El Depor derriba el imperio Berlusconi
El cuadro de Irureta entra en los anales europeos tras destrozar al Milan en sólo 45 minutos
Algo parecido al éxtasis se alzó anoche sobre Riazor, que vivió un delirio indescriptible y fue testigo de una hazaña que engrosará los anales del fútbol europeo. Todo lo maravilloso de este deporte se dio cita en un choque de aspecto casi irreal que reunió el talento de los jugadores, la fe para sobreponerse a las adversidades y la capacidad para saltarse los dictados de la lógica y asomarse al abismo de lo increíble. Un torrente de pasiones que cayó como una cascada por las gradas de Riazor y se esparció por el césped ante la mirada atónita del que llegaba como rey del continente. Marcar tres goles al Milan parecía una quimera en la víspera. Pero el Depor desafió la racionalidad y los logró en sólo 45 minutos, que bastaron para hacer trizas el imperio futbolístico de Berlusconi.
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Andrade, Naybet, Romero; Sergio (Duscher, m. 88), Mauro Silva; Víctor, Valerón (Djalminha, m. 90), Luque (Fran, m. 65); y Pandiani.
Milan: Dida; Cafú, Nesta, Maldini, Pancaro (Rui Costa, m. 77); Gattuso, Pirlo (Serginho, m. 59), Seedorf; Kaká; Shevchenko y Tomasson (Inzaghi, m. 68).
Goles: 1-0. M. 5. Centro de Romero, Pandiani recibe de espaldas ante Maldini, se gira y remata raso junto al poste.
2-0. M. 35. Centro de Luque que cabecea Valerón solo.
3-0. M. 44. Nesta no acierta a cabecear un despeje y Luque lanza un punterazo a la escuadra.
4-0. M. 76. Centro de Víctor haciala izquierda y Fran eleva la pelota ante Gattuso con el pecho y marca tras dar en Cafú.
Árbitro: Urs Meier (Suiza). Amonestó a Vïctor y Pandiani.
Riazor: 30.000 espectadores. Clasificado el Deportivo por el resultado global de 5-4.
Un torrente de pasiones cayó como una cascada ante la mirada atónita del rey del continente
Cuando el Deportivo se fue al descanso, Riazor tuvo la sensación de que estaba viviendo un sueño. En 45 minutos, el cuadro de Javier Irureta se había deshecho de la losa que traía de San Siro, colgada ahora como un fardo de hormigón sobre las espaldas del incrédulo Milan. La imagen de los rojinegros en el momento en que el árbitro pitó el descanso fue de una elocuencia estremecedora. Se quedaron un rato paralizados en el círculo central, como esperando alguna señal que les indicase que lo que estaba sucediendo no podía ser verdad.
Por encima de las tácticas o de la calidad de los jugadores, el fútbol tiene también un aura indescifrable que lo sitúa a veces en las fronteras de lo sobrenatural. Algo de eso sucedió en Riazor, donde la noche se llenó muy pronto de los presagios más favorables para el Deportivo, como si un viento de origen casi divino empujase a los de Irureta en pos de la cima inalcanzable que debía conquistar. El destino se abrió para los blanquiazules en su primera llegada al área, con apenas 5 minutos de partido. Parecía imposible que Pandiani pudiese hacer algo con aquella pelota que recibió de espaldas a la portería, con la espesa sombra del emperador Maldini vigilando sus movimientos. Pero, con una facilidad desconcertante, el uruguayo se dio la vuelta y sacó un remate raso pegado a un poste. Más que el gol, Riazor celebró lo ocurrido como todo un guiño del destino.
La reacción del Milan contradijo todos los tópicos del fútbol italiano. La vieja escuela del catenaccio habría dictado orden general de retirada para resistir la amenaza que se cernía sobre los pendones rojinegros. Pero este Milan llegaba envuelto en aires de grandeza y su reacción fue la inversa. Sacó la caballería y se lanzó a todo galope sobre la meta contraria como si el gol local hubiese mancillado su honor. Durante un rato se vio al gran Milan de hace dos semanas en San Siro, un equipo lleno de talento y orgullo, capaz de hacer un fútbol primoroso a un ritmo enloquecido. El Depor resistió la feroz acometida sosteniéndose sobre dos columnas de hierro, el siempre exuberante Andrade y un Molina fantástico para ganar un mano a mano con Kaká que sólo podía ser gol.
La estructura del Deportivo se apuntaló con la generosidad ilimitada de Mauro Silva y de Sergio, que nunca desmayaron en la medular hasta conseguir que su equipo recuperase el control de un choque que se estaba desquiciando al infernal compás del Milan. Por primera vez desde el gol, el grupo de Irureta volvió a poner en aprietos a su adversario. La segunda prueba de que las leyes de la lógica ya no estaban vigentes llegó cuando Valerón se coló en el área para hacer lo que casi nunca hace, cabecear a gol un centro de Romero. El tanto fue como una puñalada en los órganos vitales del Milan, que cayó fulminado de repente. Moralmente destrozados, los italianos concedieron el tercero antes del descanso en un clamoroso error del casi infalible Nesta, que propició el furioso punterazo de Luque buscando la escuadra.
Al Milan le quedaban el talento y el orgullo. Pero la mente se le había nublado definitivamente. La segunda parte fue apenas un ejercicio de impotencia de los jugadores de Carlo Ancelotti, que sólo apretaron de verdad en el tramo final, cuando volvieron a toparse con un Molina inmenso. Pero el Deportivo cerró la noche con una imagen llena de simbolismo heroico. El cuarto lo marcó Fran, el último superviviente de aquel equipo de Segunda División que anoche, 15 años después, se encaramó a la nube más alta del cielo.
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