¿Cobardes?
No puedo estar callado. La polémica, en España y fuera de ella, a raíz de la victoria de Zapatero y de su posición con respecto al terrorismo y a la guerra de Irak va en la mala dirección, o mejor dicho, en la dirección equivocada. Como hemos perdido, o más bien nos han secuestrado, la memoria histórica de las postrimerías de la transición democrática y de los primeros años de Gobiernos socialistas (1980-1986), no somos capaces de recordar nuestra soledad frente al resto del mundo (también frente a parte muy cualificada del "nuestro") en la lucha contra ETA. Estos días leyendo las informaciones, los editoriales y los análisis de la prensa extranjera y de la nuestra, me invade una gran indignación. Los comentarios precipitados (en algunos casos, de contenido extorsionador), insultantes y faltos de rigor, me trasladan a los tiempos en los que "mendigábamos" por medio mundo la colaboración, policial y política, para combatir a ETA. Con una democracia joven, recién salida del cascarón, que tropezaba, en sus primeros pasos, con las amenazas golpistas y con los durísimos zarpazos terroristas, nuestro grito de auxilio pidiendo solidaridad recibía una débil señal de respuesta, a todas luces insuficiente, y muy lejos de la actual disposición de todos a cerrar filas y a correr en ayuda del amigo. Estuvimos solos frente al terror y supimos aguantar: España y su Gobierno.
Los Gobiernos socialistas de Felipe González, soy testigo y protagonista de lo que cuento, prestaron todo tipo de ayuda y colaboración a los países amigos en su lucha contra el terrorismo que les atacaba. Permitimos que algunos servicios de información trabajasen en nuestro territorio, en el control y seguimiento de grupos terroristas, y les apoyamos en el señalamiento y detención de sus miembros. Recuerdo, los que lean estas líneas también, una operación, muy polémica por su trágico desenlace, contra un comando del IRA en Gibraltar, que nuestra policía siguió y mantuvo bajo vigilancia mientras estuvieron en España. De las operaciones llevadas a cabo con otros servicios, por ejemplo, con la propia CIA, no viene a cuento recordar detalles concretos, pero fueron innumerables las veces en las que de forma desinteresada les prestamos apoyo, con una reciprocidad, en ocasiones, muy lejos de lo deseable. ¡Cuántas veces nos han dicho que era un problema interno español! Pongo por testigo a algún alto cargo de la policía, que sigue siéndolo con el actual Gobierno en funciones, que me acompañaba por entonces a París en visita oficial y en las largas horas que esperábamos a ser recibidos por el responsable de Interior de turno y que solía comentarme los esfuerzos enormes que teníamos que hacer para recibir una ayuda, muchas veces insuficiente, y que devolvíamos con creces. Por si existiese alguna duda me remito a los que fueron ministros del Interior con la UCD que, me consta, fueron peor tratados y atendidos.
De la valentía ni hablemos. Pocas lecciones nos pueden dar acerca de nuestra resolución a la hora de combatir el fenómeno terrorista en tiempos tan revueltos y difíciles, con aciertos y con errores, pero siempre con las ideas claras, conscientes del peligro que supone para las sociedades democráticas. En este apartado recuerdo las alabanzas, especialmente de las autoridades de EE UU, que recibíamos por la firme decisión y por la eficacia que nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad demostraban. Los resultados, en el apartado de Seguridad especialmente, de las Olimpiadas y de la Expo de 1992 fueron un ejemplo de esa colaboración que se pone en entredicho. Es justo reconocer que los Gobiernos del Partido Popular han sabido profundizar en esa dirección, y que los trágicos ataques terroristas que ha sufrido EE UU han forzado una realidad que ya conocíamos: el terrorismo, venga de donde venga, exige una respuesta concertada desde la lealtad y desde la máxima coordinación de nuestros servicios policiales y de información. Es ahí, en el de la leal colaboración, sin matices de oportunidad o de afinidad política, donde reside la clave del éxito de esa coordinación. Zapatero lo sabe y responderá con eficacia a ese reto.
Rafael Vera fue secretario de Estado de Seguridad.
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