'Carreteras secundarias', de E. Martínez Lázaro
Mañana, por 1,95 euros, EL PAÍS ofrece la adaptación de la novela de Martínez de Pisón
Cuatro años después de su triunfo con la comedia Los peores años de nuestra vida, ya publicada en esta colección, el director Emilio Martínez Lázaro entendió que la sexta novela de Ignacio Martínez de Pisón, Carreteras secundarias (1996), contenía una posible road movie a la española, y ofreció al escritor que él mismo la adaptara al cine. La novela cuenta el viaje de un adolescente y su padre por la España de 1974 en pleno declive del franquismo, a bordo de un coche, su única posesión ("un Citroën Tiburón como el del general De Gaulle"). Van de aquí para allá intentado sobrevivir a base de negocios abocados al fracaso, de pequeños timos, incluida una estafa familiar, que también acaba en desastre. Beatrice Sartori resumió en El Mundo la peripecia de ambos personajes: "Entre pícaro y Quijote, el padre no posee más que a un hijo que le detesta, un coche, numerosos fracasos, tres maletas, un televisor portátil y un reducido bagaje emocional...".
"Los actores convierten la contemplación del filme en una bocanada de aire fresco"
"Es la historia de las incomprensiones que siempre se dan entre hijos y padres", contó el director a María Casanova en Cinemanía: "De la novela me gustaron especialmente sus personajes corrientes, gentes del montón, grises..., aunque la historia no sea gris en absoluto. Me gustó el humor tan sutil que tiene toda la historia, que hace que el adolescente pueda ver lo que ocurre a su alrededor con ojo irónico, lo que no suele ser habitual en los niños, que tienen una visión demasiado seria de las cosas". Martínez de Pisón se encargó, efectivamente, del guión, por el que fue nominado al Goya de 1997: "No creo que haya tantas diferencias entre escribir novelas y guiones. Siempre intento quitar literatura a mis libros. Para mí fue un reto satisfactorio", explicó el autor a Amelia Castilla, quien también recabó la opinión del director: "Fue el guión más depurado que había visto en mi vida. Me sorprendió la falta de adjetivos, parecía el trabajo de un guionista profesional".
Carreteras secundarias se presentó fuera de concurso en el festival de Valladolid, donde obtuvo excelentes críticas: "La película no cesa de crecer en busca del desenlace, al que nos hace llegar agradecidos, con la sonrisa y la lágrima mezcladas dentro de la gozosa ambivalencia en que nos envuelve el sentimiento de solidaridad que desprende un filme ideado y hecho con talento y generosidad e interpretado por gente que, como Antonio Resines, Fernando Ramallo y Maribel Verdú, son dueños de un infalible instinto para atrapar la emoción ajena", escribió Ángel Fernández-Santos, sin olvidar la participación de Miriam Díaz Aroca en un breve cometido. Para Carlos Guerpegui, "Carreteras secundarias está atravesada por un sutil sentido del humor y un sobrio lirismo, hasta culminar en el encuentro feliz de los dos personajes protagonistas, perdidos hasta entonces en el recorrido geográfico y en el laberinto de sus recuerdos".
Daniel Monzón en Fotogramas opinó que la película "comienza de forma frívola, ligera, divertida, pero va adquiriendo una inevitable trascendencia a medida que el Citroën Tiburón se adentra en los ensortijados vericuetos descritos por las carreteras españolas del postrer y agónico franquismo. Martínez Lázaro ilustra este arco emocional clásico con un estilo primero jovial, entregado a la anécdota episódica, incluido, claro, el musical, hacia un tono más grave, un tempo más cadencioso, que acabará hablando, con esa suavidad y elegancia de las mejores películas de Martínez Lázaro, de muchas cosas de peso -entre ellas, de las dos Españas, la liberal y la conservadora, asesina la una de la otra, como apuntara el amargo genio de Larra-, pero dichas como entre líneas, sin que el trasfondo se adueñe nunca del fondo humano de los personajes que, lejos de erigirse en símbolos generacionales o de cualquier tipo, no dejan de aparecer como seres vivos. Y bien vivos".
Elegir como protagonista a Antonio Resines no ofreció duda alguna al director, como tampoco el encargar a Maribel Verdú el personaje de la ingenua y fogosa Paquita. Aquel mismo 1997, Resines y Verdú revalidaron sus títulos de grandes intérpretes con La buena estrella, de Ricardo Franco, que se alzó con los premios más importantes del año. En cuanto al joven Fernando Ramallo, que había sido descubierto por David Trueba en La buena vida, fue finalmente nominado por Carreteras secundarias como actor revelación en los premios Goya. Al verle actuar, Martínez Lázaro decidió de inmediato ofrecerle el papel protagonista: "Posee una gran sobriedad al expresarse, totalmente natural en él, y una voz impresionante, llena de registros. Es un actor nato", comentario al que se sumó Maribel Verdú, entrevistada por Javier Rioyo, cuando definió a Ramallo como "un pequeño monstruo".
Todos los actores fueron elogiados por la crítica. En opinión de Fernández-Santos, tal unanimidad se debió al talante de Martínez Lázaro: "Es un director generoso y cede la batuta a los intérpretes para que sean ellos quienes tracen su itinerario y nos abran accesos al conocimiento de los personajes. Y éstos -desde el dúo padre-hijo, que tejen prodigiosamente Antonio Resines y Fernando Ramallo, a algunos vivísimos tipos episódicos, sobre todo el que nos regala Maribel Verdú con un par de brochazos perfectos- se autoconstruyen ante nuestros ojos, lo que convierte a la contemplación del filme en una bocanada de aire libre". El novelista y guionista Martínez de Pisón estuvo de acuerdo: "Cuando me despedí de mis personajes, después de haber compartido con ellos una magnífica paella, lo hice con la seguridad de que los había dejado en buenas manos".
Babelia
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