Un volcán llamado Aira
Empiezo estas líneas con la que me parece la más importante (por reciente) de las cuatro publicaciones con las que César Aira irrumpe de nuevo estos días en nuestro mercado, insistiendo en su aspecto de volcán siempre en erupción, aunque a veces parezca dormido. Ya se sabe que para que los volcanes entren en erupción es preciso que antes estén dormidos, y así es como vamos recibiendo en España la obra de Aira, aprovechándonos de su latencia argentina, que es el centro mismo de su actividad, que así se nos aparece tan descentrada como si fuera siempre marginal. Pero si ahora publica tres libros (dos en bolsillo, Una novela china y El bautismo, y la novedad que ahora destaco por ser la más reciente, Las noches de Flores), con lo que el total que aquí ha publicado son ya ocho con interés creciente -más la gran traducción de El manuscrito encontrado en Zaragoza en Pre-Textos-, todo ello ha sido posible porque en Argentina ha publicado más de cuarenta volúmenes. Y además ha llegado también a nuestras manos una singular publicación artesanal, que quizá sea posterior aunque su pie de imprenta sea del año pasado, El todo que surca la nada, publicado en Ediciones Eloisa Cartonera, un texto magistral de 28 páginas (donde describe su visión de la espalda de un fantasma, metáfora de las vueltas que da el mundo sobre todo en sus manos), una empresa sin ánimo de lucro, realizado, encuadernado y pintado por esos "recogedores de cartón" que han surgido dentro de la hundida economía argentina como formas de subsistencia. Entre los cuales figura el autor mismo firmando uno a uno sus ejemplares para mejor unirse al proyecto.
Que es lo que hace siempre
este escritor total, el narrador César Aira, traductor, ensayista, autor teatral y articulista, provocador, rebelde, disparatado y desvergonzado, que lo escribe todo, corto o largo, lo publica por doquier y en cualquier parte, lo parodia todo, revisa y confunde todos los cánones, reivindica lo más inesperado, cultiva todos los géneros sin creer en ninguno: la novela histórica, la sentimental, la policiaca, la fantástica, la rural, la suburbial, la estética, la mágica, donde lo más racional desemboca en las mayores pesadillas irracionales, y todo ello en un tono sencillo, discreto, bien educado, donde se interpenetran las más grandes alegrías con los terrores más alucinados. Eso se llama dar esperanza a las mayores desesperanzas del mundo actual, en el que todos estamos sumidos e integrados, no se olvide.
César Aira vuelve en Las noches de Flores al barrio bonaerense donde vive, centro de la mayoría de sus relatos urbanos (o suburbanos en este su caso) y nos entrega, después de los laberintos de La villa y de las alucinantes aventuras de La guerra de los gimnasios -ambos los he podido leer en francés-, una gran estampa de la Argentina en crisis. Es en principio una novela policial, donde una pareja de prejubilados maduros se dedican a la distribución de pizzas para completar sus mediocres ingresos. Aldo y Rosa son dos personajes conmovedores, tranquilos y serenos, que siempre van a pie para sus labores de delivery (entregas o repartos, pero Aira juega mucho con la palabra americana) en competencia con las nuevas generaciones de jóvenes argentinos motorizados, que les aceptan con cariño y respeto y a quienes ellos corresponden de igual manera. Todo esto supone la entrada en un mundo quizá más infernal, en el del hampa, los ladrones, los criminales, las mafias, y ya nada es lo que parece (hay un crimen por en medio, el secuestro y asesinato de un niño), los personajes son de otra manera, los argumentos rozan la economía, la política, el urbanismo, el mundo judicial y hasta el periodístico y el cultural, todas las tortillas se dan la vuelta y se interpenetran o se comunican en manos de este mago de las palabras, de sus argumentos, de sus sentidos o de sus sinsentidos y ya está, el plato bien servido.
No puede ya extrañar que al mismo tiempo Aira nos comunique a la vez dos libros muy distintos, aparecidos en fechas muy separadas entre sí: Una novela china data de 1987, y es una emocionada evocación de la novela china de siempre, donde una especie de mandarín laico y maduro, que se siente posiblemente enamorado en plena etapa revolucionaria, es capaz, ante las dificultades de la realidad, de crear la suya propia, de fabricarla a través de su propia vida, crear así su amor, hacerlo vivir y terminar felizmente la creación y su amor a la vez. En El bautismo (de 1991) César Aira vuelve a la Pampa argentina del pasado reciente, y describe cómo el párroco de un pueblecito se niega a bautizar a un niño recién nacido que no tiene aspecto humano, pues le parece algo monstruoso. Veinte años después, en medio de un enorme diluvio casi universal (un bautismo total), el viejo sacerdote vuelve a encontrar en un desastre natural terrorífico a un joven perfecto y muy bien dotado en quien reconoce a aquel monstruo inicial. Aunque todo vuelve a lo irreal cuando se confiesa como un acérrimo peronista, pues no hay suficiente agua milagrosa que pueda ahuyentar el mal de la naturaleza humana. Tenemos César Aira felizmente para rato.
César Aira. Las noches de Flores. Mondadori. Barcelona, 2004. 142 páginas. 14,50 euros. Una novela china/El bautismo. Debolsillo. Barcelona, 2004. 174 y 169 páginas. 7,50 euros cada uno. El todo que surca la nada. Eloísa Cartonera. Buenos Aires, 2003. eloisacartonera@hotmail.com
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