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Reportaje:

Chupa-Chups pierde peso y gana valor

La multinacional española del caramelo vuelve a la rentabilidad tras vender tres plantas

Desde la apuesta por el volumen hasta la supremacía del valor. Éste es el camino emprendido por Chupa-Chups, la multinacional española del caramelo de palo que no desdeña su presencia en 150 países, pero que apunta fundamentalmente a reforzar su penetración en 22 mercados de Europa y Asia, mientras aplaza, para más adelante, la estrategia de competir en los Estados Unidos, frente a los grandes del sector, como Mars o Wrigleys.

Los Bernat financian su empresa con una aportación de ocho millones de euros y un crédito hipotecario de 35 millones por la 'casa Batlló'
La empresa ha reducido su endeudamiento, que al cierre de 2003 era de 46 millones de euros, justo la mitad que un año antes

Chupa-Chups ha recuperado la senda creciente de sus resultados: cerró 2003 con un beneficio de ocho millones de euros, frente a unas pérdidas en 2002 de 15,3 millones, mientras que la facturación de la empresa de confitería se elevó a 297 millones de euros. Pero esta reconducción hacia los beneficios ha tenido un alto precio, ya que, en apenas unos meses, la compañía ha cerrado tres plantas (en Francia, Rusia y China) y ha desinvertido tanto activos en producción como inmuebles y solares de los centros clausurados. Una de estas desinversiones, la más alarmante a criterio de los sindicatos, corresponde a los solares sobre los que se asienta la factoría de Chupa- Chups en la población de Sant Esteve de Sesrovires (Barcelona). La compañía traslada esta planta a otra en construcción situada en el mismo municipio y libera los solares de la antigua fábrica, situados en una zona actualmente urbana, de "modo que nos beneficiaremos de una recalificación enfocada hacia la construcción de viviendas y aplicaremos las plusavalías obtenidas a las inversiones en el nuevo centro", dice un portavoz del grupo confitero.

En paralelo a la vuelta al beneficio, la empresa redujo el pasado año su nivel de endeudamiento, que al cierre de 2003 suponía 46 millones de euros, justo la mitad que el acumulado un año antes. Pero el reequilibrio definitivo del balance llegará con la citada venta de los terrenos, cuyo importe Chupa-Chups no quiere cuantificar.

El grupo, que recientemente ha lanzado en seis mercados europeos su nuevo producto, Cremosa -un caramelo con palo sin azúcar-, prevé incrementar sus ventas este año en un 6%, continuando con la política de concentración en el desarrollo de sus mercados clave, como Rusia, Corea del Sur y la UE.

El pasado año, Chupa-Chups cerró su red comercial en China, que contaba con 220 vendedores, no exclusivos de la empresa española, y a partir de ahora, la multinacional seguirá comercializando sus productos en China con ayuda del grupo público Tingyi, al que ha vendido el 50% de un antiguo centro de producción de Shanghai y con el que ha creado una sociedad conjunta. Desde que Chupa-Chups aterrizó en China en 1994 ha invertido siete millones de euros en la red comercial y en un centro fabril en Shanghai.

El actual presidente de Chupa-Chups, Xavier Bernat, explica que, cuando más encendidas estaban las alarmas, el grupo de confitería decidió efectuar el traspaso cruzado de las marcas Chupa-Chups y Smint (antes propiedad de la sociedad patrimonial de los Bernat EBF y ahora ya dentro de la empresa), y de la emblemática Casa Batlló de Barcelona, que sale de la compañía y pasa a la sociedad patrimonial de la familia.

Chupa-Chups ha publicado recientemente en el Boletín del Registro Mercantil la segregación de su filial Inmobiliaria Casa Batlló, que pasará a ser propiedad de EBF. La operación fue aprobada el pasado 25 de febrero por las juntas generales de ambas compañías y forma parte del plan de reestructuración industrial y financiera que la empresa ha puesto en marcha para sanear su situación de elevado endeudamiento. Es decir, los Bernat, accionistas únicos de la empresa de confitería, compran el edificio a su empresa y así inyactan fondos en la compañía, que no ha querido revelar el importe de esta operación.

La otra cara del intercambio, el traspaso de las marcas Chupa-Chups y Smint, desde la patrimonial a la empresa confitera, supone una inyección en el neto patrimonial del orden de 60 millones de euros, cantidad que se corresponde con el valor de las marcas. Gracias a a esta compleja operación, la compañía se fija el objetivo "de situar los fondos propios en 150 millones de euros", asegura el propio Xavier Bernat.

Una joya del modernismo

A cambio de quedarse con la Casa Batlló, los Bernat han suscrito una ampliación de capital en efectivo de 8 millones de euros y destinan a su empresa un crédito de 35 millones de euros obtenido del Institut Català de Finances (ICF) -el banco público tutelado por el Departamento de Economía de la Generalitat-, fruto de la hipoteca del edificio. La Casa Batlló, obra de Antoni Gaudí, considerada una de las joyas del modernismo arquitectónico y situada en el paseo de Gracia de Barcelona, está valorada entre los 70 y los 75 millones, según los cálculos efectuados por expertos independientes. En todo caso, después de la celebración del Año Gaudí, el inmueble se ha convertido en un atractivo turístico muy rentable para los Bernat, que lo explotan en usos culturales y de ocio.

