ETA, el diálogo y el caso de Irlanda del Norte
En unos momentos dominados por la amenaza del terrorismo islámico no debemos ignorar que otro fenómeno terrorista persiste en nuestro país. La decadencia de ETA no se ha traducido aún en su definitiva desaparición, representando, por tanto, un importante problema al que el Gobierno debe seguir haciendo frente. En semejante contexto continúan siendo pertinentes las lecciones que es posible extraer de la lucha contra el terrorismo del IRA. Por ello, aunque lejano pueda parecer el encuentro entre la banda terrorista ETA y Carod Rovira, no está de más corregir la peligrosa interpretación del mismo que el político catalán y su partido han hecho. Recientemente, Josep Bargalló, conseller en cap de la Generalitat, relacionaba el ascenso electoral de ERC con la reunión mantenida con ETA y aseguraba que, "si miramos a las urnas, Carod acertó". Esta actitud respaldaba la insistente defensa que Carod sigue haciendo de su iniciativa, como mostraba en una entrevista en Gara el 30 de marzo al asegurar que "la obligación de todo gobernante, en un territorio donde existe una organización que practica la lucha armada, es dialogar con esa organización, porque el diálogo es el instrumento para llegar a soluciones". Similar planteamiento sostuvo en la cadena SER horas después de la masacre del 11-M.
Previamente, Carod había justificado su reunión con ETA mediante la comparación con el político norirlandés John Hume. La utilización de quien ha sido premio Nobel de la Paz podría atemperar las críticas al dirigente de ERC por su torpeza. Sin embargo, el paralelismo carece de rigor al estar basado en una tergiversación de los verdaderos pasos que hicieron posible el proceso de paz en Irlanda del Norte. Al manipular de ese modo el referente irlandés, se ignora la clave de la resolución de dicho conflicto despreciándose una valiosísima lección para el fenómeno terrorista en nuestro país: el proceso norirlandés no ha surgido gracias al diálogo con el IRA, sino a causa de su derrota y subsiguiente renuncia al maximalismo que dominó sus planteamientos durante las últimas décadas.
El propio Pasqual Maragall censuró la actitud de Carod, pero no dudó en equipararlo con Hume. En su opinión, "el gesto de Carod seguramente no conseguirá nada", aunque matizó que "la ingenuidad de Hume dio sus frutos" en Irlanda. Días después, Carod insistía en la equivalencia con Hume ante las críticas del empresariado catalán. Por ello debe subrayarse que no fue el diálogo de Hume con el IRA el desencadenante del final de la violencia, sino la debilidad del grupo terrorista provocada por la eficacia de las políticas antiterroristas articuladas por los Gobiernos británico e irlandés. De ahí que resulte desafortunado que Maragall prefiriese "la ingenuidad y la buena intención" de Carod "a la pasividad del Gobierno español" después de que diversas iniciativas antiterroristas hayan logrado colocar a ETA en su más crítico momento.
¿Qué han conseguido en cambio las buenas intenciones de quienes han apelado al diálogo con ETA y la supuesta ingenuidad de éstos? La experiencia demuestra, tanto en Irlanda como en Euskadi, que los grupos terroristas utilizan esas oportunidades para sus propios fines sin que éstos impliquen el abandono de la violencia, sino la continuidad de la misma con el refuerzo de la legitimidad que extraen de dicho diálogo. No constituye, por tanto, una pista de aterrizaje, sino de despegue, de ahí que las apelaciones al diálogo con los dirigentes terroristas evidencien un profundo desconocimiento de lo que realmente es una organización terrorista. El testimonio de un antiguo activista del IRA así lo expone:
"Si eres una organización que está dispuesta a extraer concesiones políticas con la muerte de civiles, si estás dispuesto a hacerlo cuando no tienes poder, ¿qué estarás dispuesto a hacer cuando tengas poder para mantener ese poder? ¿Cómo podemos convencer a nuestra gente para que confíe en nosotros si cuando no tenemos poder estamos dispuestos a ver a un montón de gente asesinada? ¿Cómo va a confiar en nosotros la gente cuando estemos gobernando? ¡Joder! ¿Mataremos a un montón de personas para mantenernos en el poder? Siempre pensé que cómo íbamos a convencer a tres, cuatro o cinco millones de personas en esta isla de Irlanda para que confiaran en nosotros cuando estábamos dispuestos a matarles para conseguir nuestros objetivos. ¡Joder! ¿Qué es eso?". Estas palabras nos recuerdan que el terrorista es cruel, despiadado, racional, pero no razonable. Racional en tanto en cuanto intenta explotar a quienes defienden el diálogo con el terrorista, pues es a través de ellos como el grupo puede salvar su aislamiento y debilidad. En cambio, no es razonable, porque si lo fuera descartaría recurrir a la violencia sistemática para perseguir sus objetivos. Por ello es por lo que resulta estéril y contraproducente identificar el diálogo como la base de la erradicación del terrorismo.
