Un joven retiene siete horas a empleados y clientes de un banco con armas simuladas
El chico, un rumano de 19 años, estudiante de veterinaria, quería dinero para traerse a su novia
Un rumano de 19 años, Stoiko Ovidiu Anton, se hizo fuerte durante siete horas en una sucursal del BBVA en la calle de Libreros, en Alcalá de Henares, y en los primeros momentos del asalto llegó a tener secuestradas a 20 personas. Cuando se rindió, sobre las ocho de la tarde, ya había ido liberando a rehenes y sólo mantenía consigo a dos de ellos. Armado con una metralleta y una pistola simuladas, el joven, que estudiaba veterinaria en su país, pretendía hacerse con una cierta cantidad de dinero para poder traer a España a "una chica" (posiblemente su novia), según confesó a la policía.
"Cerró la puerta tras de sí, y con una metralleta en bandolera y un revólver en una mano, comenzó a gritar: ¿Dónde está el dinero?", recuerda Merche, la directora de la oficina bancaria, un edificio de tres plantas situada en pleno centro de Alcalá. Ella fue secuestrada junto con otras 19 personas (empleados y clientes) a las 12.40 de la mañana de ayer. "Nos obligó a tumbarnos en el suelo y preguntó quién había arriba. Así nos tuvo unos cuatro o cinco minutos, y luego nos ordenó a unos cuantos que saliéramos a la calle", agrega Marta, apoderada de la entidad, mientras se abraza a su compañera.
El asaltante llevaba gafas de sol, una gabardina negra y amenazaba con una metralleta Uzzi en bandolera y una pistola en la mano. "Iba vestido como Matrix", señala una rehén, en referencia a una famosa película de acción. En el interior del banco, 12 clientes y ocho empleados fueron obligados a tirarse al suelo y a entregarle 50.000 euros. Había comenzado el drama que culminaría siete horas más tarde, sin que nadie resultara herido.
A las 13.19, una rehén pudo avisar a su marido a través del teléfono móvil, quien enseguida alertó a los servicios de emergencia 112. En pocos minutos la zona estaba acordonada. Agentes del Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Municipal vigilaban el acceso a la zona acordonada, y dentro de ésta, tres UVI móviles, dos ambulancias de la Cruz Roja, un vehículo de intervención rápida y un equipo del GEO (Grupo Especial de Operaciones) esperaban que se sucedieran los acontecimientos.
Minutos después del asalto, sonó el teléfono en el domicilio del inspector jefe Andrés Hurtado, de 58 años, responsable de la sala del 091. Era requerido por el jefe superior de Policía, Miguel Ángel Fernández Rancaño, para que una vez más actuara como mediador y lograra disuadir al secuestrador. En una ocasión similar, hace unos años, recibió un balazo de un enfermo mental con el que negociaba, en la calle de Sirio (barrio madrileño de La Estrella).
Ante el despliegue policial y, quizás apiadándose por la avanzada edad de alguna de las retenidas, Stoiko dejó que las mujeres abandonaran el banco. Ya sólo quedaban él y otros cuatro rehenes. Lo que Stoiko no sabía era que había otros 11 trabajadores más del BBVA en los pisos superiores del edificio. Según una empleada liberada, el atracador preguntó poco después de entrar si quedaba alguien más en la sucursal. Incluso mandó a un rehén a que comprobara los pisos superiores. Éste le mintió, por lo que no fueron descubiertos por Stoiko, que en las siete horas no se movió de la planta baja.
"Los que estaban arriba podían hablar por teléfono móvil con sus familias y proporcionar datos para que la policía actuara", dice Bartolomé González, alcalde de Alcalá. Fue entonces cuando éste decidió cerrar por completo la plaza de Cervantes y los comercios de la zona.
El inspector jefe Hurtado habló por teléfono con el secuestrador. "Le digo desde el principio que yo soy su único amigo y que tenemos que confiar uno en el otro. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo que Ovidio. Yo le dije que me llamaba Andrés. Y así empezó la cosa", rememora el policía, con una larga experiencia en este tipo de negociaciones.
Las conversaciones se prolongaron hasta casi las ocho de la tarde. Durante el largo secuestro, Stoiko Ovidiu Anton llegó a exigir hasta un millón de euros y un helicóptero. Rodeado por el GEO, el joven rumano salió a la calle, tal como le había indicado Hurtado, y se entregó pacíficamente.
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