_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En la escena del crimen

Me voy a realizar una investigación de campo a la Barceloneta, horas después del hallazgo del cadáver descuartizado de una mujer. Es mi primer crimen y estoy nerviosa, aunque los nervios no me impiden reparar en que la Barceloneta es el único barrio de esta ciudad donde existe una librería especializada en literatura criminal. Me encamino hacia el lugar de autos con ánimo de sumergirme en lo que imagino como un barrio conmocionado.

Cuando llego, sin embargo, a las dos de la tarde del primer sábado caluroso de la temporada, lo único extraordinario es la absoluta normalidad que parece reinar allí. No sólo no se percibe el menor signo de agitación, sino que la gente que ha acudido masivamente a la playa y cultiva su vida interior en la postura de decúbito prono o decúbito supino no parece tener más preocupaciones existenciales que la de conseguir un bronceado perfecto. Sólo un equipo de televisión, que ha improvisado un plató sobre la arena, recuerda que allí ha sucedido algo mientras las motos acuáticas petardean a lo lejos.

Más información
Hallada en la Barceloneta una mujer descuartizada y sin cabeza

Mientras paseo, me pregunto cómo es posible que la gente tome tranquilamente el sol y tenga conversaciones alegres y triviales en el mismo escenario donde horas antes acaba de aparecer un torso descuartizado. Por una vez la respuesta no se hace esperar. Hablando con un grupo de chicos y chicas que ha tendido sus toallas justo en el lugar donde se encontraron los restos, descubro que viven en una feliz ignorancia. "¡Qué mal rollo!", es la rápida y unánime conclusión a la que llegan en cuanto les informo de lo ocurrido. Durante unos instantes se miran entre sí, examinan la arena con una expresión a medio camino entre el asco y el horror y uno de ellos pregunta con expresión sombría si no sería mejor plantar las toallas en otro sitio.

Después de jorobar el primer día de playa a unos cuantos aspirantes más al bronceado perfecto, que gracias a mí dejan de ser ciudadanos desinformados pero felices para convertirse en ciudadanos con conciencia trágica de la existencia, entro en Can Pepus, el restaurante del Club Atlètic Barceloneta, que ha abierto a las ocho de la mañana y donde la policía ha interrogado al personal. "Aquí nadie ha visto nada", cuenta el dueño, que es vecino del barrio. "Normalmente, los fines de semana por la noche hay grupos de gente en la playa hasta las seis de la mañana. Pero a pesar de esos grupos, gente bastante tranquila que se queda por aquí charlando, éste es un sitio bastante solitario y poco vigilado donde cualquiera podría hacer cualquier cosa".

En el bar de enfrente, cuya terraza está tan concurrida como cualquier otro sábado cuando hace buen tiempo y donde la gente bebe y come como si nada, los camareros no tienen noticias de lo sucedido, a pesar de que no se hallan ni a 150 metros del lugar de los hechos. Más informadas están las dueñas del quiosco, que, cuando abrían alrededor de las 6.30 horas, han visto pasar a toda velocidad a un coche de la policía secreta. "Al principio hemos pensado que alguien se había ahogado. Luego los pescadores de las luces, que son los que salen a pescar la sardina por la noche y vuelven al amanecer, nos han contado lo del torso, aunque al principio han dicho que el cuerpo pertenecía a un hombre. La verdad es que parecía un episodio de CSI. Yo me esperaba que de un momento a otro Grissom se dejara caer por aquí".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Aunque la quiosquera confiesa que enseguida se ha aplicado a la tarea de propagar la primicia informativa por los comercios cercanos, "para que los vecinos no se enterasen por la televisión", lo cierto es que la onda expansiva de la noticia ni siquiera ha llegado hasta el otro quiosco de la avenida de Joan de Borbó, que se halla apenas a medio kilómetro. "Acabo de enterarme por la radio", cuenta perplejo y encogiéndose de hombros el chico que despacha allí los diarios, consciente de la trivial ironía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_