DDT y malaria
Recientemente se ha celebrado el día mundial de la malaria, enfermedad que siega la vida de unos 3.000 niños diariamente, la gran mayoría en el África subsahariana. Me ha sorprendido no ver en los medios de comunicación, tampoco en el suyo, un hecho fundamental para entender el aumento del número de casos de
malaria. En todo el mundo se ha perseguido y prohibido el uso de DDT para combatir el mosquito que transmite la enfermedad. Esta prohibición es un éxito del movimiento ecologista. Desde tal prohibición, el número de casos se ha multiplicado.
Para ilustrar la eficacia del DDT pondré el ejemplo de Zambia, uno de los países más pobres y con peor salud del mundo, que privatizó recientemente sus minas de cobre, lo que ha permitido que los nuevos dueños retomen sus programas de control de la enfermedad. Los resultados han sido espectaculares. Comenzaron con una campaña de uso de DDT en los interiores de las casas, lo que redujo la mortalidad en cerca de un 50% en un año. En el segundo registraron otra caída del 50%, y en los tres últimos años no se han registrado muertes por malaria. El éxito ha sido tan arrollador que el Gobierno está financiando programas similares pagados con sus propios fondos.