Carta abierta a la España autonómica
El voto es la expresión más clara de la libertad y de la democracia. La semana pasada, los diputados y senadores electos ejercimos ese derecho, plasmando en las Mesas de las Cortes Generales la pluralidad que los ciudadanos y ciudadanas expresaron en las urnas el pasado 14 de marzo. En la Cámara alta, la expresión plural de la ciudadanía y el devenir de las negociaciones parlamentarias han provocado que la presidencia de la Cámara no la ostente el partido con mayor número de senadores. En cualquier caso, quiero manifestar mi voluntad de ser el presidente de todos.
Hay que resaltar el esfuerzo llevado a cabo por los grupos parlamentarios para lograr el acuerdo en la elección de la Mesa que presido. La mayoría de la Cámara se definió con voluntad integradora, pero fue legítima la discrepancia que otros mostraron. Quiero añadir que mi deseo se traducirá en mi empeño por alcanzar el consenso integrador para que el Senado, en esta legislatura, satisfaga las expectativas que se han abierto. Y para ello seremos necesarios todos, los que me votaron y los que optaron por no hacerlo.
Quiero que el Senado sea el lugar de encuentro de nuestros desencuentros
Quiero que el Senado sea el lugar de encuentro de nuestros desencuentros; aceptando la pluralidad; asumiendo con tolerancia la diferencia como un hecho histórico y no como causa para la exclusión y el conflicto; profundizando el valor constitucional de la pluralidad con respeto y decisión. La ciudadanía, que acudió a votar masivamente el día 14, dio un paso hacia el futuro enarbolando su papeleta electoral como símbolo de su libertad y como una bandera blanca de paz y de democracia. Convirtieron la emoción solidaria -expresada tras el 11-M- en voluntad democrática, mostrando una madurez digna de una sociedad con un consolidado poso democrático. La voluntad democrática de los españoles ha hecho posible el cambio político y el Senado debe situarse en este nuevo escenario. Las Cámaras parlamentarias reciben el mandato de convertirse en el referente de diálogo de nuestro sistema político. Creo que el resultado electoral abre un tiempo de más debate, más control, más integración; un tiempo de acuerdos y de consensos.
El Senado siempre se ha distinguido por su capacidad para enmendar las leyes. El hecho de que su actual composición no se corresponda exactamente con la estructura de mayorías y minorías del Congreso de los Diputados no debería jugar en detrimento de nuestra capacidad constitucional para perfeccionar las leyes. Si el mandato de las urnas es que haya más parlamentarismo, el Senado no puede resignarse a ser un mero eco del Congreso, ni tampoco un efímero mecanismo de bloqueo de la Cámara baja. Creo que el nuevo Gobierno debe colaborar estrechamente con esta Cámara y ésta ejercer con plenitud sus funciones constitucionales.
El tiempo del diálogo que escogimos el día 14 llegará a esta Cámara, porque es la voluntad de la mayoría de los representados, porque así lo creen también en las comunidades autónomas, porque es necesario para avanzar en nuestro modelo constitucional y porque tenemos por delante una gran oportunidad para hacerlo al ser cada vez más amplias y fuertes las voces que lo reclaman. Debemos iniciar cuanto antes el tránsito al nuevo Senado. Mi empeño personal y el proyecto que represento estarán al servicio del fortalecimiento del carácter territorial y del nuevo peso político que debe tener.
La reforma constitucional ha estado siempre en la voluntad mayoritaria de esta Cámara y ha llegado el momento de hacerla realidad, de materializarla a lo largo de esta legislatura. Agotemos todos los espacios para el diálogo que la hagan posible. Que al final del trayecto todos nos encontremos en un modelo común que reproduzca el espíritu de consenso de los constituyentes. Nuestra naturaleza institucional se asienta en el desarrollo del Estado autonómico. España es una realidad de comunidades autónomas y el Senado debe servir de instrumento para facilitar el entendimiento entre ellas, cuya expresión se basa en formas distintas, plurales y diversas de ver las cosas.
Para que la profundización de nuestro modelo se haga sobre esta base, esta Cámara es foro privilegiado que puede permitir que esta complejidad no se transforme en eterno conflicto. Tenemos los instrumentos, porque en la Comisión General de las Comunidades Autónomas, los Gobiernos de estas comunidades están presentes y poseen derechos. Convoco, pues, a sus presidentes y a los grupos parlamentarios a este acuerdo para la participación de las nacionalidades y regiones en este foro común de nuestro Estado.
No es labor de la Cámara alta garantizar el buen funcionamiento de las comunidades o establecer las relaciones entre ellas y el resto del Estado, pero sí debe ser nuestra tarea contribuir al diálogo y facilitar el debate. Las comunidades autónomas deben participar más activamente de esta Cámara y también formar parte de su futuro de una manera integrada, consecuente con las aspiraciones de cohesión y pluralidad que se expresan en ellas. A esta idea no era ajeno el debate anual sobre el Estado de las autonomías, que recuperaremos en un futuro inmediato.
El 14-M proclamó la victoria para un nuevo tiempo, un nuevo modo de hacer la política cotidiana. Así pues, quiero reflejar en esta Cámara el espíritu que me impulsa y en el que han depositado su confianza la mayoría de los ciudadanos y las ciudadanas. Es una necesidad, pues es en el desarrollo autonómico en donde hallamos más evidentes las fracturas del diálogo. No es ocioso insistir en que la sociedad nos reclama un mayor esfuerzo en el consenso y una forma distinta de plantearlo, más abierta y más plural, más acorde a la realidad de nuestro país. A ese impulso debemos dedicar lo mejor de nuestra voluntad.
Se abre una nueva legislatura y un nuevo ciclo político. Es tiempo de oportunidades y de esperanzas. Podemos convertir las ilusiones de los que masivamente fueron a votar en actuaciones parlamentarias que reflejen normalidad y progreso. Por eso mi primer paso es ofrecer una mano tendida a todos. Una mano tendida para trabajar en un propósito común de servicio a los ciudadanos y ciudadanas.
Hemos celebrado veinticinco años de la Constitución. Pues bien, más Constitución es más respeto a la pluralidad, más tolerancia, más acuerdos, más consensos, más inteligencia y generosidad. Se ha hecho bien durante este tiempo, pero nos toca ahora abrir caminos para los próximos veinticinco años. En este país los demócratas tenemos que sumar no sólo políticas, sino solidaridades y afectos. Los cambios institucionales y políticos que he expuesto como necesarios no surgirán por generación espontánea. Ni crecerán siquiera por la nueva suscripción de acuerdos. Vendrán, en gran parte, de la recuperación del diálogo, del sosiego y del reconocimiento del otro, de la puesta en común de todo lo que nos une, que es mucho más que lo que nos separa. Demos ejemplo de ello aceptando el diálogo que nos demandan los ciudadanos.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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