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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cien años de la 'entente'

Fue un pacto dominado por los intereses nacionales, fundamentalmente para evitar que el reparto colonial les llevara a una guerra cuando la amenaza venía de Alemania. Cien años después de la firma de la llamada entente cordiale entre Francia y el Reino Unido, esos países no sólo no han vuelto a enfrentarse en guerra alguna, sino que son socios en la Unión Europea, y aunque les separan muchas cosas -como la guerra de Irak-, les unen muchas más. Por ello, la reina Isabel II ha elegido estas fechas para la cuarta visita de Estado a Francia de su reinado: ayer se desplazó a París en el AVE, cruzando el canal de la Mancha por el túnel que une por debajo de las aguas a ambos países. Si alguna vez los británicos pudieron pensar que la niebla aislaba al continente, ahora su futuro pasa ineludiblemente por Europa, aunque les queda aún bastante camino (psicológico, sobre todo) que recorrer para entrar en el euro.

Las disputas coloniales han quedado atrás; el enfrentamiento con Alemania, también, e incluso el veto gaullista a que el Reino Unido ingresara en la Comunidad Europea ha quedado superado. Los choques de intereses son el pan de cada día en la vida europea, sólo que ahora se resuelven de forma pacífica. París ha entendido perfectamente que su visión de una Europa de la defensa carecerá de sentido si no participa en ella el Reino Unido, a pesar de su incondicional apoyo a Washington. A fin de cuentas, ambos países son las únicas potencias militares europeas. En un gesto que va mucho más allá de lo protocolario, uno de los primeros pasos de Isabel II en París -rodeado de enormes medidas de seguridad por el temor compartido frente al terrorismo-, ha sido depositar una ofrenda floral ante la tumba del soldado desconocido. No en vano desde aquella entente ambos países han derramado mucha sangre juntos.

Seis años antes de aquel 8 de abril de 1904, ambos países estuvieron a punto de declararse la guerra. La entente fue un ejemplo perfecto de lo que hoy se llamaría diplomacia preventiva. Nadie intenta disimular los problemas que separan a Londres de París, pero la gran diferencia es lo que se ha llamado una "voluntad de armonía" que ya estaba presente un siglo atrás. La entente puede parecer lejana, especialmente vista desde España, que permaneció tantos años en posiciones históricas marginales. Pero la entente ahora ya es parte de nuestra historia común europea.

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