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Signos

Un Alberti para cante y orquesta

El cantaor Miguel Poveda lleva al flamenco los versos de exilio del escritor gaditano

El flamenco sigue nutriéndose de la herencia de los poetas cultos para no renunciar a su evolución. El último artista en hacerlo es el cantaor catalán Miguel Poveda, quien de la mano del músico y arreglista Enric Palomar ha lanzado el disco Poemas del exilio. Rafael Alberti, una suite para voz y orquesta de cámara, en la que se recogen poemas de dos libros esenciales del autor portuense, Entre el clavel y la espada y Baladas y canciones del Paraná.

El propio Poveda explica el germen de este proyecto: "Todo empezó el año pasado, con un ciclo celebrado en el Auditori de Barcelona en el que, durante varios días, se rindió homenaje a diversos personajes históricos. Puesto que en esas fechas se conmemoraba el centenario de Alberti, Enric decidió dedicar su trabajo al poeta", recuerda. No era la primera vez que Poveda y Palomar sumaban esfuerzos: "Yo ya había colaborado con él en la versión de una zambra de Manolo Caracol, y escribió todo el repertorio pensando en que sería yo quien lo interpretase. Le estoy muy agradecido", asegura el cantaor.

La grabación tuvo lugar en directo, en el Auditori de Barcelona, en el mes de mayo de 2003. Junto a la voz de Poveda, el Big Ensemble del Taller de Músics de Barcelona interpretó versos de Alberti como los de Déjame llorar, Se ha roto el río, A la soledad me vine, Jardín de naranjas, Huele a sangre o Nana de la cigüeña, todos ellos ejecutados en una clave flamenca que no renuncia a los aires de la otra orilla atlántica, principalmente milongas y tangos.

Para la voz joven, pero madura y sabia ya, de Miguel Poveda, la grabación de estos poemas del exilio supuso un desafío estimulante: "Nunca había intentado esa fórmula. En el trabajo anterior, la orquesta se limitaba a vestir el cante que estábamos haciendo, pero a esto no estaba acostumbrado. Cantar junto a un guitarrista es un terreno que conozco más, llevo mucho tiempo haciéndolo, y te da un margen mucho mayor de improvisación. No estás, por decirlo de algún modo, tan atado. Con una orquesta, por el contrario, las entradas y las salidas están más ceñidas, todo se calcula al detalle. Pero me encanta, es genial".

El enfoque y preparación del disco no se limitó al plano estrictamente musical. Sus responsables quisieron hacer del repertorio un testimonio de la memoria reciente de España y un alegato contra la sinrazón bélica. Para ello, Miguel Poveda buceó en la historia más allá de los poemas que le fueron asignados: "Este disco supuso para mí descubrir una etapa muy especial de la Guerra Civil y del pasado, sentí la necesidad de meterme muy a fondo en la temática de los poemas. Y más aún el año pasado, cuando a nosotros nos enviaron también a una guerra que no queríamos, vivimos esa sensación muy de cerca, aunque no fuera como en el 36".

Ganador de varios premios importantes, entre ellos la codiciada Lámpara Minera del Festival de la unión 1993, Poveda se ha destacado en el último decenio como una de las voces más promedoras y serias del flamenco. Su segundo disco, Suena Flamenco, fue candidato al Grammy Latino en 2000. Colaboró como artista invitado en el montaje La Vida es Sueño que Calixto Bieto presentara en el Festival de Edimburgo, y en el Grec de Barcelona estrenó la producción Flamenco en Orquesta, junto a Joan Albert Amargós y Chicuelo.

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No obstante, la vinculación que Poveda siente por el sur andaluz, y muy especialmente por las tierras gaditanas, vuelve a hacerse patente con este disco de homenaje a Alberti: "La de Cádiz es la gente que más me gusta del sur. Tengo muchos amigos en la capital y en Jerez, Sanlúcar, llevo un montón de años yendo a la playa y me gusta todo de allí. Si pudiera robarme en un saco lo que más me gusta de esa zona, seguramente me llevaría a Chano Lobato entero, al que aprecio muchísimo. Y todos esos cantes, las alegrías, la manera que tienen de hacer la soleá, que me encanta...", añade el cantaor.

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