Cierto es que Hume entró en contacto con el IRA en 1988, pero no fue ésta la causa del cese de la violencia. Tampoco lo fue el diálogo que el sacerdote Alec Reid proponía desde mediados de esa década con el IRA. Es evidente que el IRA intentó aprovecharse de ambos. Como el líder del IRA, Gerry Adams, ha reconocido, utilizó a Reid para que éste convenciera al nacionalismo constitucional, representado por Hume y el Gobierno de Irlanda, de la necesidad de crear un frente nacionalista a cambio del cese del terrorismo. Ése fue el chantaje que transmitió un religioso de cuyas buenas intenciones curiosamente pocas personas dudan y que ahora asesora a Elkarri tras haber sido, según el sindicalista nacionalista Germán Kortabarria, "el redactor de la Declaración de Lizarra". Como otros compañeros de partido de Hume, Eddie McGrady rechazaba la propuesta de Reid al verla como "un plan para salvar el pellejo al Sinn Fein después de la masacre de Enniskillen", en la que 11 protestantes murieron en un atentado del IRA.
En ese contexto debe enmarcarse la supuesta "ingenuidad" de Hume, que tampoco dio sus frutos en la forma del alto el fuego del IRA. Por el contrario, y como temía el nacionalista McGrady, "puso en peligro la posibilidad de un diálogo provechoso con los unionistas norirlandeses", o sea, los protestantes. ¿Cómo interpretó la comunidad que era víctima de la violencia del IRA el diálogo de este grupo con Hume? Lógicamente, con la desconfianza y el temor de que se estuviese urdiendo lo que en verdad el sacerdote Reid perseguía: el cese del terrorismo a cambio de un altísimo precio que hiciese imposible la paz. Y es que el precio que en realidad se exigía representaba un éxito para el IRA, pues se pretendía que su debilidad y su marginación fuesen suplidas por la fortaleza del resto de los actores nacionalistas. Por ello, como ha escrito el corresponsal en Irlanda de The Observer, "la pura verdad es que el IRA no abandonó la denominada lucha armada porque Hume se lo pidiera. Con la comunidad católica bajo nueva presión por los asesinatos perpetrados por los grupos terroristas protestantes, con el IRA infiltrado por topos al más alto nivel dentro del grupo, con la lucha armada constriñendo su desarrollo electoral, en especial en el sur de Irlanda, el IRA pidió la paz y el Gobierno británico le hizo un favor". El "favor" consistió en facilitar la implicación del Sinn Fein en un proceso de paz que no ha garantizado ninguno de los objetivos principales del IRA. Es decir, no fue el diálogo el pilar de la paz, sino la presión política, policial, social y judicial que logró arrinconar al IRA forzándole a aceptar lo que durante treinta años había rechazado.
Las consecuencias negativas para el IRA derivadas del empleo del terrorismo constituyeron incentivos que le hicieron reconsiderar esa táctica empujándole a optar por otro método que no acarrease tan elevados costes personales y políticos. Como han admitido destacados mandos del IRA, si hubiesen sido capaces de derrotar "militarmente" a los británicos, no habría habido un proceso de paz. Por lo tanto, el objetivo de la paz obligaba a demostrar que las aspiraciones del IRA no podían lograrse mediante el terror. Únicamente ante la demostración de que la violencia resultaba ineficaz estuvo el IRA dispuesto a abandonarla. En cambio, los contactos con Hume y Reid reforzaban la creencia de que la violencia era eficaz, pues transmitían que el IRA podría obtener a través de ellos la legitimidad de la que carecía mientras alimentaba la división entre los partidos democráticos. El mismo perjudicial efecto tiene el diálogo con ETA defendido por Carod.
Rogelio Alonso es profesor investigador en Ciencia Política y coordinador de la Unidad de Documentación y Análisis sobre Terrorismo de la Universidad Rey Juan Carlos.
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