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Tavernier defiende la excepción cultural y ataca la dictadura de la inmediatez

El cineasta francés explica en Madrid las claves para la supervivencia del cine europeo

Elsa Fernández-Santos

Con la pasión, vehemencia y autoridad que le dan sus poderosos conocimientos, Bertrand Tavernier (Lyón, 1941) defendió ayer en Madrid la excepción cultural como una medida irrefutable para la defensa del cine europeo. El cineasta francés, convocado por la Asamblea de Directores Cinematográficos de España (Adirce), habló del "proteccionismo de la ignorancia" que practica el mercado americano. Al preguntarle por la educación de los nuevos espectadores, añadió: "Hay que luchar contra la dictadura de la inmediatez".

El cuerpo gigante y el pelo blanco acentúan aún más el aura de vaca sagrada de Bertrand Tavernier. Cuenta con rabia una anécdota de sus enseñanzas de cine en Francia y luego se excusa: "Puedo ser excesivo, lo sé. Hasta puedo resultar violento, como cuando escucho a algún joven decir que no quiere ver películas en blanco y negro. No soporto escuchar cosas así. Si existen dos tablas de salvación en este mundo, son la pasión y la curiosidad. Hoy, los jóvenes (aunque no me gusta generalizar) saben mucho de imágenes, pero carecen del menor concepto de la interpretación de esa imagen. Vivimos en un mundo de imágenes, y por ello es necesario enseñar a descifrarlas. Es la única manera de no caer en su dictadura".

El Círculo de Bellas Artes dedicó ayer la programación de su sala de cine a este célebre crítico de Cahiers du Cinema y Positif. Uno de los mejores historiadores del cine americano -suyos son los libros 20 años de cine americano, 30 años de cine americano, 50 años de cine americano (Akal)-, que ha dirigido, entre otras, Round midnight (1986), Daddy nostalgie (1990), Hoy empieza todo (1999) o Salvoconducto (2002). "¿Una diferencia entre el cine americano y el europeo? Podemos decir que el cine americano es afirmativo, y el europeo, interrogativo. Digamos que el principio de resolución es difícil de encontrar en Bergman o Dreyer".

Junto a cineastas como Víctor Erice y Manuel Gutiérrez Aragón, Tavernier ha tratado algunos de los aspectos relacionados con la excepción cultural en Europa. De la función del director en el actual cine europeo a las características de la legislación francesa. "Los problemas del cine español son los mismos que los del cine francés, pero 10 veces peores. Billy Wilder decía que los directores se pasaban el 90% del tiempo haciendo cosas que no tienen que ver con su oficio. En España, este porcentaje de tiempo es del 99%".

Las cuotas

"Se cree que la cuota de mercado es una idea proteccionista francesa, pero la historia es muy distinta. Los primeros que utilizaron las cuotas fueron los norteamericanos, que en 1946 exigieron, como compensación por la ayuda prestada a Francia, que los cines franceses no dedicasen más de 12 semanas a la cinematografía nacional, por lo que había 40 semanas que se podían dedicar a otras cinematografías. Esta imposición se tiende a olvidar".

"Para combatir esta medida, que podría haber acabado con el cine francés, se instauró el impuesto sobre la entrada de cine. Un dinero que siempre se reinyectaba en producciones francesas. Si los norteamericanos quieren poseer el mercado francés, entonces que ayuden a su supervivencia. Con ese impuesto no sólo se ha ayudado a muchas películas, sino que se han impulsado festivales como Cannes. Es un sistema fantástico. Una vez, Jack Valenti nos preguntó por las subvenciones estatales. ¡No tenía ni idea! 'Jack', le dije, 'pero si son ustedes los que nos subvencionan".

Tavernier desprecia etiquetas como la de cineasta comprometido. "Cualquier director está comprometido desde el momento que firma un contrato", dice. "Las películas están para disfrutar, reír, soñar, llorar... Cualquier película es comprometida. Me quedo con la definición de Lumière, que decía que el cine consiste en enseñar el mundo al mundo, sea de la forma que sea. O con la de Michael Powell, que decía que hacía cine para aprender. Me gusta conmover y hacer reír, pero sobre todo me gusta saber que alguien puede compartir mis emociones cuando exploro ese territorio secreto que es una película. El cine puede transmitir ira, dolor, admiración. Yo he hecho películas por amor a una música como el jazz o por admiración a un maestro de escuela. Han sido mis homenajes a gente que me conmueve. Cuando la asociación de cineastas americanos ofreció un homenaje a Griffith, le invitaron a un gran almuerzo. Griffith no abrió la boca hasta el final del encuentro. Entonces, se levantó y puso sobre la mesa su pequeña cámara de cine. La señaló y dijo: 'Señores, tienen en sus manos un objeto que puede cambiar el mundo'. Griffith se sentó y no volvió a hablar".

El director francés termina recordando una conferencia que impartió en Vietnam del Norte: "Les enfurecí cuando les dije que la cultura es lo que le permite a un país existir. Irán, un país represivo, existe culturalmente. En Hanoi no hay nada excepto copias de DVD piratas de cine americano. Les dije que ellos perdieron la guerra, el suyo es un fracaso profundo".

Bertrand Tavernier, ayer en Madrid.
Bertrand Tavernier, ayer en Madrid.ULY MARTÍN

En busca de un resquicio legal

El PSOE prometió durante la campaña electoral que si ganaba las elecciones aplicaría el principio de excepción cultural que durante años (incluidos los del Gobierno de Felipe González, en los que se inició un intento con la ley Miró) han pedido algunos cineastas españoles. "Esperemos que no quede todo en palabras ni intenciones", afirma ahora en una nota la Asamblea de Directores Cinematográficos de España (Adirce). "La pelea", añade, "no consiste en convencernos ni en inyectar más dinero a la cinematografía española. La pelea, primero, consiste en buscar un resquicio legal, que tiene, si los tiene, muy pocos, a la Constitución Europea, donde no se hace ninguna referencia explícita a la cultura -entendida ésta en sentido restrictivo-, con la que poder enfrentarse a la todopoderosa OMC (Organización Mundial del Comercio)".

Inventada por el ministro socialista francés Jack Lang, la excepción cultural (aún en vigor con Chirac) protege la cultura nacional con medidas que exigen una modificación de los entornos educativo ("enseñanza del cine en las aulas"), legislativo ("modificación de una legislación aberrante que prima exclusivamente el rendimiento en taquilla") e institucional ("modificación de la estructura del ICAA y de sus funciones").

Continúan los directores de cine: "Aunque haya que repetirlo hasta la saciedad: la excepción cultural es un principio, aplicado hasta ahora tácitamente, que aspira a convertirse en norma legal. No supone ningún juicio de valor sobre las calidades de nuestra cinematografía, ni de ninguna otra, sino que pretende excluir al cine, y a cualquier otra actividad cultural del libre tráfico de bienes y servicios, impulsado y regulado por la OMC".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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