¿Qué piensan los españoles en política exterior?
Parece fuera de toda duda que una de las causas principales del fracaso del PP en las últimas elecciones es el rechazo que su política exterior (acertada o no) ha suscitado en amplias capas del electorado. Está también fuera de toda duda que la principal crítica del PSOE al PP es que éste ha roto el consenso que existía en política exterior, sea cual fuere ese consenso. Podemos concluir, pues, que la nueva política exterior buscará restablecer el consenso roto y, en todo caso, atender mejor las prioridades de los españoles en esta materia. De modo que la pregunta es obvia: ¿qué opinan los españoles en temas de política exterior, una opinión que debería ser la base del nuevo consenso?
Poco sabíamos de esta cuestión hasta hace poco tiempo. Sin embargo, gracias a las encuestas del INCIPE y, posteriormente, a los Barómetros del Instituto Elcano y a algunas encuestas internacionales, empezamos a tener algunas ideas relativamente claras. Por supuesto, esas opiniones pueden cambiar, y lo harán sin duda si hay una pedagogía adecuada. Pero incluso ésta debe saber sobre qué base debe trabajar.
Pues bien, la primera idea que debemos rechazar es la del supuesto aislacionismo de los españoles. Puede que haya algo de eso, pero los datos no acaban de avalar la hipótesis, que tendría, sin embargo, buen sustento histórico: el tradicional aislamiento de España, sólo roto a partir de 1978. Es cierto que a dos de cada tres españoles no les interesa la política internacional y que la opinión se divide al preguntar si el poder y la influencia de España en el mundo está bien como está (47%) o debería "tener más poder" (42%). No obstante, la gran mayoría (72%) sostiene que es bueno para el futuro de España tener un papel activo y sólo un 20% piensa que debemos mantenernos al margen, porcentaje de aislacionistas que, sin embargo, es el más alto de la UE (junto con el del Reino Unido, un 17%). Pero son mayoría quienes piensan que España influye poco en la UE (60%), hasta el punto de que un 40% vería bien que tuviese más peso político en Europa aunque recibiese menos ayudas económicas de Bruselas.
La segunda actitud básica, sin duda producto de nuestra historia, es el fuerte pacifismo. El uso de la fuerza sólo se considera legítimo para defender el territorio nacional (85%), participando en misiones de paz junto a la ONU (81%) o en caso de genocidio (53%), rechazándose en casi todos los otros supuestos como son: falta de respeto a la legalidad internacional, acabar con una guerra civil, acabar con una dictadura o terminar con una amenaza para sus vecinos. Más dudas hay en caso de que un país tenga armas de destrucción masiva (44% en contra versus 43% a favor) o para combatir el terrorismo. Pero incluso en el supuesto de un ataque a un país aliado de la Unión Europea o de la OTAN, nada menos que el 48% de los españoles estaría en contra del uso de las fuerzas armadas españolas. De hecho, ante la pregunta clave, "en determinadas circunstancias la guerra es necesaria para hacer justicia", el 76% están en contra y sólo el 23% a favor, con diferencia el porcentaje de pacifistas más alto de toda Europa (la media es del 42%) y más de seis veces superior al de Estados Unidos (10%).
Dicho esto, ¿cuáles son sus prioridades en función de los clásicos "vectores" de nuestra política exterior? Las respuestas son claras y rotundas y coinciden punto por punto con las establecidas por el Rey en el discurso de apertura de la nueva legislatura: Europa, América Latina, Estados Unidos y Marruecos. Efectivamente, Europa es, sin duda alguna, el área prioritaria para casi el 80% de los españoles, un sentimiento que se ha consolidado desde los años 90 cuando el porcentaje era del 60%. Fuerte europeísmo que es perfectamente compatible con una gran ignorancia (y desinterés) por los temas europeos: el 90% desconocía por completo los objetivos de la Convención, sólo el 1% acertaba a mencionar el objetivo de la Constitución y hasta el 80% ignoraba hace unos meses la información más básica sobre la ampliación (sólo el 13% podía mencionar un país de la ampliación: Polonia).
La segunda prioridad es, también claramente, América Latina, con un porcentaje que es casi la mitad del europeo (entre el 36% y el 39%). Pero en tercer lugar, y sorprendentemente, aparecen los EE UU, con un 21%, aproximadamente la mitad que América Latina. Y finalmente, ahora sin sorpresas, el Magreb y el norte de África, con un porcentaje que varía del 15% al 9%, aproximadamente la mitad del de Estados Unidos. La jerarquía no puede ser más clara y nos lleva directamente al tema más interesante: ¿qué Europa es ésa que es tan manifiestamente prioritaria para los españoles?
Para comenzar, una UE que no sea superpotencia. La inmensa mayoría (el 73%) rechaza la idea de hacer de Europa una superpotencia y ello, simplemente, porque la gran mayoría (otro 73%) rechazan cualquier superpotencia, de nuevo el porcentaje más alto de Europa, seis veces mayor que la media. De este modo, si sólo un escueto (y no significativo) 1% de los españoles apoya la existencia de una única superpotencia americana, y algo más (el 24%) apoyaría la alternativa de una única superpotencia europea, se trata del porcentaje de apoyo a esta hipótesis más bajo de Europa: un 24%, a comparar con más del 80% en Portugal, Italia o Francia, o más del 50% (el doble) en el Reino Unido, Holanda o Polonia. De los países analizados, sin duda España es el menos proclive a que la UE pueda llegar a ser "otra" superpotencia.
