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Columna
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Todavía avergonzados por la decisión del Ayuntamiento de El Ejido de sumarse a la petición de indulto para los vecinos condenados por secuestro y agresión de varios inmigrantes, nos vuelve a inquietar otra vergonzosa noticia, que es de nuevo una señal de la capacidad que las sociedades tienen de olvidarse a sí mismas en sus dificultades pasadas, si el presente las sitúa en mejores circunstancias. Los cadáveres de tres magrebíes de entre 20 y 30 años han sido tirados al arcén de la autovía A-7 a su paso por San Roque (Cádiz).

Andalucía conoce, casi como ninguna otra tierra, la desolación de los miles de ciudadanos que tuvieron que salir perdiendo el sol, en busca de cielos más oscuros en los que, sin embargo, podían intentar sobrevivir con dignidad. Nadie quedó sin saber de sus dolores, sus soledades, su desconcertado desarraigo, su sacrificio para intentar volver cuanto antes de la aventura de la tristeza, que eso y no otra cosa es verse obligado a vivir lo que no se quiere, donde no se desea y añorando lo que se pudo tener y le fue negado. Eran de los nuestros y supimos ser solidarios con su dolor de distancia, pero el tiempo fue cambiando la realidad y pasamos de querer ser recibidos a no querer recibir.

La lamentable petición de indulto decidida por los concejales de El Ejido y que ha habido quien se ha atrevido a disculpar con el argumento de que no han hecho más que responder al clamor popular, le ha costado la dimisión, forzado por su partido, al portavoz socialista en el Ayuntamiento; pero nada indica que las cosas cambien en cuanto a la actitud del alcalde, Juan Enciso, entre otras cosas porque el propio Javier Arenas no ha dudado en apoyarlo una vez más.

No es ejemplar lo que viene ocurriendo en El Ejido y la actualidad nos orienta cada día sobre la realidad de la indiferencia que los dramas de los inmigrantes producen en una sociedad olvidadiza.

¿Quién es capaz de arrojar tres cadáveres de jóvenes al arcén de una carretera y seguir viaje tranquilamente? Seguro que nadie... A no ser que esos jóvenes sean pobres, no sean blancos y vengan aquí creyendo que van a encontrar la esperanza que les es negada en su país. Ha pasado aquí, en una autovía andaluza y no nos podemos quedar sin saber quién ha sido.

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