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Reportaje:EUFORIA POR LA COPA DE LA UEFA

Caos en el aeropuerto de Gotemburgo

"Nos trataron como a borregos", afirma un aficionado que regresó a Valencia de madrugada

El modesto aeropuerto de Gotemburgo fue un caos la madrugada del miércoles al jueves. Un caos en medio de la alegría y el cansancio de los miles de hinchas valencianistas cuyo regreso se produjo tras el encuentro. "Nos trataron como a borregos", afirmó ayer un seguidor. Ante la avalancha de aficionados, unos 8.000 de los 10.000 que se desplazaron, los empleados del aeropuerto escandinavo no dieron abasto. La gente fue embarcando en los distintos aviones por orden de llegada entre la confusión provocada por el desorden. De nada sirvieron las tarjetas de embarque.

"La culpa la tiene la UEFA por organizar la final en Gotemburgo, que no está preparada"

"La culpa la tiene quien ha organizado la final en Gotemburgo, una ciudad que no está preparada; la UEFA debería haber elegido otra sede", lamentó un seguidor que llegó a las cuatro de la madrugada a Manises. "Aquello fue un desastre. Todos empujándonos, algunos tratando de colarse... Hay quienes tenían fijada su salida para las seis de la mañana y han embarcado a las cinco. En algunos aviones había más gente de la cuenta y luego tenían que bajarlos".

"Era un aeropuerto la mitad de pequeño que el de Manises", comenta Manuel Bort, un aficionado que aterrizó en Manises a las ocho de la mañana; "ni siquiera había pantallas informativas. Los que iban saliendo estaban alegres, pero el resto... Había que tomárselo con paciencia. Éramos muchos y con ganas de regresar cuanto antes. El viaje ha sido una paliza".

El cansancio se reflejaba en los rostros de la mayoría de seguidores a su llegada a Valencia. El viaje ha sido trepidante: la mayoría aterrizó en Gotemburgo horas antes del encuentro y tuvo que regresar en cuanto finalizó el choque. Sin tiempo para descansar. "En Valencia no paramos ni en la aduana; la gente estaba reventada después de tantas horas", cuenta Manuel Bort.

Una escena curiosa de produjo en el aeropuerto de Gotemburgo, donde coincidieron las aficiones de los dos finalistas. Al paso del árbitro Collina, éste fue increpado por los seguidores franceses a la vez que recibía el aliento de los valencianistas.

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Por su parte, el aeropuerto de Manises se iba llenando de gente ante la llegada de la plantilla valencianista, que se produjo alrededor de las cinco de la tarde. Como ya ocurrió la semana pasada, la policía estableció un dispositivo de seguridad, con más de un centenar de personas, entre Policía, Guardia Civil y agentes de seguridad, así como unos 50 empleados del aeropuerto, para impedir a los vehículos acceder hasta la zona de llegada del aeropuerto. Ya en el interior de la terminal, acotaron con vallas un pasillo para que jugadores, técnicos y consejeros pudieran acceder directamente hasta al autobús descapotable que les trasladó a la ciudad.

Los primeros jugadores en aparecer por la escalera del avión fueron los dos capitanes del equipo, David Albelda y Rubén Baraja, que se asomaron con la copa entre las manos. A continuación pasaron el trofeo al entrenador Rafa Benítez y al presidente Jaime Ortí, que a su vez se lo cedieron al presidente de la Generalitat, Francisco Camps, y a la alcaldesa de la ciudad Rita Barberá.

Los cerca de diez kilómetros que separan el aeropuerto de Manises de la ciudad se convirtieron en un paseo triunfal para los jugadores que, al margen de la escolta policial al autobús, contaron con una improvisada caravana de vehículos y motos con banderas al aire que no dejaban de hacer sonar las bocinas. Las celebraciones continuaron en el centro de Valencia.

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