Pero incluso aquellos que piensan así (recordemos, el 24%) consideran que esa eventual potencia europea alternativa debería cooperar, y no competir, con los EE UU (67% frente a 13%), de modo que podemos concluir que sólo el 3% de los españoles (el 13% del 24%) desean una superpotencia europea que compita con los Estados Unidos.
No sorprenderá, pues, que, en segundo lugar, los españoles parecen apostar por una UE no anti-americana. Así, aunque la mayoría creen que Europa es más importante para España que los EE UU (56% versus sólo un 6%), sorprendentemente se trata del porcentaje de "prioridad europea" más bajo de la UE, de nuevo sólo comparable al del Reino Unido (53% de prioridad a Europa). Y lo que singulariza a España es que uno de cada tres ciudadanos (un 34%) creen que "ambos", Europa y los EE UU, son igualmente importantes, un porcentaje que es el más alto de la UE, doblando el de Polonia (16%) y triplicando el de los demás (que se mueven entre el 6% y el 8%). Todo parece pues mostrar una tendencia fuerte (quizás incluso mayoritaria) a combinar un fuerte "europeísmo" con un muy relevante "atlantismo" y, desdeluego, a no tener que optar entre lo uno y lo otro.
¿Por qué? Quizá porque ese es nuestro pasado inmediato, el consenso histórico que se remonta a los gobiernos de Felipe González y Calvo Sotelo. Quizá también porque, aunque una corta mayoría cree que el mundo sería un lugar más seguro si no existiesen los EE UU (34%, frente al 23% que piensa lo contrario), también creen que el mundo sería un lugar menos seguro si otro país tuviese un poderío militar semejante al de los EE UU (42%, frente al 22%). En resumen, el mensaje parece ser ni unipolaridad americana ni bipolaridad euro-americana, sino, lisa y llanamente, multipolaridad. Que esto sea o no factible es otra cosa, pero eso es lo que se desea. Y por ello los españoles son los europeos que se muestran menos receptivos a que Europa aumente su gasto militar para constituirse en contrapeso del poder norteamericano: el porcentaje de rechazo de esa opción es del 47%, frente a un porcentaje del 31% a favor, muy inferior a la media europea (50%).
Con ello no pretendo decir que los españoles son pro-americanos, aunque habría mucho que matizar en el aparente anti-americanismo español (de izquierdas o de derechas). Es evidente que rechazan el liderazgo de Bush y sólo un 2% considera muy deseable el liderazgo fuerte de los EE UU, mientras que la media europea es de casi el 20%. Pero sí estoy diciendo cómo lo son: no les gusta el predominio de los Estados Unidos y justamente por ello no desean que Europa sean "otros" Estados Unidos.
Pero profundicemos ahora en la misma UE. ¿De qué tipo? Para comenzar, más intergubernamental que federal, al menos si la opción se plantea en sus modelos extremos: nada menos que el 76% cree que, "en el futuro, cada Estado debe seguir conservando su soberanía", mientras sólo un 18,2% opina que deben formarse "unos Estados Unidos de Europa con un único gobierno para todos los países". Es una mayoría muy fuerte que parece ir en contra de la impresión existente y que habrá que estudiar en el futuro (y es de destacar que sólo un 6% no tienen opinión al respecto). En segundo lugar, los españoles parecen temer la emergencia de un directorio de países grandes. Sólo el 13% está de acuerdo en que "Europa necesita que los países fuertes, como Alemania, Francia o el Reino Unido, lideren el proyecto europeo y tengan más poder e influencia que los demás". Por el contrario, el 80% defiende que todos los países europeos son iguales y deberían tener la misma influencia y capacidad de decisión". Puede argumentarse que las alternativas son demasiado fuertes y deberíamos formular las preguntas con menos contundencia; cierto y habrá que afinar más en el futuro. Pero de momento ésas son las respuestas. Finalmente, los españoles desean una Europa más profunda que extensa: el 56% cree que Europa debe profundizarse en diversos aspectos (Europa de los ciudadanos, Europa social), frente al 33% que piensan que "es bueno que nuevos países se incorporen y Europa sea cada vez más grande".
No he querido entrar a analizar temas más coyunturales ya cerrados, como la retirada de las tropas de Irak. Desde luego, el 71% valoró positivamente el envío de tropas a Irak el año pasado aunque, con posterioridad, cambiaron de opinión. Respecto a la pregunta por el regreso de las tropas la formulamos en noviembre y la reiteramos en marzo, antes pues del 11-M, y el resultado fue idéntico: sólo un 20% apoyaba la situación actual; el 40% desea el regreso de las tropas en todo caso, y otro 40% aceptaría que continuara pero integradas en una fuerza multinacional bajo mandato directo de la ONU. Queda claro, pues, que los españoles no han cambiado de opinión después del 11-M.
No voy a fetichizar las cifras que acabo de dar. Sé muy bien que las respuestas dependen del cómo y cuándo (e incluso dónde) de las preguntas. Pero un mapa, aunque imperfecto e incompleto (y éste lo es), es bastante mejor que cualquier fantasía. Y como vemos el mapa que resulta es bastante coherente y más matizado y complejo que muchos de los estereotipos simplificadores que circulan con frecuencia.
Emilio Lamo de Espinosa es catedrático de Sociología y director del Real Instituto Elcano.
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