¡Viva Cataluña!

Antoni Puigverd grita "Visca Espanya" y reclama un nuevo escenario en el que el diálogo, el reconocimiento mutuo y la lealtad institucional primen sobre los resentimientos.

Es bueno que así sea, pero en su artículo falta reciprocidad. Se recrea en la suerte del mito imperial español y elude otros. Es hora de que los catalanes pongamos también ante el espejo nuestra lealtad y lo que es todavía más incómodo, nuestra realidad. Con la cortina de los "malos vientos españoles" se eluden las monsergas nacionalistas: el mito imperial (Païssos Catalans), la pretensión monolingüe y los aires de superioridad.

Sí a la España plural, al euro y a las instituciones en todos los idiomas de España (ningún problema) y sí, con la misma fuerza, a Cataluña en España. También es necesario un nuevo discurso catalanista estructurado en torno a la ciudadanía, al bilingüismo y a la igualdad entre todos los españoles. Caminando juntos seremos más fuertes y más libres.

El aznarismo ha sido antipático, pero el nacionalismo catalán tampoco ha sido divertido. En Cataluña, en las escuelas sufragadas con fondos públicos, los niños castellanohablantes no tienen posibilidad de estudiar en su lengua familiar, en TV-3 se reconviene a los presentadores por utilizar, esporádicamente, el castellano con sus invitados; la Generalitat subvenciona a las federaciones deportivas para que se independicen y marquen goles a Espanya, y en el tema del expolio económico estamos llorando demasiado con tanta seva, perdón, cebolla.