_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tampoco lo arregla Camps

No es un tema menor. La salud pública no es un tema menor, aunque a Rita Barberá le parezca lo contrario. No sé qué interés tiene la alcaldesa de Valencia en "mantenella y no enmendalla", pero lo cierto es que pasan los años y no mueve un dedo a favor de un grave problema de salud pública que hoy ocupa la atención de la OMS y de multitud de organizaciones de todo el mundo. Tengo derecho moral a una hipótesis: a doña Rita le encanta el estruendo y si usted está entre los miles que lo detestan, fastídiese, por fustigador de una sacrosanta tradición. Las tradiciones carnavalescas, como las fallas, en su espíritu van contra el poder, pero no es ruzafeño Falstaff, ni desciendo yo de Carlos V y al buen entendedor ya se sabe.

"El Constitucional declara que el ruido vulnera derechos básicos". Pronunciamiento del día 4 de marzo del año en curso, o sea, de hace unas semanas. Que se lo cuenten a Rita. Quien esto escribe suscribiría una denuncia -y aún la lideraría, si necesario fuera- contra la alcaldesa de Valencia por su pertinaz atentado a la salud pública y su evidente carencia de propósito de enmienda. De manera especial, pero no única, durante la mayor parte del mes de marzo de cada año. Bien sé que es ladrar a la luna , pues de vivir en el cogollo de la civilización, la queja sería superflua. Cuando la ciudadanía (gracioso regalo, dicho sea de paso) se entere de que un petardazo en ocasiones puede ser más nefasto que una alta tasa de colesterol, tal vez entonces.

La alcaldesa, que va a la suya, o sea, notoriamente a lo suyo, acaso vive en la creencia de que petardos son votos, pero miren que pregunto y tal opinión no la corrobora nadie. Unos huyen (the happy few), otros maldicen y se resignan porque es la tradición, la sacrosanta tradición. Sin tanta monserga tradicional, el cáncer, el hambre y docenas de otras calamidades serían vagos recuerdos históricos, pero prosternémonos y no arrojemos dudas sobre la opinión de San José. En mi calle, vecinos han emigrado estas fallas a casa de suegros u otra parentela; los más pudientes, al extranjero. Pues grupúsculos de salvajes nos han sometido durante largos días a un bombardeo tan intenso y prolongado que no había rincón donde esconderse ni tapones de cera o espuma que fueran de mucho alivio. Fueron llamados los urbanos y decían que bueno, que vendrían, pero que no nos hiciéramos ilusiones porque la multas de esos días tienen cono ordinario fin y paradero la papelera.

¿Qué dicen los socialistas valencianos? ¿También ellos piensan en hipotéticos votos? ¿Tal vez en la industria del petardo? Ahora Pla y su hueste se han robustecido y si la suerte les acompaña pueden hacer que se cuartee el suelo granítico que ha pisado, parece que desde siempre, doña Rita. Los ciudadanos hartos de tanta gamberra Plebeyez como son los petardos y las tracas a cualquier tiempo del año, somos más de uno, somos, en realidad, legión. Y ahora sabemos que el petardazo para gozo del nene y la traca que despierta a media Valencia cualquier noche del año es delito tipificado. Al parecer, no contamos con el apoyo de Camps, presidente de la Generalitat. O sea, también de Valencia capital. Pues bien, que lamento que así sea y tenerlo que decir, ha permitido el delito. La sentencia del Constitucional declara que "el ruido atenta contra los derechos fundamentales a la integridad física y moral, a la intimidad personal y familiar y a la inviolabilidad del domicilio". Reproduzco otras partes de la sentencia, según dadas a conocer por este diario ( 4-3-2004). "El ruido, en la sociedad de nuestros días, puede llegar a representar un factor psicopatógeno y una fuente permanente de perturbación de la calidad de vida de los ciudadanos". Concretando, el alto tribunal enumera consecuencias tales como las deficiencias auditivas, las dificultades de comprensión oral, perturbación del sueño, neurosis, hipertensión, isquemia, amén de repercusiones sobre la conducta social, como menor solidaridad y aumento de las conductas agresivas.

Lo más lamentable del caso es que esta última sentencia del Constitucional no hace sino abundar en la Ley del Ruido, de 2003 y en la jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo, que condenó a España en el caso López Ostra. Pero es que hay más casos: el Supremo impuso 2 años y 3 meses de cárcel al propietario de una discoteca el 6 del pasado marzo. Tenemos una Ley autonómica, municipal, nacional y europea. Pero Europa aún queda lejos y de las leyes autonómicas y ordenanzas municipales, doña Rita pasa olímpicamente y Camps no sabemos si es que no quiere molestarla o no quiere molestarse él o no se ha enterado de este problema de salud pública que hoy tiene amplia repercusión en Europa y eso que "allí" la contaminación acústica dista de ser el obsceno desmadre que sufrimos aquí.

"El ruido mata", decía un editorial de EL PAÍS. A quien esto escribe, a causa de la indignación y la ira. De la obscena intromisión en la intimidad de tantos domicilios, incluido el mío. Trastornos nerviosos y cardiovasculares aparte, ni Barberá ni Camps tienen derecho alguno a colarse de rondón en mi casa. Y se cuelan, vía el desprecio absoluto a la ley que nos protege de tales abusos, por encima de ridículos argumentos identitarios. Si es que es eso o simple indolencia, desgana antidemocrática. Uno se lo reprocharía personalmente a Camps, si éste no estuviera parapetado tras una guardia pretoriana de mujeres. Existe un asociación , Juristas contra el ruido, a la que pertenece Andrés Morey, quien le ganó un pleito al Ayuntamiento de Valencia por el desmadre de la plaza Xúquer. (Véase la entrevista que le hizo Miquel Alberola en estas páginas, 2-3-2003). Tal vez el señor Morey accediera a llevar el caso de las tracas, petardos y demás ruidos arbitrarios del que esta ciudad es víctima crónica y aguda con el consentimiento de los poderes fácticos.

Entre tanto, vuelvo al PSPV. ¿No pueden elevar la voz ante esta barbarie tercermundista? ¿Es que son todos iguales y padecen los mismos miedos absurdos? ¿Acaso esperan a que Zapatero tome posesión de su cargo siquiera el gobierno de aquí y el de allí tengan colores distintos? Señor, qué cruz.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_