Este emblemático edificio persigue el destino de los accionistas de Chupa-Chups, desde que, pocos años después de ser adquirido por el fundador de la compañía, Enric Bernat, apareció en el balance de la sociedad Iberia de Seguros, entonces en la órbita del empresario. Bernat diseño una estrategia a medio plazo para convertir a Iberia de Seguros en el crisol de un futuro grupo financiero que acabaría gestionando una ficha bancaria. Bernat y el entonces secretario de la presidencia de la Generalitat, Lluís Prenafeta -ambos eran consejeros de una instrumental participada por la aseguradora-, pensaron en fusionar Iberia de Seguros con la firma financiera Consorcio Nacional del Leasing (CNL), el germen de lo que después acabaría siendo Grand Tibidabo, la empresa de cabecera de los negocios españoles de Javier de la Rosa, el antiguo gestor de la oficina de inversiones de Kuwait, KIO. Sin tener ninguna relación con De la Rosa y antes de que el financiero se hiciera con el control del CNL, Bernat decidió abandonar el proyecto cuando supo que el Banco de España le denegaría una ficha bancaria, a pesar de su inmejorable historial como empresario.

En aquel momento, a principios de los años noventa, Chupa- Chups atravesaba su esplendor como empresa exportadora, tenía presencia industrial en Francia, Rusia y China e iniciaba su penetración en países latinoamericanos, como Brasil y México, donde construyó plantas para la fabricación de caramelos.

Bernat inició su estrategia como financiero a partir del valor de la Casa Batlló, partiendo del precio de salida ofrecido por el grupo japonés Sumitomo, en unos momentos en los que los principales grupos inmobiliarios europeos y asiáticos decantaban su preferencia por España. El valor del edificio fue uno de los emblemas del boom inmobiliario al calor de la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y la expectación rozó el paroxismo cuando Bernat anunció que de la tasación definitiva y la venta del edificio se encargaría la prestiosa Sotheby's de Londres, en una subasta internacional.

El mismo activo

Enric Bernat no hizo sino demostrar su capacidad para generar expectativas y valor mostrando un activo entonces improdutivo, cuyo valor contable, en el balance de Iberia de Seguros, era poco menos que insignificante. El pionero de Chupa-Chups, que en aquellos años era uno de los propietarios inmobiliarios de mayor peso en Barcelona, consiguió para su caramelo de palo una imagen considerada genérica por los expertos, hasta el punto de que Chupa-Chups es la marca española con mayor nivel de penetración en todo el planeta, a pesar de que los volúmenes de facturación del grupo están muy lejos de las compañías industriales y ni siquiera alcanzan los promedios de las empresas alimentarias competidoras como Nutrexpa y Agrolimen.

Ahora, en unos momentos en que la empresa de confitería sale de su reciente crisis, Xavier Bernat, al frente de la segunda generación del grupo familiar, se muestra fiel a la línea de su antecesor al desvelar el valor de sus marcas y pignorar el mismo activo inmobiliario que a su padre le sirvió de estandarte en tiempos de bonanza.

El reto de la sucesión

Es conocido que las empresas de capital familiar tienen un reto muy especial a la hora de encarar la sucesión. El fundador de la empresa, Enric Bernat, que falleció en diciembre del 2003, cedió la presidencia ejecutiva a su hijo Xavier en 1999 y desde entonces el grupo está comandado desde un consejo de familia y en torno a la sociedad patrimonial ERF, del que formaban parte los hijos del matrimonio Bernat.

Sin embargo, la dirección ejecutiva de la empresa recae en Juan José Pérez Cuesta, que ejerce de primer ejecutivo ante un consejo supervisor en el que participan Xavier y Marcos Bernat junto a Javier Cano y un consejero estadounidense.

En el caso de los Bernat, como ha ocurrido en empresas de raíz patrimonial muy similar, como la perfumera Antonio Puig, las alimentarias Nutrexpa (propiedad de los Ferrero) y Agrolimen (Carulla); las farmacéuticas, como Laboratorios Esteve, Uriach y Ferrer Internacional, y las constructoras, como Ferrovial y Entrecanales, entre otras muchas, la sucesión no plantea únicamente problemas fiscales. Las dificultades son de varios órdenes, pero el primero de ellos es el lideraje de la segunda y tercera generación. En Chupa- Chups, el nombramieno del actual presidente, Xavier Bernat, se adelantó los acontecimientos y permitió quemar estapas y hasta discusiones baldías acerca del control de la compañía.

Para Bernat, la compañía debe escapar ahora a la voracidad de los grandes gigantes del sector. Chupa-Chups se resistió hace unos meses a una fusión con Joico, entonces filial de caramelos de Agrolimen, que finalmente fue capturada por Wrigleys. Pese a ello, los Bernat no están cerrados a futuras alianzas que, a medio plazo, "llegarán con empresas de nuestro tamaño", dice Bernat.

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