Bajar a la tierra
La toma de posesión del Gobierno andaluz cierra la sucesión de actos institucionales después de las elecciones
Supo a broche final. La toma de posesión del nuevo Gobierno de la Junta fue como la jornada de cierre de una temporada de fiesta, un prolongado paréntesis de excepcionalidad: las elecciones, la constitución del Parlamento, la investidura del presidente, su toma de posesión y la del Ejecutivo. Se acabaron las solemnidades simbólicas, la pompa y las celebraciones. Empieza la rutina. Lo resumió muy gráficamente Manuel Chaves, en su brevísimo discurso -el cuarto desde el 14-M-: "Recientemente en un medio de comunicación dije que estaba feliz como un pájaro, algo políticamente incorrecto, y que me sentía encima de una nube. Pues bien, mañana desenrollaré la escalerilla para bajar a la tierra y ponerme a trabajar. Suerte a todos".
El acto de ayer se mezcló con los ritos iniciales de la Feria de Abril de Sevilla. La exhibición de enganches de la cercana Plaza de la Maestranza, unida a los cortes de tráfico por las obras del metro, desencadenó un colosal embotellamiento en los alrededores del Palacio de San Telmo. Aunque sin llegar al atasco humano del interior, un repleto Salón de los Espejos calentado por el sol veraniego de este caluroso final de abril. Casi las mismas caras que en la víspera -el festival con aires de recepción a José Luis Rodríguez Zapatero en el que se trocó la quinta toma de posesión de Chaves-, con trajes nuevos y gestos de que querer terminar cuanto antes. Salvo los protagonistas, claro está, a los que arropaban familiares y allegados, muchos provistos de cámaras fotográficas con las que detener para la posteridad el destello del gran momento.
Los flamantes consejeros se alinearon según el orden jerárquico protocolario. Hasta el séptimo puesto, el azar coloreó la imagen con una hilera alterna de hombre-mujer. A partir de ahí, tres trajes oscuros masculinos y otros cuatro femeninos en tonos pasteles y blancos. Todo funcionó con precisión. Un único lapsus de la consejera de Salud, María Jesús Montero, que prometió la norma fundamental del reino en lugar de la del Estado.
Una vez rota la fila, los abrazos, besos y felicitaciones. El jardín del Palacio se pobló rápidamente. Sobre una tarima, el Gobierno obedeció a la tropa de fotógrafos que se colocó en frente. Primero, la foto oficial, después peticiones varias. Concha Gutiérrez, consejera de Obras Públicas y Transportes, bromeó con el número de mujeres del Ejecutivo y denominó la imagen del presidente con las consejeras como la foto de la "mayoría". Cuando llegó el turno de la de la minoría, los consejeros se disolvieron discretamente. No se hizo.
Las autoridades de rigor (militares, policía, agentes sociales) cumplieron religiosamente. También una amplia representación del mundo económico (cajas de ahorro) y otros lobby de poder, además del defensor del Pueblo y alcaldes. Por el Gobierno de la nación estuvo la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. Nadie de la oposición, sólo los ex consejeros Ortega (Antonio y Juan), de la familia andalucista, en calidad de antiguos miembros de gabinete. No escondieron una apagada expresión de añoranza.
El fin de fiesta se notó en las declaraciones oficiales sobre los planes de cada departamento. Fue la forma de desenrollar la escalerilla y bajar a la tierra. Los 14 dieron noticias, unos con más conocimiento que otros, la veteranía es un grado. Paulino Plata, ex consejero de Agricultura y Pesca y ahora titular de Turismo, Comercio y Deportes, contaba a todo el mundo una futura solución para el problema del algodón: "Hay que salir bien de los sitios".
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