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El Ejército mata a 100 islamistas tras sufrir ataques en varias provincias de Tailandia

Las autoridades culpan a los narcotraficantes de alentar el separatismo en el sur del país

Tras cuatro meses de enfrentamientos, la violencia estalló ayer en toda su intensidad en el sur de Tailandia. Un total de 107 militantes islamistas, que habían comenzado a las cinco de la mañana una serie de ataques coordinados contra 15 comisarías y puestos de vigilancia, fueron abatidos por la policías y militares en una larga batalla, que finalizó con las fuerzas de seguridad abriendo fuego sobre una mezquita donde se habían refugiado algunos insurgentes. Aunque los asaltos no fueron reivindicados, según algunos militares se debieron a separatistas que pretenden fundar un Estado musulmán en este país predominantemente budista.

Iban armados con machetes, cuchillos y algunas pistolas. Algunos vestían el tradicional sarong; otros, pantalones. Llevaban pañuelos rojos alrededor de la cabeza con eslóganes islámicos. Fue al amanecer cuando varios centenares de personas, la mayoría adolescentes, lanzaron de forma perfectamente coordinada, pero mal armados, una serie de asaltos en las provincias de Yala, Pattani y Narathiwat, situadas en el sur del país, predominantemente musulmán.

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Pero las fuerzas de seguridad habían sido prevenidas y los estaban esperando, lo que les permitió saldar la lucha con tan sólo cinco bajas. "Nuestros servicios de inteligencia habían recibido información de la población local", comentó ayer el general jefe del Ejército, Chaiyasidh Shinawatra, según informa Reuters. Las ocho horas de enfrentamientos acabaron cuando la policía emprendió una dura ofensiva con gases lacrimógenos y lanzagranadas sobre una mezquita del siglo XVI, en Pattani, que después de tres horas de lucha culminó con la muerte de 32 militantes que se habían atrincherado en el edificio.

Escalada desde enero

El primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, afirmó que el resultado del ataque ayudaría a detener un conflicto separatista islámico que se remonta a varias décadas y que, según dijo, ha sido encendido de nuevo con el dinero de traficantes de drogas y políticos corruptos y no por el terrorismo internacional. Thaksin calificó a los asaltantes de vulgares criminales, sin ninguna motivación religiosa o ideológica. Aunque, según algunos analistas, la coordinación de las incursiones sugiere lo contrario.

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El enfrentamiento supone una escalada de la violencia que vive el país desde que el pasado 4 de enero murieran cuatro soldados durante el ataque a unos barracones militares. Desde entonces, más de 65 miembros de las fuerzas de seguridad, funcionarios del Gobierno y monjes budistas han perdido la vida. Algunos expertos temen que el sur de Tailandia se esté convirtiendo en campo de abono para movimientos terroristas como Al Qaeda.

El general Panlop Pinmanee, subdirector del Mando de Seguridad Interior, dijo que está "absolutamente seguro" de que las incursiones habían sido organizadas por separatistas entrenados por grupos militantes en el sur del país. El primer ministro añadió que pretendían robar armas, como hicieron en enero, cuando se apoderaron de cientos de fusiles, para luego venderlas.

Algunos activistas de derechos humanos creen que las autoridades habían difundido el rumor de que los puestos policiales estaban poco protegidos para atraer a los insurgentes. Jakrapob Penkair, portavoz del Gobierno, negó que todo hubiera sido orquestado para llevar a cabo "un asesinato en masa", pero dijo que tuvieron que actuar de forma tajante contra el levantamiento, informa France Presse. "El Gobierno no considera esto una victoria y no está contento con el gran número de personas que ha muerto. Da igual en qué lado estuvieran, todos eran tailandeses", señaló.

Chaiyasidh, sin embargo, aseguró que el hecho de que hubieran muerto tantos rebeldes podría facilitar "el fin de la revuelta". Y confirmó que los militantes habían creído que las fuerzas de seguridad estaban vigilando escuelas que habían sido atacadas la semana pasada.

Los líderes islámicos temen que la violencia de los enfrentamientos de ayer deteriore aún más la situación en la región, donde el resentimiento contra el Gobierno central ya es alto.

Fuerzas de seguridad tailandesas observan los cadáveres de varios jóvenes en la provincia de Pattani, de mayoría musulmana.
Fuerzas de seguridad tailandesas observan los cadáveres de varios jóvenes en la provincia de Pattani, de mayoría musulmana.REUTERS

Budistas y musulmanes

Las raíces del conflicto separatista musulmán en Tailandia se hunden en los años sesenta y setenta del pasado siglo, en las provincias de Yala, Pattani, Satun y Narathiwat, cerca de Malaisia, cuando hasta 20.000 guerrilleros llegaron a integrar las milicias conocidas como Organización de la Liberación Unida de Pattani (OLUP). Este movimiento pretendía establecer un país musulmán en el que se verían libres de seguir los dictados de las escuelas tailandesas, que promueven el budismo y enseñan en tailandés, y los designios de las autoridades de Bangkok. Los musulmanes en el sur hablan yawi, un dialecto del malayo. La provincia de Pattani, de quien tomaron el nombre, era una región independiente cuando el Reino Unido gobernaba Malaisia, pero fue reclamada más tarde por Tailandia.

Las ofensivas del OLUP nunca tuvieron la magnitud de los ataques de ayer. No obstante, había enfrentamientos esporádicos en regiones alejadas, bombas en los trenes, y ataques a escuelas y oficinas del Gobierno.

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