Charlize Theron, pero la realista Keisha Castle-Hughes se sintió recompensada por la magia que vivió aquella noche -"¿Qué más puede desear una niña como yo que quiere ser actriz?"-, pero sobre todo por tener la oportunidad de conocer a sus dos ídolos del mundo del cine: Johnny Depp y Julia Roberts.
Le brillaban los ojos el pasado miércoles en el Fórum de Barcelona, donde presentó Whale rider, al evocar el encuentro con sus héroes de la pantalla en una entrevista con EL PAÍS. "Desde que tengo uso de razón soy una admiradora incondicional de Julia Roberts; he visto todas sus películas, y me encantan. Y, en cuanto a Johnny Depp, ¿qué puedo decir? ¿Hay alguna muchacha de mi edad que no esté locamente enamorada de él? Cuando me los presentaron me emocioné un montón, en ambos casos. Según dice mi madre, son las dos únicas veces en mi vida, que ella recuerde, que me he quedado sin palabras", comenta, divertida, Castle-Hughes. Y la impresión debió de ser descomunal porque, verdaderamente, esta chica no parece nada propensa a los silencios.
Desde que fue elegida para protagonizar Whale
rider, Castle-Hughes se siente "una privilegiada". Primero, por participar en un filme que contribuye a difundir la cultura maorí, y luego porque transmite "valores positivos" y se habla en él de "temas universales": la muerte, el amor, la familia, el papel de la mujer, las tensiones generacionales, la preservación del medio ambiente... Justo por eso, está convencida, el filme, dirigido por Niki Caro, ha tenido tanto éxito de público en Nueva Zelanda, pero también en Estados Unidos, por no hablar de los numerosos premios recibidos allí.
Y, aunque está orgullosísima de su trabajo en la cinta, lo cierto es que todavía le pesa haber mentido para lograr el papel. Juró en falso que sabía nadar, una habilidad imprescindible para todo jinete de ballenas que se precie, y que cantaba como los ángeles. En fin, que no le quedó más remedio que asistir a clases de natación y de música. "Y, pese a las lecciones", confiesa, "sigo sin ser demasiado buena en ninguna de las dos cosas". Tuvo que profundizar asimismo en algunas costumbres maoríes -una comunidad integrada en Nueva Zelanda por unas 500.000 personas, el 12% de la población-, y a ello la ayudaron, explica, además de sus compañeros de reparto, los 50 vecinos del pueblecito donde se hizo la película. "Sentí mucha presión durante el rodaje, porque era una gran responsabilidad representar a mi pueblo y yo lo quería hacer con gran respeto", se sincera.
Después de Whale rider, Castle-Hughes ha seguido con su vida normal, salvo una escapada a Hollywood para interpretar un pequeño papel en Star wars III.
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