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Reportaje:

Jazztel, otra vez en la encrucijada

La operadora se juega esta semana su futuro en la propuesta de canjear bonos por acciones

Ramón Muñoz

Jazztel vuelve a jugársela a una carta. El viernes día 14, la asamblea de bonistas decidirá si acepta la propuesta de la dirección de la empresa de canjear sus bonos de alto rendimiento (al 12% de interés) por acciones. Los directivos defienden el canje porque dará liquidez a los bonistas cuando vendan sus títulos, aunque apoyan esa sugerencia con la afirmación de que Jazztel arriesga mucho en el envite: sólo si se acepta la propuesta la empresa será atractiva para la entrada de un socio de referencia o incluso para una deseada fusión.

Respecto a una posible fusión, un repaso rápido de los posibles interesados deja muy en el aire cualquier operación a corto plazo
Cambiar bonos al 12% por acciones de una compañía que perdió en el último año 201 millones no es una cuestión fácil de resolver
Christoph Schmid señala que esos bonos siguen siendo una "losa financiera" para la firma, pese a que tenga unas cuentas saneadas
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La empresa fundada por el carismático y heterodoxo empresario argentino Martin Varsavsky en 1998 vuelve a tener una cita decisiva para su futuro. Pero como ya ocurrió en noviembre de 2002, el escenario donde se juega Jazztel su supervivencia no es el de la regulación, ni el de las tarifas telefónicas, ni siquiera el comercial, sino el de la ingeniería financiera: el consejo de administración ha planteado a los bonistas la conversión en acciones de la totalidad de los bonos convertibles.

Hace año y medio, la firma se salvó de la bancarrota con la conversión de 668 millones de bonos de alto interés (al 14%) por 457 millones de acciones ordinarias. Pero, fruto de aquella operación, surgieron 75 millones de bonos (ya son 84 millones por los intereses acumulados), que son los que ahora se proponen canjear por 216 millones de acciones, que darán a los bonistas un 27,7% del capital de la empresa.

El secretario del consejo, Christoph Schmid, señala que esos bonos siguen siendo una "losa financiera" para la compañía, aunque tenga unas cuentas mucho más saneadas que entonces. Si se acepta la propuesta, Jazztel aumentaría sus fondos propios hasta 299 millones de euros, se ahorraría 10 millones anuales en el pago de intereses (que no se abonan en metálico, sino en bonos adicionales) y los costes de administración.

El "palo" y la "zanahoria

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La "zanahoria", en palabras de Schmid, para que los bonistas acepten la propuesta es que recibirán un 74% más de acciones que si canjearan sus bonos al precio de conversión actual (0,68 euros); que recibirán acciones un 15% por encima de la cotización actual y, sobre todo, que tendrán liquidez, ya que podrán "ver, por fin, dinero" si venden "escalonadamente" sus acciones, sin esperar a que venzan los bonos en 2012. Además, los accionistas,que en muchos casos coinciden con los bonistas, también ganan": la dilución es menor ahora (27,7%) que si se espera hasta el 2012 (35,1%).

Pero los responsables de Jazztel también deslizan "un palo" en sus argumentos para convencer a los bonistas indecisos: si la operación no se lleva a cabo, ningún accionista de referencia se atreverá a entrar en el capital de la compañía, y menos aún se puede plantear una posible fusión. Los derechos políticos acordados con los bonistas -que pueden vetar casi cualquier operación de calado- ahuyentan a inversores e interesados y dejan en cierta forma "con las manos atadas a los gestores", según confiesa el consejero delegado, Roberto de Diego.

La compañía tiene una composición accionarial atípica, sin ningún socio de referencia o de control, desde la salida del fondo Spectrum entre finales del año pasado y comienzos de éste.

