"¿Le echarás ahora, Roman?"

Una pregunta centraba ayer los debates futbolísticos en Londres tras la gesta del Chelsea, clasificado por primera vez para las semifinales de la Liga de Campeones al ganar en Highbury (1-2) al Arsenal. ¿Se atreverá el dueño del club, el magnate ruso del petróleo Roman Abramovich, a despedir a final de temporada al entrenador, Claudio Ranieri? Ésa es, o era, su intención. De hecho, el director ejecutivo del club, Peter Kenyon, ex del Manchester United, ya ha establecido contactado con Sven Goran Eriksson para que abandone a la selección inglesa -tiene contrato hasta 2008- y prepare al conjunto azul. Precisamente, el sueco vio el miércoles desde la grada la victoria del Chelsea, que podría hacer tambalear la decisión de Abramovich.

"¿Puedes echarle ahora, Roman?", titulaba ayer un diario inglés en referencia a Ranieri, fortalecido tras el éxito europeo. También, por la buena racha del equipo en la Liga, en la que se halla a sólo cuatro puntos del ahora titubeante Arsenal y con ocho de ventaja sobre el Manchester y 21 sobre el Liverpool. Hasta la afición, enemistada al principio con el italiano, desea su continuidad. Durante la ida de los cuartos de final de la Champions incluso coreó su nombre y desplegó pancartas pidiendo que siga en el banquillo.

El mismo apoyo recibe Ranieri desde el vestuario. "Todos queremos que se quede porque es bueno para nosotros. Toda la presión que tenemos la asume él. Nos dice que no nos preocupemos porque en Italia es mucho peor", explica el defensa Bridge, autor del segundo gol del martes.

Todo, pues, favorece la continuidad de Ranieri. Hasta su contrato, renovado en 2003 hasta 2007 a razón de tres millones de euros anuales. Todo, menos el patrón, Abramovich, que en julio pasado se hizo cargo de la entidad por 200 millones de euros -su fortuna se estima en casi 6.000-. El mismo Abramovich evitó tras el encuentro hacer el más mínimo comentario sobre el futuro del técnico. Es más, aseguró que el Chelsea se ha clasificado porque demostró su "carácter ruso" mientras la prensa alababa el trabajo en la sombra de Ranieri, que "lo ha conducido hacia la inmortalidad".

Ranieri, de 52 años, ex entrenador del Valencia y el Atlético de Madrid, vive su mejor momento desde su llegada al club hace cuatro temporadas en sustitución de su compatriota Gianluca Vialli. Sus problemas para hablar inglés y su histriónico carácter, tan celebrado en España como inusual en Inglaterra, fueron dos barreras para su integración. El rumbo lo han cambiado los resultados, hasta el punto de que ha pedido un esfuerzo para luchar incluso por el título de la Premier. "Esta victoria [la conseguida sobre el Arsenal] puede cambiar algo. Es historia. Ahora podemos luchar por más cosas", dijo. El Chelsea no había podido ganar al cuadro de Wenger en sus 19 últimos enfrentamientos, y la euforia se ha disparado. El club, con una Liga, tres Copas y dos Recopas en sus vitrinas, sueña con metas mayores, con la final de la Champions si supera al Mónaco de Morientes en las semifinales. Ranieri ya sabe lo que es hacer campeón a un cuadro que no es de los punteros. Ascendió de la Segunda División a la Primera al Fiorentina y le hizo ganador de una Copa y una Supercopa italiana y también inició la época dorada del Valencia con la Copa del Rey de 1999.

Tras fichar este curso a jugadores como los argentinos Verón y Crespo y el francés Makelele, Abramovich, de 37 años, ha comenzado a preparar su próximo proyecto. Afirmó, en su día, que no esperaba títulos este curso, pero sí a partir del siguiente, por lo que ya ha invertido 31 millones en el delantero holandés Robben y el portero checo Cech para la campaña 2004-05, durante la que el Chelsea celebrará sus 100 años de historia. La duda es si los cumplirá con Ranieri.