"Irán no quería verme en la presidencia de Irak"
Adnán Pachachi (Bagdad, 1923) era el político al que la mayoría de los notables iraquíes respaldaban para presidente de Irak durante el periodo transitorio. Contra todo pronóstico, el pasado día 1, dijo que no. "Fue una decisión que me ha convertido en el hombre que rechazó la presidencia", admite en una conversación con EL PAÍS en su piso de Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), donde descansa unos días del barullo y las intrigas de Bagdad. No ha tirado la toalla. A pesar de sentirse víctima de una conspiración, o precisamente por ello, piensa medir sus fuerzas en las elecciones del próximo año, convencido de que representa a la mayoría silenciosa de iraquíes. Incluso entre quienes le acusan de no tener la piel lo bastante dura, se reconoce su honradez. "Es el único que no tomó al asalto un edificio público", señalan varios expatriados iraquíes en referencia a las sedes de los partidos políticos tras la caída de Sadam.
Pregunta. ¿Por qué rechazó la presidencia de Irak?
P. Entonces, va a presentarse a las elecciones del próximo año.
R. Por supuesto. No le voy a negar que me hubiera encantado ser presidente, pero no en esas condiciones.
P. ¿Recibió presiones de Estados Unidos?
R. Los americanos nunca me pidieron que fuera presidente ni tampoco me recomendaron que me apartara del cargo. Ahora bien, según lo que me dijo Masud Barzani, y había tres testigos, Ayad Alaui, Yalal Talabani y Nasir al Chaderchi, un representante de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) fue a verle y le preguntó qué le parecía Gazi al Yauar; entonces, según Barzani, él inquirió qué pasaba conmigo, a lo que respondió que no me interesaba, que prefería ser embajador en Washington. Todos esperábamos mi nombramiento porque en las consultas que, según la Ley Administrativa, Brahimi había mantenido con varios miles de iraquíes, mi nombre era el que mayor respaldo suscitaba. Para Brahimi estaba claro que yo era el candidato preferido y me siento muy honrado de haber recibido el respaldo popular. Si no hubiera renunciado, hoy sería presidente, pero nadie me presionó. Fue mi propia decisión, incluso en contra de mis propios colegas.
P. ¿Qué motivó la campaña en su contra?
R. Había algunos miembros del Consejo que no aprobaban mi designación. Unos por envidias personales; otros porque represento el enfoque liberal, democrático y laico que se niega a hacer de las diferencias sectarias y religiosas un factor político. También rechazo la idea de un Estado confesional, defiendo la plena igualdad de hombres y mujeres, y subrayo la importancia de las relaciones con el mundo árabe frente a un cierto nacionalismo iraquí. Querámoslo o no, el 80% de los iraquíes somos árabes e Irak no puede permitirse dar la espalda al mundo árabe. Además, abogo por la reconciliación nacional frente a la desbaazificación radical que quieren imponer algunos: considero que todos los iraquíes, salvo unos pocos implicados en crímenes, deben participar en la reconstrucción del país.
P. De alguna forma, su renuncia es un fracaso de las fuerzas laicas y liberales frente a los religiosos militantes...
R. Sin duda. Sigo pensando que la mayoría de los iraquíes respaldan el proyecto liberal y democrático, pero están desorganizados y fragmentados, mientras que los otros tienen una estructura y un objetivo claros. La tarea ahora es organizar a esos elementos laicos, a la mayoría silenciosa. Estoy convencido de que el 90% de las mujeres apoyan un proyecto así. Me satisface que el sistema electoral aprobado sea por voto proporcional y distrito único, lo que permitirá que se elijan políticas, ideas y convicciones, en vez de personas. Confío en que dé una oportunidad a quienes creen en un Irak laico.
P. ¿Por qué se inmiscuyó el Consejo de Gobierno en la formación del Gobierno provisional? La Ley Administrativa no le otorgaba ningún papel al respecto...