De Diego considera que con el lastre de los bonos no es posible encontrar ese socio, aunque no se atreve a precisar la naturaleza del mismo (¿otra compañía de telecomunicaciones?, ¿constructora?, ¿eléctrica?) y se decanta por un fondo de inversión. Respecto a la fusión, un repaso rápido de los posibles interesados deja muy en el aire cualquier operación a corto plazo: Deutsche Telekom, que le compró a Varsavsky el portal de Internet Ya.com, tiene demasiados problemas financieros para entrar en telefonía fija en España; Auna está ocupada preparando la salida a Bolsa para el próximo año y su fusión natural sería con Ono, con el que comparte accionista de referencia (Banco Santander) y BT está muy centrado en el mercado de datos y empresas, lo mismo que Colt Telecom. Queda Uni2, la filial de France Télécom, con quien Jazztel ha firmado un acuerdo de colaboración y compartición de redes, y con la que periódicamente se airea una fusión, convenientemente desmentida tras calentar la cotización.

Pero a los franceses parece que les interesa más la telefonía móvil que lanzarse a comprar una compañía de fija cuyo negocio se solapa en gran parte con el de Uni2. Así las cosas, quedan los pequeños operadores, como los de LMDS o Comunitel, aunque por su tamaño se antoja más beneficiosos acuerdos puntuales de colaboración que una concentración pura y dura.

El negocio de Jazztel es sólido, según sus actuales gestores, con una red troncal de 5.874 kilómetros completamente desplegada, buenos clientes empresariales y una buena base de abonados residenciales, que se pretende ampliar aprovechando el tirón del ADSL.

Pero no todos son parabienes para la operación. Muchos analistas recuerdan que se dieron los mismos argumentos para el anterior canje de bono basura por acciones, y que Spectrum, entonces máximo accionista de la compañía con más del 20% del capital, aprovechó el canje para vender toda su participación de forma silente y hacer caja, cuando desde su posición de control había estado pidiendo al resto de los accionistas que confiaran en el futuro de la firma, cuyas acciones llegaron a cotizar por encima de los 20 euros y hoy están a 0,33.

Esa turbia salida de Spectrum vino precedida a su vez con la salida de los fundadores, que despertó todo tipo de especulaciones sobre las fuertes plusvalías conseguidas por Varsavsky, Miguel Salís o Antonio Carro, mientras dejaban en la estacada a otros accionistas, acusación que niega rotundamente Schmid, único fundador que permanece en la empresa.

Cambiar bonos al 12% por acciones de una compañía que perdió el último año 201 millones de euros y que no se espera que tenga beneficios hasta 2007 no es una cuestión fácil de resolver. Para que triunfe la propuesta basta con que el 50% de los bonistas dé su aprobación. Santander y Rothschild, asesores de la operación, dicen que ese porcentaje está asegurado. Si es así, no se habrán alejado todos los peligros: la venta masiva de títulos una vez canjeados puede provocar el desplome de la cotización. Los gestores dicen que el propio interés de los bonistas, porque sus nuevos títulos no se deprecian, les empujará a la prudencia. La solución, a partir del 14 de mayo.

Ono también recompra bonos, pero no cambia papeles

Ono también tiene una cita esta semana con sus bonistas, aunque su propuesta difiere mucho de la de Jazztel. El operador de cable espera cerrar la recompra de bonos de alta rentabilidad por importe nominal de hasta 300 millones de euros. Para ello ha lanzado una nueva emisión de 350 millones de euros con vencimiento a 10 años y condiciones más acordes con el mercado. Ono tiene en la actualidad unos 425 millones de euros de bonos de alta rentabilidad en circulación, de los casi 1.000 millones que emitió entre 1999 y 2001, pero recompró el año pasado títulos por valor nominal de unos 500 millones de euros. Según las primeras estimaciones, la oferta de recompra de bonos concluirá en un principio el 14 de mayo. La situación de la compañía es muy diferente a la de Jazztel: alcanzará beneficios recurrentes a partir de 2006, aunque ya el pasado año registró un beneficio neto gracias a los extraordinarios y tiene sólidos accionistas (GE Capital, Bank of America, CDPQ, SCH, Ferrovial, Multitel y VAL).

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Sobre la firma

Ramón Muñoz
Es periodista de la sección de Economía, especializado en Telecomunicaciones y Transporte. Ha desarrollado su carrera en varios medios como Europa Press, El Mundo y ahora EL PAÍS. Es también autor del libro 'España, destino Tercer Mundo'.

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