Los 'marines' libran una guerra casa por casa en las calles de Faluya
Los estadounidenses advierten de que "el tiempo se acaba" para alcanzar una solución
Desde hace varios días, los marines estadounidenses libran una batalla en la ciudad de Faluya, sesenta kilómetros al oeste de Bagdad, que ya ha costado unos seiscientos muertos entre los iraquíes, los últimos de los cuales fueron 14 ayer. Las fuerzas estadounidenses emplean, además, helicópteros y aviones de combate para terminar con la explosión de violencia más importante desde que acabara la guerra en una ciudad que se ha convertido en un símbolo para los partidarios de Sadam Husein y los enemigos de la ocupación. Faluya es ahora el escenario de una guerra urbana.
Un ejemplo son los combates librados el pasado martes, donde los estadounidenses mataron a más de cien insurgentes. La batalla, un combate urbano de manual que se prolongó durante 14 horas, fue uno de los enfrentamientos más fuertes desde que se produjo la invasión de Irak el pasado año. Y mostró no sólo la intensidad de la resistencia, sino la disposición existente entre los insurgentes para morir. "Muchos de esos muchachos estaban empapados en la yihad", reconocía el teniente coronel McCoy, comandante del 4º batallón del tercer cuerpo de marines. "Podían haber sido perfectamente combatientes suicidas", añadió.
Los marines lucharon casa por casa, tejado por tejado y portal por portal. Repelieron fuego de ametralladora, andanadas de cohetes y repetidos asaltos de combatientes enmascarados. "Nos atacaron con todo lo que tenían", subraya el cabo Tom Conroy. "Esto es un asunto completamente distinto. La hostilidad ya no es una mirada fija o malintencionada. Es fuego de un arma".
Los combates comenzaron en Karma, una aldea a unos diez kilómetros al noreste de Faluya, durante una operación de búsqueda y destrucción de infraestructuras de la resistencia. La lucha en Faluya supone un retroceso a un tipo de guerra urbana que la mayoría de los marines sólo conoce a través de las películas. Es el tipo de costoso conflicto que los generales americanos trataban de evitar cuando invadieron Irak el año pasado y que no se había visto a esta escala hasta ahora.
Y no parece que vaya a cesar a pesar incluso de que las fuerzas de Estados Unidos declararan un alto el fuego unilateral hace seis días para dar a los negociadores iraquíes tiempo para alcanzar un acuerdo de paz con los insurgentes. No se ha alcanzado ningún acuerdo y la lucha continúa a menudo justo al otro lado de la calle.
Los comandantes de los marines en Faluya aseguran que el enemigo cada vez está mejor organizado. El pasado miércoles, 15 combatientes realizaron un asalto coordinado sobre unos marines que se encontraban en una esquina de la ciudad. Otros marines apostados en los tejados lograron repeler el ataque, pero sólo después de solicitar ayuda de los helicópteros artillados. Algunos de los insurgentes portaban chalecos antibalas de la policía iraquí que forman parte del equipamiento suministrado por los estadounidenses y también utilizaron bengalas para iluminarse durante los combates. "La pasada noche estaban alrededor de nosotros. Enfrente, detrás, por todas partes", explica el coronel Lewis Langella, al mando de un pelotón de francotiradores de infantería en las afueras de Faluya. "Nos estaban lanzando un motón de plomo y nosotros les devolvíamos otro montón".
Durante la semana, los marines han estado fortificando sus posiciones a lo largo de la polvorienta ciudad de un monocromático color ladrillo gris. Aunque la guerra urbana sea algo fluido, también existen los frentes de batalla. Aquí es una línea de tejadillos ocupados por los marines sobre unas calles plagadas de desperdicios.
Uno de los utensilios más importantes en esta batalla procede del cuarto de las herramientas de los obreros: el mazo para partir piedras. Con él, los marines abren agujeros en las paredes de las casas que ocupan lo suficientemente grandes como para que quepan los cañones de sus ametralladoras. También rompen los cristales y ponen cascotes en las escaleras para dificultar el acceso hasta ellos. "Es como un sistema de alarma", indica el capitán Shanon Johnson mientras pisa ruidosamente con sus botas entre los cristales. "Es algo que nos han enseñado los veteranos". Asimismo, los soldados derriban los pequeños tabiques existentes entre los tejadillos para permitir saltar de uno a otro.
La universidad de Faluya
"Ésta es la clásica guerra urbana. Es lo que hemos aprendido de la II Guerra Mundial, Corea, Vietnam y Somalia, y en los años venideros se estudiará lo hecho en Faluya", opina el general Jim Mattis, comandante de la 1ª División de Marines.
El armamento -en su mayor parte de baja tecnología, como fusiles y morteros- también es un recuerdo de guerras anteriores. Se han producido disparos de misiles desde aviones, pero Faluya está tan densamente poblada, con unos 300.000 habitantes en pocos kilómetros cuadrados, que los comandantes estadounidenses se muestran reacios a pedir ayuda aérea. "Y tampoco queremos llenar de escombros la ciudad; eso daría al enemigo más lugares donde esconderse", señala el coronel McCoy. Cada noche, la tranquilidad se ve sacudida por el constante sonido de las explosiones de morteros y por el sonido silbante del proyectil que sale del tubo e inicia su trayectoria de caída.
La situación no puede prolongarse indefinidamente y ayer mismo los estadounidenses advirtieron de ello. Richard Jones, el número dos de las autoridades de ocupación, se reunió ayer con representantes de Faluya para alcanzar una solución. Antes de la reunión, Jones advirtió: "El tiempo se está acabando. No podemos sentarnos y permitir que la situación continúe así. Hay decenas de miles de inocentes atrapados en la ciudad y no queremos que sigan como rehenes de esos grupos terroristas".
Los militares estadounidenses son conscientes de que la ciudad es un símbolo contra la ocupación. "Esto es para ellos como los campeonatos del mundo", opina el comandante Johnson, portavoz de los marines. "Faluya es el lugar al que acudir si uno quiere matar americanos".
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