González y Pujol piden una revolución cultural
Los dos ex presidentes debaten sobre el Estado de bienestar ante 400 empresarios
"Estoy encantado de provocar", explicó Felipe González nada más tomar la palabra en un coloquio en el que participaba ayer en Manresa junto con Jordi Pujol. Y acto seguido pasó a la acción. Explicó, riendo, lo que le resulta más divertido de las elecciones del 14 de marzo. Así: "Los que se han ido no tenían ni idea de que iban a irse y los que han llegado, salvo Zapatero, no tenían ni idea de que iban a llegar".
Así de suelto enfiló el ex presidente del Gobierno un mano a mano con el ex presidente de la Generalitat que debía versar sobre el futuro del Estado de bienestar. Comenzó ciñéndose al encargo, pero terminó desembocando en lo que más le apasiona: "¿Qué clase de potencia mundial quiere ser Europa si no tiene nada que decir sobre Oriente Próximo, que es nuestro patio de vecindad?".
Pujol estaba dispuesto a seguirle, pero a su manera. Si a González le encanta provocar, lo que le gusta a Pujol es reñir a quienes no le hacen caso. Eso fue lo que hizo, y de paso inventó una nueva división social. "Durante 30 años la clase política, la clase clase intelectual y la clase mediática europea no se han ocupado de la natalidad ni de la familia", acusó. Pero la consecuencia de este error, sobre el que lamentó que lleva años llamando la atención sin que se le haga caso, es que el futuro de Europa se halla comprometido desde la base: la demografía.
Para explicarlo, recurrió a un augurio del profesor Pedro Nueno sobre las consecuencias de la baja tasa de natalidad europea. Dentro de 20 o 30 años, dijo, "los Estados Unidos seguirán siendo probablemente una gran potencia económica y militar, Asia será la gran fábrica del mundo y Europa será un continente lleno de viejos a quienes cuidarán unos subsaharianos de cuyas aportaciones a la Seguridad Social dependerá que puedan cobrar sus pensiones".
La audiencia del coloquio estaba formada por 400 ejecutivos y empresarios de la comarca del Bages, que participaban en unas jornadas sobre economía organizadas por la caja de ahorros de Manresa.
El diagnóstico de González sobre el Estado de bienestar europeo fue más bien pesimista, aunque él se definió a sí mismo como un "optimista escarmentado". El problema reside, según el ex presidente, en que Europa está "distraída" discutiendo sobre la Constitución y el reparto de poder en vez de ocuparse de atajar "el corporativismo de las empresas", en que prefiere competir bajando los salarios en vez de hacerlo en el valor añadido, en vez de ponerse en primera línea en el avance tecnológico. Si no se corrige a tiempo, sentenció, Europa será "el mejor modelo de hedonismo decadente". Pujol coincidió en todo eso con González. Al final, ambos se pusieron de acuerdo en dar nombre a lo que Europa necesita: "una revolución cultural". Aunque, desde luego, no la maoísta. Pujol quiso precisar que esa revolución cultural tampoco es "la de esos que van diciendo que otra Europa es posible".
Al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, que no estuvo en el coloquio pero sí en el almuerzo posterior, le tocó meterse en la coyuntura, marcada estos días por las deslocalizaciones de empresas. "Lo que tenemos que hacer es teledirigir las deslocalizaciones nosotros, exportar capital", aconsejó a los empresarios.
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