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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viaje iniciático por las cloacas

Cuando apareció Satanás, la novela con la que Mario Mendoza (Bogotá, 1964) ganó el Premio Biblioteca Breve de 2002, la crítica mostró unánime perplejidad: Ignacio Echevarría deploró, en estas páginas, sus "interminables diálogos de teleserie", su "prosa casi escolar"; Ricardo Bada, en Revistas de Libros, el "hecho increíble de que le haya sido otorgado el premio". Como en El viaje del loco Tafur siguen el mundo, los modos y las líneas de Satanás deberíamos preguntarnos si, debajo de las apariencias, hay algo que se nos escapó hasta ahora. Es fácil suponer que a la inmensa influencia de García Márquez y los procedimientos del denominado "realismo mágico" la joven generación de escritores colombianos quiere oponer un realismo brutal, sin excursos líricos ni salvoconductos fantásticos. Después de todo -parecen decir- en Colombia si alguien sale volando no es por ningún expediente angélico sino porque le estalla una bomba bajo los pies. La violencia pudo tener en los sesenta el consuelo de leerse como el motor de la historia hacia su resolución. En la actualidad, es una espiral que sólo recrudece en su horrible sinrazón.

EL VIAJE DEL LOCO TAFUR

Mario Mendoza

Seix Barral. Barcelona, 2004

297 páginas. 18 euros

Podría creerse, entonces, que la palmaria indigencia de recursos de las novelas de Mendoza no es una limitación del autor, sino el resultado de una deliberación estética y moral, la determinación de no estilizar la violencia. El primer problema que deja sin resolver es que, en todo caso, esta posición lo aboca a una estilización ingenua, no deliberada, porque El viaje del loco Tafur adopta la forma de la novela de iniciación como un continuo de escenas alegóricas. Su simbolismo tiende a la abstracción y resbala sobre el riel de los detalles y matices sin morderlos, como cosa carente de relevancia. La iniciación de Tafur abarca el ciclo completo de la enfermedad infantil, el amor, la lucha por la justicia, el descenso a los infiernos suburbanos (tutelado por un mendigo), un viaje ritual a Oriente Próximo, la caída final en el crimen y el castigo. Tafur vive para dar testimonio, porque lo iniciático sólo tiene sentido en él como combustible de vocación literaria. Y sin embargo todo está narrado con la grisura de quien, queriendo enfrentarnos con el punch hiriente de la vida en las cloacas reales y metafóricas, no hace sino aplanarla sobre un maniqueísmo de buenos y malos, donde, si hay algo sorprendente, es la puerilidad de todos los perfiles. Al estilo de Mendoza lo mueve un engranaje único: la extenuación de la frase en gruesas repeticiones; en un solo párrafo (página 159) leemos: "El largo camino de la muerte, el trayecto final hacia la nada (...) ese cuadro dantesco: la noche fría y helada (...) el hijo no deseado, el vástago detestado y repudiado". Todo el libro es así.

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