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VISTO / OÍDO
Columna
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El cerebro

Creo, por los grandes neurólogos (Alberto Portera), que el cerebro humano es el producto más maravilloso de la naturaleza. Pero ¿qué le pasa? No está funcionando; y lo grave es que funciona peor en las capas altas. Adelanto suposiciones disparatadas: el buen cerebro tiende a la bondad, la comprensión, la solidaridad; y los imperfectos usan la fuerza para dominar y utilizar los cerebros mejores en crear armas y bienes para ellos. Es curioso que el cerebro pueda meditar sobre sí mismo en algunos casos y darse cuenta de la doblez, o triplez, del individuo. Cuanto más dude, más inteligente: o sea, más cerebro. Deslizándome sobre esta materia gris pienso que los cerebros se reúnen en partidos, religiones, profesiones, especialidades; los malos forman una clase y los buenos otra. Marx me señalaría con su dedo de mostrar imbéciles, pero es que no ha conocido estas situaciones españolas que empezaron a apuntarse desde que el grupo de cerebros de fuerza máxima y maldad mayor terminó el periodo en el que estaban unidos a uno de ellos que murió después de tanto matar; pero su manera de ver las cosas mostraba que los mediocres forman la clase poderosa. Admito que cada cerebro recibe una carga muy fuerte de los dominantes, que por eso se han quedado con los medios de comunicación que han podido (y acusan a los otros de "poderes fácticos", siendo suyo todo el poder, con la intención de destruirlos); pero dentro de ellos la estupidez dominante se sigue viendo.

La forma en que culparon a los socialistas por haberse quedado sin las elecciones ganadas en Madrid no revelaba astucia, sino una gran estupidez dominante, apoyada en fuerzas suficientes para ganar. Ahora, la acusación de mentir a los que dijeron la verdad es idiota, y algo cunde. La última miseria de esa inteligencia negativa: hacer creer que la oposición era la que conocía la amenaza inmediata islamista: y utilizan informaciones de vértigo sobre confidentes de la Guardia Civil que daban sus informes a personajes afines al Partido Socialista dentro del Cuerpo, y éstos quizá no los trasmitían a sus superiores para que el Gobierno no ganase las elecciones. Quizá sea ésa la forma superior del cerebro idiota: su capacidad para lo inverosímil, el juego de aplicar su fuerza física a la mayor estupidez posible. Pero sería muy de la especie: poner el cerebro a trabajar para comer y tener más sexo.

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