_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De salida, sí

No hay que precipitarse, ése es el lema: calma. Cuente hasta diez (o mejor hasta cien), respire, inspire, no se excite, medite. Si es preciso, consulte con su médico antes de decidir (precipitadamente) sobre ciertas cuestiones capitales que podrían cambiar el curso de su vida y hasta, si nos apuran, la deriva de este diablo mundo. Antes de dar un paso, piénseselo dos veces (o mejor: piénseselo doscientas), no vaya a hincar el remo tontamente. La prudencia, como dice Gracián, es un arte de príncipes. Aunque tampoco, claro, hace falta tomarse la molestia de leer a Gracián: basta con asomarse al Refranero igual que quien se asoma a un patio de vecinos, con la maledicencia enquistada en el alma y la astucia pintada en la jeta. "Vísteme despacio, que tengo prisa", o bien: "No por mucho madrugar amanece más temprano". Y así hasta el infinito.

Claro que lo que en realidad quiere decirse es otra cosa. Otra cosa que no tiene que ver con Baltasar Gracián ni su arte de prudencia. Llevan una semana diciendo que el señor Zapatero ha metido la pata, que se ha precipitado al cumplir su promesa electoral y retirar las tropas españolas de Irak antes de junio, o sea, antes de tiempo. Los argumentos empleados son de una implacable lógica. Pero lo que, en el fondo, se nos quiere decir al afirmar que se ha precipitado Zapatero al sacarnos del infierno iraquí es que los españoles que votaron al señor Zapatero lo hicieron sin pensarlo cabalmente, con una precipitación que pagaremos cara (porque la precipitación siempre se paga cara). Quieren decirnos que lo más probable es que el PSOE nos lleve al precipicio del desamparo atlántico o cosa parecida. Nos dicen que miremos (para que aprendamos) al caballero Silvio Berlusconi frotándose las manos, celebrando la decisión de España de abandonar Irak y recordándoles a los americanos que ahora, tras el precipitado mutis del señor Zapatero, ellos, los italianos, son el mejor amigo y aliado europeo de los amos del mundo mundial. Y todo, tanta oportunidad perdida, por la maldita precipitación. ¿No recuerdan aquel hermoso lema -"Otan, de entrada no"- que tan buenos servicios prestó gracias a su reversibilidad? ¿No podía haber hecho el señor Zapatero una reedición de aquel eslogan aplicado a la guerra de Irak? Eso se dicen muchos analistas lectores de Gracián. Pero, por una vez, el político no nos ha dicho digo donde nos dijo Diego.

Se ha hablado mucho de precipitaciones, pero nada o muy poco sobre la precipitación de Aznar al meternos de rondón en la foto ridícula de las Azores, recibiendo en el lomo las palmadas de Bush y Tony Blair, ese primer ministro que parece sacado (precipitadamente) de la planta de ropa de cama de Marks & Spencer. ¿No se precipitó George Bush al invadir Irak antes de que las armas de destrucción masiva asomaran por algún lado? Seguramente no. Quizás el único que no ha actuado precipitadamente en esta historia negra encharcada de sangre es el propio George Bush. Sabía perfectamente dónde, cómo y cuándo entraría en Irak. Lo que no sabe ahora es cuándo y, sobre todo, cómo saldrá de allí.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_