R. El Consejo no eligió al primer ministro tal como se ha dicho en la prensa. Puedo asegurárselo porque yo era uno de sus miembros. Teníamos una reunión a las tres de la tarde. Una hora antes vino Bremer y nos informó de que se había decidido, con el visto bueno de los chiíes, que Alaui fuera primer ministro. Entonces, se hizo público, pero el Consejo ni votó ni respaldó esa elección. Fuimos informados y lo acogimos positivamente. El resto es parte de la campaña de desinformación por aquellos que han querido secuestrar todo el proceso. Fue una conspiración.
P. En ese caso, ¿no hubiera sido mejor mantenerse firme que renunciar?
R. A veces me pregunto si hice lo adecuado... Pero cuando miro el país, me reafirmo en que tener que luchar contra otros sólo hubiera aumentado las divisiones, y ya hay tantos problemas que una lucha en el Gobierno hubiera resultado dañina.
P. ¿Quiénes estuvieron detrás de la conspiración?
R. Chalabi, algunos partidos religiosos chiíes y los kurdos.
P. Una alianza bastante extraña, ¿no?
R. Chalabi ha perdido el apoyo estadounidense y depende de los partidos religiosos chiíes, que le manipulan en su interés, y de Irán. Evidentemente, Irán no quiere verme en la presidencia de Irak ya que está en contra de todo lo que defiendo, y yo discrepo completamente de su enfoque de la religión y la política. A los kurdos, por su parte, no les gustan mis convicciones árabes.
P. ¿Qué le parece el papel de Brahimi en esta crisis?
R. No debiera haber retrasado el anuncio de los resultados de sus consultas porque dio tiempo a que se montara la campaña. Si hubo un intento estadounidense de marginarle, no fue lo suficientemente fuerte. Mi impresión es que la CPA fue neutral.
P. ¿Cómo evalúa la situación actual en su país?
R. Ahora es terrible. Induce al pesimismo, pero no tenemos esa opción. Tenemos que ser optimistas porque de lo contrario nos habremos rendido. La violencia continúa. Alaui ha dado un paso en el buen sentido decretando la disolución de las milicias y su integración en el Ejército. El asunto clave sigue siendo la seguridad. Se calmará un poco durante algún tiempo y luego estallará de nuevo. Al menos mientras siga habiendo tropas extranjeras. Resulta una situación muy conveniente para los terroristas.
Un líder laico y liberal
Adnán Pachachi se ríe con ganas cuando cuenta la única vez en su vida que ha vestido una dishdasha, la tradicional túnica árabe. Fue en Madrid. Tenía que asistir al funeral de Estado por Franco y a la ceremonia de coronación del rey Juan Carlos, pero carecía del traje requerido por la etiqueta. Un diplomático de protocolo le ofreció la dishdasha que guardaba como recuerdo de su destino en un emirato del golfo Pérsico.
La anécdota revela mucho del talante de este hombre, que sin duda se siente más cómodo con su blazer cruzado azul marino. Es el político que a Occidente le gustaría ver al frente de Irak: liberal, laico, con formación internacional y limpio de vínculos con el régimen de Sadam. Pachachi, que acaba de cumplir 81 años el pasado mayo, fue ministro de Exteriores entre 1966 y 1967, justo antes del golpe de Estado de 1968.
Ese segundo, y definitivo, intento de los baazistas por hacerse con el poder le pilló en Nueva York, como embajador ante la ONU, un puesto que ya había desempeñado entre 1960 y 1965. Enseguida se exilió en los Emiratos Árabes Unidos, donde trabajó primero para el Gobierno y luego como representante personal del jefe del Estado. En la ONU conoció al abuelo de José María Aznar, Manuel Aznar. "Cuando me encontré con el presidente Aznar se lo dije", comenta.
El año pasado abandonó su exilio y aceptó formar parte del Consejo de Gobierno ahora disuelto. Perteneciente a una familia de la élite suní de Bagdad, su nombre era uno de los pocos conocidos entre los 25 miembros. "Sólo entre los viejos", dice realista, "y el 50% de los iraquíes tiene menos de 20 años". Fundó entonces Demócratas Independientes de Irak, un partido con el que quiere agrupar a las fuerzas liberales por encima de diferencias étnicas y religiosas.
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