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Columna
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Un buen jugador

Antonio Elorza

Rectificar es de sabios, y aun cuando yo no me considere miembro de ese gremio, creo útil expresar mi rectificación de algo que ni siquiera llegué a escribir. Me refiero al juicio parcialmente negativo que me mereció en un primer momento la decisión del nuevo presidente en cuanto a la retirada de las tropas españolas de Irak. Aun encontrándome plenamente de acuerdo sobre el fondo, esto es, la exigencia de cumplir cuanto antes el compromiso preelectoral de la retirada, pensé que hubiera sido mejor guardar las formas, con una propuesta del Consejo de Ministros del día siguiente, en virtud de la cual los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa se trasladaran inmediatamente a Washington y a Nueva York con el fin de celebrar entrevistas al más alto nivel en las Naciones Unidas y en el Departamento de Estado, ya que la labor informativa previa fue necesariamente informal al no estar constituido el Gobierno. Al regreso de ambos, con el diagnóstico conocido de antemano, retirada inmediata. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos ha venido a probar que tal vez en ese caso hubieran tenido lugar presiones que ahora están fuera de lugar, y en cambio, dada la terrible situación de los ocupantes en Irak, la Casa Blanca gana un valioso alfil para eventuales mediaciones en la zona. Y lo que es más importante, disminuye el riesgo de bajas para una supuesta "misión humanitaria", en realidad ocupación militar, que nunca debió realizarse. El único coste, inevitable en cualquiera de las dos opciones a la vista del estado de cosas actual, es el aprovechamiento del episodio por parte de la propaganda de Bin Laden al tratar de justificar las acciones criminales de Al Qaeda.

La aparente debilidad de Zapatero al abordar los grandes problemas se está viendo compensada, en consecuencia, por una más que notable capacidad para jugar sus bazas en momentos decisivos. Lo probó en el congreso del PSOE de hace cuatro años, lo confirmó en plena campaña electoral con la arriesgada declaración de que sólo gobernaría si el PSOE era el primer partido votado, objetivo de apariencia imposible entonces que llevó a concentrar votos de izquierda en torno al socialismo, y ha venido a corroborarlo, ofreciendo una saludable imagen de firmeza democrática al adelantarse a decidir la salida de Irak. Dada la sucesión de momentos críticos que le esperan a lo largo de la legislatura, es una cualidad más que apreciable.

También ha de ser valorada positivamente la sensación que logra transmitir el nuevo Gobierno en cuanto a la reanimación de la vida democrática, un tanto sofocada en los dos últimos años por la deriva autoritaria del Gobierno de Aznar, sobre todo en las formas y en el control de los medios. El amplio consenso en que se apoya Zapatero tiene su correlato en una pluralidad de componentes, los cuales, según las primeras impresiones, van a ser algo más que convidados de piedra respecto del Gobierno monocolor. El fin del monopolio de la expresión en la televisión pública, la rectificación rápida de las contrarreformas puestas en práctica por el anterior Ministerio de Educación (con aberraciones tales como la ANECA o la fórmula de pruebas de habilitación), el giro europeísta de la política exterior, son algunos de los signos que colocan al nuevo Gobierno bajo el signo de una ilusión nada imaginaria.

Los problemas, sin embargo, están ahí. El largo episodio iniciado con la operación de Leganés nos recuerda que una inminente amenaza terrorista sigue existiendo -tal y como probó el macabro incidente de la profanación de la tumba del geo-, que todo lo sucedido desde el 11-M se debe a una mentalidad terrorista estrictamente vinculada al integrismo islámico, y que no se trató de un comando aislado sino de una acción preparada por un grupo de acción favorecido por la presencia de un notable apoyo social en medios afines a los terroristas en términos religiosos y de origen nacional. Frente a quienes presentan la predicación wahhabí como un elemento más de una disneylandia de creyentes pacíficos, cobra fuerza la denuncia realizada por la asociación de trabajadores marroquíes, pidiendo ser liberados de esos intrusos sectarios. Está todo por hacer, lo mismo que en el tema de la reforma constitucional.

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