Cuatro arquitectos imaginan la gran operación urbanística de París

Cuatro proyectos urbanísticos se disputan la renovación del centro de París. Dos equipos de arquitectos franceses -Jean Nouvel y David Mangin- compiten frente a dos holandeses -Rem Koolhaas y Winy Maas- a la hora de encontrar una solución sobre cómo remodelar las diez hectáreas del barrio de Les Halles, vecino del Pompidou, de la iglesia de Saint Eustache (Luis XIV hizo en ella su primera comunión) y del Museo del Louvre.

Los cuatro equipos tienen que ofrecer soluciones a demandas que no responden exclusivamente a los intereses de quienes habitan el barrio. Para éstos las cuestiones de comodidad de circulación, de seguridad, de potenciación del jardín y de mejor inserción en la trama urbana pueden ser determinantes pero para los usuarios de las siete líneas de metro que se entrecruzan en el subsuelo, o para los propietarios o clientes de las tiendas de las galerías subterráneas las prioridades pueden ser de otro orden. En lo único en que todos parecen estar de acuerdo es en que Les Halles no podían seguir así. El alcalde de la ciudad, el socialista Bertrand Delanoë, tendrá que elegir entre los cuatro proyectos que ahora se exponen a la opinión pública.

De los cuatro proyectos en liza, el que se nos antoja más "conservador" es el de Mongin, que parece limitarse a mejorar la accesibilidad y luminosidad del centro comercial -lo recubre con un gran techo que filtra la luz- al tiempo que reorganiza el espacio exterior en torno a un eje muy claro, el que va de las citadas galerías subterráneas a la antigua bolsa de comercio.

La propuesta de Koolhaas es la más sorprendente, pues transforma el lugar al llenarlo de torres transparentes, de entre 25 a 37 metros de alto, coloreadas, sugiriendo tanto vaporizadores de perfume como derricks petrolíferos. Buena parte de la galería subterránea pasa a ser a cielo abierto y en su conjunto el espacio se reorganiza a partir de la voluntad de mejor relacionar subterráneo y exterior.

El también holandés Winy Maas se revela como el más fantasioso o utópico de los cuatro arquitectos consultados. Para él la solución pasa por recubrir el enorme agujero de Les Halles por una gran plataforma de vidrio multicolor que tanto deja pasar la luz solar como, de noche, permite que la luz artificial surja de las entrañas de la tierra. El jardín de Maas, el barrio en sí mismo, adquiriría una tonalidad fantasmagórica que hasta ahora no debe haber experimentado ciudad alguna. Maas habla de "catedral invertida" porque piensa en las perspectivas alucinantes que se abren sobre el subsuelo.

Nouvel es quien resuelve más problemas al tiempo que puede que sea quien también plantea más. Es quien construye más -inventa una nueva comisaría, un nuevo conservatorio, una serie de edificios concebidos a la manera de los existentes en el Palais Royal (maravillosas galerías cubiertas en torno a un jardín)- y quien va más allá a la hora de remodelar el barrio, imaginando nuevas fachadas para viejos hoteles o una pasarela de libreros para cruzar el bulevar Sebastopol. Pero el jardín que se inventa Nouvel también es el más arriesgado, en gran parte porque está en el techo de la nueva cubierta de las galerías comerciales, que no sólo tendrá que sostener césped y trigales, sino también una preciosa piscina.

En su día, cuando Chirac era alcalde, se desechó la propuesta de Bofill porque éste pasaba por ser el arquitecto oficial de Giscard d'Estaing, el gran enemigo político de Chirac. Lo que se construyó fue un conjunto de concesiones, de miedos, es decir, una obra que no queriendo incomodar a nadie ha acabado por tampoco gustar a nadie. Ahora, antes de que se acabe junio, Delanoë tiene ante sí el reto de no intentar conciliar los contrarios, de aceptar el riesgo. Sin duda ninguno de los cuatro proyectos es asumible en su totalidad -de entrada, porque ninguno va acompañado de presupuesto- pero las ideas centrales que se derivan de cada uno sólo pueden compaginarse con algunos detalles de los otros, no con su sustancia.