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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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El adolescente Google se hace adulto

Joaquín Estefanía

UNO DE LOS SÍNTOMAS habituales de que una economía deja la tristeza e inicia la recuperación es la vuelta de las empresas a las bolsas de valores. Para financiarse o para intentar dar el pelotazo.

Para el otoño que viene se anuncia una oferta pública de venta de acciones (OPV) en EE UU del mayor buscador de Internet: Google. Aún no se conoce si cotizará en la Bolsa de Nueva York o en el índice electrónico Nasdaq.

Google es un mito de Silicon Valley. Nacida en 1998 en un garaje californiano -como tantas otras empresas construidas al albur de la revolución de las tecnologías de la comunicación-, Google es la historia de un éxito: la del mayor buscador de Internet, que se financia en un 95% por la publicidad (las empresas que se anuncian pagan por salir en los primeros puestos de las respuestas a las búsquedas, haciendo una segmentación muy eficaz de la publicidad), al que en las últimas semanas ha añadido un servicio de correo electrónico gratuito con mayor capacidad que la competencia y acompañado, de igual manera, de publicidad.

Los números de Google eran el secreto mejor guardado hasta ahora. Entre sus accionistas están Kissinger, Schwarzenegger, Wood o Shaquille O'Neal. La tecnología del buscador es propiedad de la Universidad de Stanford
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Google sigue siendo el líder

Al mito de su eficacia, Google añadía el de la eterna juventud. Sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin, apenas superan hoy los 30 años de edad; es decir, eran veinteañeros cuando crearon en la Costa Oeste de EE UU una humilde star-up (empresas jóvenes de Internet con fuerte capacidad de crecimiento y financiadas por las sociedades de capital riesgo). Hace escasos meses, a ellos se le unió un consejero delegado, Eric Schmidt (de 49 años, procedente de Sun Microsystems), para añadir a la cultura científica y técnica de Google la cultura financiera necesaria para llegar a Bolsa y tener decenas de miles de accionistas. Page, Brin y Schmidt son el triunvirato que manda en Google, una empresa que -al revés de muchas otras puntocom que quebraron con la burbuja tecnológica de principios de siglo- tiene tecnología punta, un plan de negocios creíble y rentable (en 2003 ganó más de 100 millones de dólares de beneficio neto, y en el primer trimestre del ejercicio actual, 63,9 millones), y perspectivas razonables de crecimiento.

Haciendo honor a su singularidad, la recientemente anunciada salida a Bolsa de Google tendrá unas normas bastante a contracorriente del mercado. En primer lugar, el triunvirato citado mantendrá el control de la empresa merced a la calidad de las acciones que ellos se quedan (y que valen más de 10 veces cada una que las que salen a cotizar); es decir, a los accionistas se les proporcionarán dividendos, pero no poder político sobre Google. En segundo lugar, no generará información trimestral, como hacen las otras empresas cotizadas; el argumento es que quiere conseguir creación de valor a largo plazo sin estar esclavizada por el cortísimo periodo de un trimestre. En el Manual del accionista de Google, entregado a la Comisión de Valores de EE UU, se teoriza literariamente esta segunda característica: "Dar información a corto plazo es tan inútil como una persona a dieta pesándose cada media hora".

En tercer lugar, en la salida a Bolsa se marginará a los bancos de inversión para que éstos no primen a sus accionistas preferentes sobre los demás, reservándoles el mayor número de acciones de Google. Todo inversor, por modesto que sea, podrá tener acceso a la propiedad del buscador. Se hará por subasta electrónica, se establecerá un precio de corte (aquel al que se puede vender el mayor número de acciones) y un sistema informático asegurará prioridad a las órdenes más pequeñas. Por último, los destinatarios de la OPV serán los inversionistas del mercado norteamericano.

¿Aceptará la SEC estas condiciones que muchos inversores tradicionales consideran como excéntricas? Acudir a la Bolsa en estos tiempos reivindicando el secretismo más que la transparencia, criticando el oligopolio de los bancos de inversión o criticando la contabilidad creativa significa que Google tiene la altanería de aquel a quien siempre le ha ido bien, o confianza en sus propias fuerzas. Veremos la experiencia.

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