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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alianza larga y ancha

Sin despertar ilusión ni armar ruido, en su quinto tramo de ampliación, la OTAN ha incorporado a siete nuevos miembros, con lo que -a excepción de los países balcánicos- incorpora ya a todos los antiguos aliados a la fuerza de la Unión Soviética e incluso a tres Estados, los bálticos, que en su día fueron parte de la URSS. La OTAN aporta una garantía de seguridad e independencia a estos países, pero éstos poco aportan a la Alianza Atlántica en unos momentos cruciales para ésta, pues sus operaciones en Kosovo y en Afganistán se ven sometidas a una nueva presión al no haber logrado estabilizar esos territorios. A sus 55 años, una alianza de éxito, la OTAN, se amplía y se globaliza, pero puede acabar padeciendo una crisis de crecimiento.

La Alianza tiene misiones que cumplir, pero no parece acertado que centre su esfuerzo en una "guerra contra el terrorismo". En esta lucha puede aportar mucho, pero es difícil que encuentre en ella su nueva razón de ser.

El lunes, en una ceremonia en la Casa Blanca, los primeros ministros de Bulgaria, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia y los tres países bálticos depositaron su ratificación del Tratado de Wahington, y el viernes, los ministros de Exteriores de los 26 países miembros la pondrán en marcha en Bruselas. La OTAN amplía así sus fronteras con Rusia, con quien ya lindaba en la guerra fría a través de Turquía y Noruega, y rodea el enclave ruso de Kaliningrado, la antigua Könisberg de Kant. A la vez que se amplía, la nueva OTAN debe potenciar su cooperación con Rusia. Entre miembros y asociados, incluido Moscú, esta OTAN da la vuelta al globo, con lo que corre el riesgo de ser percibida como una alianza del Norte contra el Sur.

La ampliación de la OTAN está en consonancia con el proceso similar de la UE, lo que debe llevar a una mayor coherencia entre ambas organizaciones, aunque países neutrales como Irlanda, Finlandia y Austria no pertenezcan a la Alianza, ni Noruega e Islandia a la Unión. Con ello, el centro de gravedad en Europa se está desplazando hacia un Este más incondicionalmente proamericano, lo que no dejará de tener consecuencias en la construcción europea. También la tendrá la reduccción de tropas en Europa occidental planteada por el Pentágono y su desplazamiento hacia estos nuevos territorios de acogida, aunque de forma más flexible y menos masiva. En todo caso, esta alianza ya nada tiene que ver con la que vio la luz en 1949, salvo en una cosa: quien sigue mandando, aunque no siempre logre sus objetivos, es Estados Unidos.

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