Padres, hijos y nietos

No es el filme de los más infortunados que hayan llegado hasta nosotros en los últimos meses, e incluso en ocasiones, como cuando la añorada, y tan poco prolífica, Bernadette Peters se pelea con su marido Michael Douglas, se admira en ellos algo parecido a una buena química, esencial para el funcionamiento de cualquier comedia, por familiar que ésta sea.

Pero las cosas no van más allá de un esbozo de lo que habría podido ser el filme con un poco más de mala uva en su guión. Ni en la crítica social que parece proponer el filme, una disección más bien superficial y cargada de lugares comunes, de una familia de la alta burguesía judía de Nueva York. Ni, en fin, en la inane historieta que protagoniza Cameron, personaje de bofetada, dicho sea de paso, con una chica a la que termina amargándole la vida, momentos que en otras manos, y sobre todo en otras plumas, hubieran dado lugar a la comedia que ésta, para nuestro infortunio, ya no será nunca.